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lunes, 28 de noviembre de 2011

Cristina siempre en el centro, por Eduardo Blaustein (para “Miradas al Sur” del 27-11-11)


Miradas al Sur.Año 4. Edición número 184. Domingo 27 de noviembre de 2011

Por

Eduardo Blaustein

eblaustein@miradasalsur.com

El miércoles pasado el kirchnerismo volvió a alzarse con un triunfo simbólico. Fue nimio, pero simpático. C5N venía dedicando un prolijo espacio tanto a la conferencia de prensa de Aníbal Fernández como al Día D en la renuncia voluntaria a los subsidios. Apenas informó la cadena que ya 2.500 funcionarios nacionales engrosaban la lista de los renunciantes, se supo que Susana Giménez –acaso para paliar el papelón que había protagonizado por el asunto de sus dólares– figuraba entre los primeros en sumarse. Siguieron Macri, Tinelli, Ricardo Fort, más un entusiasta pelotón de funcionarios, periodistas y famosos, como convocados a un festival por una buena causa solidaria.
El asunto apenas si representa el primer centímetro de lo que será un recorrido seguramente extenso, árido y conflictivo en la quita de subsidios. Pero es uno más en una semana no necesariamente cristinista pero sí de lo más cristinocéntrica. Cristina en el centro de todas las cosas, Cristina eligiendo por momentos un cierto centrismo. Cristina desparramando buenos centros por toda la cancha.
Como uno de esos grandes jugadores que asoman como tales apenas despuntan en primera, la distancia que separa a Cristina de otros dirigentes y explica en parte su liderazgo tiene que ver a menudo con saber sintonizar sociedad, tiempos, “condiciones objetivas y subjetivas”, tonos, comunicación y discurso. Desde antes de los días del Bicentenario fue ampliando el potencial inclusivo de sus mensajes y ese proceso se fue acentuando aún más a partir del fallecimiento de Néstor Kirchner, por razones acaso personalísimas que pueden intuirse pero sería odioso afirmar. Lo seguro es que mientras desde no pocos espacios –incluidos los oficiales– se siguieron o siguen planteando discursos defensivos y hasta agresivos de trinchera, Cristina se las viene ingeniando, sin perder firmeza, para navegar por una suerte de justo medio equilibrado que, por supuesto, es un lugar construido, opinable.
Tras las elecciones la Presidenta aparece también como virtual centro gravitatorio de todo un sistema político cultural. Si el gesto de Susana Giménez, aunque lo tomemos en solfa, fue efecto arrastre del otro gesto iniciado desde arriba por 2.500 funcionarios, el arrastre ya venía siendo más nítido, tirando a demoledor, en el grueso de la oposición política. Primero fue y sigue siendo un efecto silencio : todo o casi todo de lo que sucede hoy en la esfera política es pura iniciativa oficial (la batalla aparentemente ganada en torno del dólar, el fin de los subsidios universales, los cambios en Aerolíneas, las inauguraciones que no cesan, como si no hubiera terminado la campaña). Los rebotes o discusiones se dan no en lo que vaya a decir la oposición, sino en las portadas de La Nación o el sistema Clarín. Cristina, los medios y en el medio poco y nada; un médico politólogo ahí.
Segundo efecto arrastre: caramba, parece que buena parte de los fragmentos opositores han elegido más o menos el mismo libreto de recomposición. El primero fue quizá Felipe Solá; luego siguieron firmas en el radicalismo, en la (QPD) Coalición Cívica, y hasta en el denarvaísmo o en la amabilidad que intenta sostener el macrismo en su relación con el Gobierno Nacional. Todos tienden a decir que han sido demasiado obstinada y torpemente antikirchneristas, que deben (según el caso) volver a las fuentes o saber “comunicar mejor nuestras propuestas” o valorar mejor lo hecho por el oficialismo.
El radicalismo es el caso más patente en eso de (decir que hay que) volver a ciertas fuentes, a un progresismo ligado al imaginario socialdemócrata. Leopoldo Moreau (ex 2,5 por ciento en las presidenciales del 2003) es el caso más maravilloso: sostiene de pronto, con su reconocida capacidad retórica y vehemencia, que la UCR hizo “antikirchnerismo bobo”, que se debió apoyar la ley sobre el ADN y hasta la ley de medios. Si hasta Nito Artaza habló de no dejarse llevar de las narices “por las grandes corporaciones periodísticas o empresarias”. Es muy impresionante, como si se inspiraran no en la doctrina de Alem e Irigoyen sino en lo más reiterado de la vulgata kirchnerista, en este mismo diario, en 6,7,8.

