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lunes, 5 de diciembre de 2011

COMPROMISO CÍVICO Y MILITANCIA, por Adrián Corbella (para “Mirando hacia adentro”) :


Cristina Fernández de Kirchner ha hecho insistentes llamados, en muchos de sus últimos discursos, a la organización popular. Ha dicho con claridad : “Yo sola no puedo, necesitamos a los 40 millones de argentinos”. Es que, evidentemente, los hechos demuestran la fragilidad de la vida humana ; los dirigentes políticos son personas que pueden tener problema de salud, que pueden morir. A los argentinos nos ha pasado con Néstor, y a la vez vemos como diversas dificultades médicas aquejan a personajes latinoamericanos como Hugo Chávez, Lula o Fernando Lugo .

El destino de un pueblo no puede, no debe, depender de que un dirigente político esté habilitado o no constitucionalmente para la reelección, de su estado de salud, o de que esté con nosotros o nos deje definitivamente. El destino de un pueblo debe depender de todo el pueblo : siempre debe haber alternativas ; por eso el llamamiento a los 40 millones de argentinos, para que no dependamos de la suerte individual de un dirigente.

Por eso es tan lamentable la postura de aquellos que miran con desconfianza, que buscan oscuras razones económicas, en todo tipo de militancia. Porque, en definitiva, el militante es una persona con un alto compromiso cívico, una persona que dedica tiempo, esfuerzo, y a veces hasta pone dinero de su bolsillo en pos de una causa, de una idea, de un proyecto. El militante (poco importa de qué fuerza política sea) es un ciudadano en sentido pleno, una persona que participa día a día del sistema democrático en que vive, en el que todos vivimos. Y esta forma de compromiso cívico a la que llamamos militancia no es un fenómeno nuevo, no es una invención “kirchnerista”.

En todos los grandes procesos de transformación de la sociedades hay, ha habido y habrá niveles altos de compromiso cívico, de militancia. Y ese compromiso aumenta exponencialmente cuando están en juego grandes cosas.

Los argentinos tenemos un ejemplo antiguo y generalmente olvidado, un ejemplo de compromiso cívico supremo que merecería una mayor atención de nuestra parte, ya que en nuestras guerras de independencia hubo un caso de dimensiones épicas de “militancia” por una causa .

Los ejércitos del siglo XIX muchas veces se abastecían en el terreno, obtenían provisiones de las zonas por las que pasaban. En general no eran precisamente compras : en el mejor de los casos, las cosas se “tomaban prestadas” prometiendo su pago en un futuro indeterminado ; en el peor, directamente se saqueaba.

En nuestro país, en esos años, las luchas fueron particularmente duras en la frontera norte. Los realistas dominaron lo que hoy llamamos Bolivia hasta 1825, por lo que siempre nuestro Noroeste estuvo expuesto a ataques de los “godos”. Entre 1810 y 1816 hubo tres intentos de expulsar a los españoles del altiplano boliviano desde territorio argentino : los tres fracasaron, y abrieron nuestras provincias norteñas al riesgo de una contraofensiva española.

Dentro de ese marco se desarrolla el hecho al que hacíamos mención : el éxodo jujeño.

En mayo de 1812 Belgrano comandaba el Ejército del Norte. Su base de operaciones era la ciudad de San Salvador de Jujuy, a la que por entonces comenzaron a llegar, sin armas, desmoralizados y con paludismo, los 800 sobrevivientes de la derrota de Huaqui, ocurrida algunas semanas antes.

Manuel Belgrano pidió refuerzos para defender el Noroeste argentino, pero de Buenos Aires, dominado por entonces por la figura de Bernardino Rivadavia (poder real detrás del llamado Primer Triunvirato), llegó una orden tajante : retirarse a Córdoba abandonando a media Argentina a su suerte.

Belgrano tomó una dura decisión : dejar sólo tierra arrasada frente a los españoles, para evitar que pudieran abastecerse en su avance, y así demorarlos .El 29 de julio de 1812, el creador de la bandera emitió una orden impactante :

“Pueblo jujeño ... La patria les reclama un gran sacrificio: abandonar la ciudad y las fincas, quemar los campos sembrados, arrear los animales. A los ojos del español invasor, sólo debe quedar tierra arrasada...

Desde que puse el pie en vuestro suelo para hacerme cargo de vuestra defensa, en que se halla interesado el Excelentísimo Gobierno de las Provincias Unidas de la República del Río de la Plata, os he hablado con verdad. Siguiendo con ella os manifiesto que las armas de Abascal al mando de Goyeneche se acercan a Suipacha; y lo peor es que son llamados por los desnaturalizados que viven entre nosotros y que no pierden arbitrios para que nuestros sagrados derechos de libertad, propiedad y seguridad sean ultrajados y volváis a la esclavitud. Llegó, pues, la época en que manifestéis vuestro heroísmo y de que vengáis a reuniros al Ejército de mi mando, si como aseguráis queréis ser libres (...)

No cuesta mucho imaginarse lo que debe ser para una persona abandonar su tierra destruyendo previamente todo aquello que construyó a lo largo de su vida, demoliendo viviendas y quemando sembrados. Pero los jujeños lo hicieron el 23 de agosto de 1812, demorando el avance realista, y facilitando de ésta manera las posteriores victorias patriotas en Tucumán y Salta, que salvaron a la Argentina de una invasión por el norte que posiblemente no se hubiera detenido hasta llegar a Buenos Aires y terminar con el proceso revolucionario …

Hoy, que los argentinos vivimos tiempos de un reverdecer político, de un renacimiento de la militancia, de jóvenes que se comprometen con ideales y pugnan por hacerlos realidad pacíficamente, el épico éxodo jujeño adquiere dimensiones aún mayores, se agiganta a niveles magníficos. Todo un pueblo, hombres y mujeres, niños y ancianos, comprometidos con una causa cívica y arriesgando todo para lograrla.

Hoy, más que nunca, podemos entender qué cosas motivaron a aquellos jujeños, hace casi 200 años, a dejar todo y marchar hacia el sur, para lograr sus sueños.

Por eso hoy los argentinos deberíamos solicitar a nuestras autoridades que el 23 de agosto sea declarado Día Nacional del Compromiso Cívico, y se transforme en un feriado inamovible…

Adrián Corbella, 3 de diciembre de 2011.

adriancorbella.blogspot.com

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