Tinogasta se convirtió en el escenario ideal para los carroñeros. No tuvieron que invertir mucho ni pensar demasiado. Los sacudones de la cámara y la sobreactuada voz de Julio Bazán bastaron para señalar una vez más una contradicción que no es tal. O sí, pero no tanto. Algo pasa en Catamarca pero no lo que muestran. A nadie le gusta que un camión cargado de explosivos pase por la puerta de casa, vaya para donde vaya. Los vecinos reaccionan y cortan una ruta. Un juez da una orden de desalojo que no escribe pero que todos cumplen, menos los vecinos, porque no han aprendido todavía a leer lo que no está escrito. Los dueños de la mega minera advierten a los operarios que si los vecinos siguen con el corte de ruta quedarán despedidos. Y los operarios hacen un contra corte para conservar las fuentes de trabajo. El kuntur, el grupo de tareas especiales de la policía catamarqueña, recibe órdenes de desalojar la ruta y cumple tanto, que deja a muchos manifestantes heridos. Los perros muerden aunque tengan bozales, porque el conmovedor relato de Julio Bazán produce esos milagros. Y la mina se llama La Alumbrera. El alumbre es un sulfato que, entre otras cosas, se emplea para aclarar aguas turbias. De más está decir que, en Catamarca, no funciona muy bien.
Nada está claro pero sirvió para mostrar un conflicto como una contradicción. Desde Famatina, la explotación minera no debe ser igual. Si hay perjuicio para las poblaciones linderas –o al menos una sospecha- debe pensarse otra cosa. Los recursos están y deben ser utilizados de manera tal que los beneficios sean para todos. Una buena parte del país goza de riquezas mineras que pueden ser aprovechadas. Lo inaceptable es que cada emprendimiento genere los mismos conflictos. Como si la experiencia no pudiera asimilarse para agilizar los trámites. Las autoridades deben incluir los reclamos de los vecinos, las observaciones de los especialistas, las advertencias de grupos ambientalistas antes de firmar acuerdos con empresas extractivas. Resolver la explotación sin contaminación y con control estatal. La represión en Tinogasta fue innecesaria y merece el repudio de toda la comunidad. Como siempre, hay un conflicto que debe ser atendido y resuelto por la política y no por la policía. En un país que está creciendo, que va descubriendo posibilidades de generar recursos, que necesita reconstruirse después de décadas de entrega y desprolijidades, que debe superar el despojo y la sobre explotación neoliberal, siempre van a surgir conflictos. Pero se requiere una ingeniería sutil y eficiente para evitar que los conflictos paralicen la acción.
Porque cualquier cosa puede brindar la posibilidad de que desplieguen toda la genialidad de su vileza. La cobertura de los incidentes de Tinogasta de la mano de canal 13 y Julio Bazán merece un reconocimiento a la sobre actuación y puesta en escena. Los que acumulan décadas sobre su osamenta recordarán el estilo que supo crear José de Zer, el buscador de marcianitos en el Uritorco. Sacudones en la cámara y jadeos del relator, para superar en violencia y agitación lo que en realidad ocurre. Y una voz que sostiene un relato cargado de dramatismo y angustia, de peligro inminente, de identificación con las víctimas más allá de lo necesario. Julio Bazán, cronista casi estrella del trece e hijo de aquel estilo, cubrió los incidentes de Tinogasta como sólo él sabe hacerlo. Algunos se montan en cualquier incidente para mostrar supuestas contradicciones, posibles traiciones y hasta un probable doble discurso.