Interpretando a Cristina. El martes pasado, cuando Cristina habló en el encuentro de la UIA, hubo, aunque más marcadas que en otras ocasiones, las típicas disputas por interpretarla. El establishment eligió por el lado de “es la primera vez que menta la palabra inflación”, más las “señales positivas” o un “fuerte gesto conciliador” ( La Nación ). El kirchnerismo llamémosle promedio se interesó por el lado de la crítica a las empresas que recibieron subsidios estatales y luego se dedicaron a comprar dólares o las que no reinvierten ganancias. Y acaso el kichnerismo paladar negro se quedó con las ganas de discutir el asunto de las remesas internacionales. El discurso de Cristina fue complejo y no facilista: ni los guiños fuleramente pícaros de Perón para todos lados desde Puerta de Hierro, ni setentismo ramplón, ni mucho menos esa “neutralidad” a la que viene aludiendo últimamente Cristina y que por estos meses acaso sea la mejor guía para saber por dónde intentarán seguir las políticas oficiales.
El distanciamiento con Hugo Moyano tiene un poco de todas estas cosas más el condimento perturbador, el estilo chúcaro del camionero. Ya que Cristina habló de “Hugos”, puede decirse que entre diversos Moyanos posibles hay dos esenciales: el de ciertas prácticas de construcción e imposición, para decirlo de la más suave de las maneras, verticales y el que defiende un proyecto industrializador con generación de empleo, con trabajadores (quizá los más selectos entre los formalizados) bien remunerados. Lo prudente sería dejar de lado los apellidos y no olvidar que siempre se necesita un sindicalismo activo con una agenda transformadora. Buena parte de nuestro sindicalismo híper fragmentado no parece estar a la altura de las circunstancias a veces cuando presiona, otras cuando, como Casildo Herreras aquella vez, “se borra”. A la vez es poco verosímil que el Gobierno vaya a distanciarse de los trabajadores y sus organizaciones. Y como co-escribió Cristina y leyó Néstor Kirchner en el discurso del 25/5/03, “por mandato popular, por comprensión histórica y por decisión política” suena lejana la ilusión renovada de La Nación de seducir a la Presidenta felicitándola por sus “fuertes gestos conciliadores”.
En ese marco de fragmentación que se conduce pero no se termina de reparar, de complejidades y presiones cruzadas, se desenvuelven la gestión de gobierno y las apuestas a futuro. La idea de “profundización del modelo”, según quién decodifique, puede remitir a añoranzas de imaginarios radicalizados. Pero hace décadas que ni el mundo ni el país tienen brújulas o mapas que lleven al lugar de nuestras viejas utopías, al contrario. Lo que viene haciendo el kichnerismo es reparar , incluir y hacer crecer. Faltan montones de cosas pero en ausencia de añejas certezas hay que darle la derecha al liderazgo kirchnerista por el modo en que viene navegando, por su capacidad para sostenerse sólidamente en el centro, sin ser neutral, construyendo en su medida y armoniosamente, como decía el muy pícaro General, guiñando para demasiados sitios a la vez.

Publicado en :

http://sur.infonews.com/notas/cristina-siempre-en-el-centro

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