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domingo, 11 de marzo de 2012

RELATOS, PRAXIS Y REALIDADES, por Adrián Corbella (para "Mirando hacia adentro")



La prensa “seria”, “objetiva”, “profesional”, “independiente”, y sesudos intelectuales se han ocupado con insistencia, en las últimas semanas, en analizar y denostar el “relato” kirchnerista.

La elección de los términos es algo que siempre resulta vital para un análisis de este tipo. Un “relato” es un cuento, una historia, una ficción, algo que no es verdad. Y entonces al relato se enfrenta lo opuesto, lo que realmente sucede, lo que no es ficción, lo que es verdad.

Si el kirchnerismo es un “relato” (de ficción) entonces los medios opositores (perdón, “independientes”) son los dueños de la “Verdad” (que no es un “relato”).

Si el kirchnerismo es un relato sin conexión con la realidad, sostenido únicamente en la figura de una oradora de primerísimo nivel, entonces vivimos en un país de tontos que vienen comprando el “relato” desde hace años : 22% en 2003, 30 y 45% en 2005 (la primera cifra corresponde a la elección para Diputados, y la segunda a la de Senadores), 46% en 2007, 30% en 2009, 54% en 2011 … Según esta hipótesis de trabajo, sostenida por tan “independientes” analistas, medio país está tan desconectado de la realidad que no advierte que el kirchnerismo no es un movimiento político que gobierna, que “gestiona”, sino que en realidad es un “relato”, un castillo de naipes construido sobre una nube.

Pretender semejante cosa de una fuerza política que gobierna el país desde hace 8 años, que ha participado de 5 elecciones nacionales (saliendo segunda en 2003, y primera en las otras cuatro), y obtenido el triunfo en tres períodos presidenciales consecutivos es algo aventurado. Esta curiosa afirmación es algo que se asemeja más a un “relato” que a cualquier discurso de la primera mandataria.

¿A qué llaman “relato” tan independientes periodistas e intelectuales?

A algo que ha existido siempre. Una fuerza política que gobierna o aspira a gobernar tiene un “relato”, es decir : una cosmovisión ideológica en cuyo marco se ubican las decisiones políticas concretas, los proyectos, la realizaciones. El relato tiende a ser una herramienta teórica y por ende es “perfecto”, es decir, carece de las máculas que tiene, por el contrario, la realidad, la praxis política concreta. Al relato se le opone justamente la praxis, las acciones concretas de los gobiernos, que son siempre imperfectas, “impuras”, que rara vez responden cien por ciento al relato pero que, si hay un auténtico compromiso y coherencia ideológicas, se inspiran en él.

Si la praxis política concreta de un gobierno no se basa en ese “relato”, en ese perfil o cosmovisión ideológica, el relato no se sostiene, no puede sostenerse “en el aire”, y debe ser cambiado rápidamente.

Carlos Saúl Menem llegó al poder en 1989 hablando del “salariazo”, la “revolución productiva” y de una estrategia de crecimiento basada en el estímulo de las PYMES según el modelo italiano. Ese “relato” fue abandonado rápidamente, a horas de la victoria, y ante una praxis neoliberal se adoptó un “relato” del mismo tipo, con prédicas a favor de la iniciativa privada, las reglas de mercado, las privatizaciones, la desregulación, y en contra de que el Estado adoptase un rol activo.

Por el contrario, el “relato” del kirchnerismo, que mantiene su continuidad a lo largo de los años, coincide a grandes rasgos con su praxis. De no hacerlo sería imposible mantener un proyecto político a lo largo de tantos años, ya que un “relato” sin praxis no sustenta nada.

Cristina Fernández de Kirchner obtuvo en octubre de 2011 un 54% de los votos, tras cuatro años de gobierno de ella, tras ocho años de gobierno de su fuerza política. Eso no puede sostenerse en un relato sin praxis. Eso escapa de la realidad.

Quien sostiene eso, o bien es un mentiroso, o si realmente lo cree, piensa que la mitad de los argentinos somos estúpidos.

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