Cada imagen, cada tono de voz, cada sacudón de la cámara debe estar dirigido a sacudir la estabilidad del Gobierno Nacional. Esa es la consigna para cualquier noticia. No importa si la policía es provincial, mientras el zócalo denuncie a Gendarmería. Sólo interesa que sugiera el abandono de la idea de no reprimir la protesta social. Y si no hubieran reprimido, reclamar por la necesidad de hacerlo. No importa si los perros tenían bozales, siempre y cuando el cronista hable de los afilados dientes de las bestias. No importa el origen del conflicto, siempre y cuando haya conflicto y salpique, aunque sea un poco, a CFK o al menos a los acomodados de La Cámpora. “A río revuelto ganancia de pescadores” dice un viejo refrán. Pero los que agitan el río son depredadores capaces de devorar todos los peces y hasta a los pescadores también. Saben cómo hacerlo porque ya lo han hecho.
Desde hace tiempo, muchos ponen énfasis en la necesidad de debatir. Y esto es imprescindible para poder avanzar en el proyecto de país que el 54 por ciento de los votantes aprobó el 23 de octubre. Pero debatir no es buscar el consenso, que es la obediencia a los poderes fácticos que desde hace un tiempo no pueden gobernar a su antojo los destinos del país. Debatir es poner sobre la mesa lo que se ha hecho, lo que se está haciendo y lo que se va a hacer y acordar la mejor manera de alcanzar un objetivo. Y este objetivo no es más que la construcción de un país inclusivo, en constante crecimiento, solidario y que pueda generar disfrute a todos los ciudadanos. Si eso no está presente, no hay debate posible. Si un diputado opositor sostiene que hace falta crear “una alternativa de gobierno para sacar al país del subdesarrollo”, está imposibilitando todo debate. Sostener que estamos subdesarrollados es negar la realidad, es disfrazarla, es lisa y llanamente, mentir. Además de convertirse en una falta de respeto a los países que verdaderamente están subdesarrollados. Nada se puede construir a partir de una mentira. Nada positivo puede traer la negación de la realidad más que prometer un futuro de mentiras. Un debate serio necesita interlocutores serios y comprometidos con los intereses del país, con el objetivo de lograr el bienestar de todos los ciudadanos. Nadie –ni siquiera La Presidenta- ha anunciado que ya estamos en el país de las maravillas. Ni el más fanático de los K puede afirmar que ya está todo hecho. Por el contrario, la idea que subyace es que todavía falta mucho. Pero éste es el camino porque el otro nos llevó a la ruina en reiteradas oportunidades.
Sin embargo, desde cierta mirada mediática todo relato se construye para socavar. El asesinato de un fotógrafo francés se convierte en un dardo letal. Hasta el suicidio de una periodista es un tiro por elevación a funcionarios ligados al gobierno. Un hecho delictivo se multiplica por miles y el delito que se comete en el conurbano bonaerense se transforma en una amenaza para el ciudadano de La Quiaca. La construcción del miedo por parte de algunos medios de comunicación los conduce al simulacro, como el robo “en vivo” que presentó Mauro Viale en su programa matinal de América TV. Ni hablar del tema Malvinas en donde no es lo mismo un submarino con armas nucleares que un submarino nuclear que tenga la capacidad para portar armas nucleares. Cuesta creer que los que explotan las denuncias de represión son los mismos que se rasgan las vestiduras por los kelpers que la están pasando mal por culpa de las agresiones colonialistas del Gobierno Nacional. Y también son los mismos que relatan que los chilenos adhieren a la posición británica, cuando en realidad son cien residentes en las islas preocupados por los vuelos de Lan, que todavía no corren peligro.
Los que reclaman claridad son los mismos que oscurecen. Los que exigen debate son los que quieren dar órdenes. Los que afirman defender los intereses del país son los que no dudan en cambiar de bandera. Mientras haya ciudadanos que confíen en esos medios siempre estaremos en el umbral del Túnel del Tiempo.
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http://www.apuntesdiscontinuos.blogspot.com/2012/02/los-umbrales-del-tunel-del-tiempo.html
Gracias Adrián por ayudar en la difusión de mis textos. Siempre estás alentando mi trabajo. Abrazo enorme. Gustavo
ResponderEliminarDe nada...No me dijiste si te gustó la imagen ...
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