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domingo, 30 de octubre de 2011

Forjando la patria grande, por Alfredo Grieco y Bavio (para “Revista Veintitrés” del 27-10-11)

Enlace. Kirchner fue un actor fundamental para la liberación de los rehenes a manos de las FARC.


La influencia de Kirchner en las relaciones exteriores

Lo tildaron de “montonero” y lo desconocieron por su origen, alejado de estructuras partidarias. Sin embargo, bajo su gestión, el Cono Sur vivió una década más pacífica que las anteriores.


A los líderes democráticamente elegidos en la última década por la izquierda y centroizquierda latinoamericana los unió el rasgo de que ninguno fuera un político profesional surgido en los carriles meritocráticos normales de una estructura partidaria. Evo Morales era un líder étnico-sindical cocalero; José “Pepe” Mujica era un guerrillero tupamaro; Rafael Correa era algo así como un economista académico católico de ONG; Hugo Chávez era un militar golpista o insurrecto; Luiz Inácio “Lula” da Silva era un dirigente metalúrgico, y fue sucedido por su favorita (ex jefa de gabinete, pero también ex guerrillera), Dilma Rousseff. La oposición que en la Argentina vociferó y prefirió el poco sutil mote de “montonero” para designar al matrimonio de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, no hizo más que admitir el mismo origen singular, fuera de los cursos de honores más habituales en el peronismo, para el ex presidente argentino y para su sucesora.

A los presidentes latinoamericanos de derecha los aúna el ser muy malos oradores. Sebastián Piñera tiene problemas manifiestos con el lenguaje articulado y busca disimularlos con ropa deportiva, saltos y gestos enfáticos, con discursos donde abusa del diccionario de sinónimos banales. Menos consciente de sus limitaciones parece Juan Manuel Santos –delfín uribista–, un oligarca cuya familia fue dueña de grandes medios en su país.

Si al hablar en público ellos recuerdan a parlamentarios torpes antes que a titulares del Ejecutivo, el ex presidente colombiano Álvaro Uribe gustaba de argucias forenses de fiscal de Actor’s Studio, de insinuaciones sibilinas y amenazas apenas veladas, que a mediados de 2010 tuvieron como efecto una veloz movilización de tropas venezolanas a la frontera con Colombia, después de que Uribe las acusara de connivencia con la guerrilla marxista de las FARC, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Al primer mandato de Santos le cayó encima, entonces, el regalo de la discordia de una guerra en ciernes.


Poco prometía una diplomacia bilateral que pondría cara a cara a dos presidentes igualmente enérgicos, el de Colombia y el de la República Bolivariana de Venezuela: duelo del balbuceante y del gárrulo, del cojo y del loco. De la oratoria de Hugo Chávez Frías puede decirse que su mal es la extensión: si en otros aspectos puede parecer menos justificado, en el orden de los discursos, la existencia de un eje La Habana-Caracas no deja lugar a dudas.


Una vez más, una institución continental a la que medios y políticos habían augurado, tanto por sí misma como por sus funcionarios –en especial a partir de la candidatura de Néstor Kirchner para presidirla, que culminó con su triunfo en mayo de 2010–, una vida que sería corta o inútil, pudo hacer lo que no se esperaba de ella, y aún más.


La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), que había probado su eficacia al evitar un conflicto fatal entre el oriente y el occidente de Bolivia, logró sellar un entendimiento entre Colombia y Venezuela. En su vida breve, Unasur puede ilusionarse por un progreso más rápido y con mejor orden que el Mercosur.


La alianza de los presidentes del siglo XXI ha podido más, y hecho más, hasta ahora, de lo que pudieron los intereses de los mandatarios neoliberales de la década de 1990. Desde Carlos Saúl Menem hasta Luis Alberto Lacalle, desde Itamar Franco hasta el Juan Carlos Wasmosy, todos los Padres Fundadores del Mercosur parecían más interesados por crear un área de libre comercio que compitiera, pero en el fondo emulara, al ALCA, al Área de Libre Comercio para las Américas, una de las bestias negras de la era Kirchner.


A pesar de los exabruptos tardíos, y de los arrepentimientos todavía más tardíos, del ex presidente uruguayo Tabaré Vázquez, sobre la posibilidad de un conflicto con la Argentina por la pastera Botnia instalada en Fray Bentos, durante la década que pasó el Cono Sur vivió relaciones internacionales más pacíficas que en la anterior.

Publicado en :

http://veintitres.elargentino.com/nota-3619-internacionales-Forjando-la-patria-grande-.html

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