Páginas

jueves, 27 de octubre de 2011

ETERNÉSTOR , por Adrián Corbella (para "Mirando hacia adentro")





Hace un año que nos dejó. Nadie lo esperaba. Nadie esperaba su desaparición como, siete años antes, nadie esperaba su llegada. Ganó casi por casualidad, con un patético 22% de los votos, contra un adversario que se retiró del ballotage para no entregarle una victoria clara que lo hubiera posicionado de otra manera.

Se transformó en Presidente de un país destruido, endeudado y en default, en bancarrota económica y ética, donde nadie creía en nadie, y menos aún en los políticos.

Nos sorprendió desde el primer momento, con su aspecto de “niño grande” que se escapaba de la custodia y jugaba con el bastón de mando.

Nos sorprendió desde el primer momento, con su atípico discurso inaugural, su política de derechos humanos, con su rechazo al ALCA y el comienzo de la integración latinoamericana.

Nos sorprendió con su audacia, su tozudez, su increíble renegociación de la deuda externa. Su obstinación por hacer lo que “todo el mundo” decía que era “imposible”, que no se podía hacer.

Cuando todos esperaban su reelección, impulsó la candidatura de su esposa, una figura de su calibre, en algunos aspectos incluso superior a él. Como le dijo una vez a Luis D’Elía : “En la Facultad yo era cuatro ; ella era diez”.

Fue un luchador. Un guerrero indomable. Porque si caía volvía a levantarse, cual Fénix patagónico.

En octubre de 2010 el gobierno ya había revertido la caída de imagen de 2008-2009.

Él, en seis gloriosos meses al frente de la Secretaría General de UNASUR, había evitado un golpe de estado y una guerra.

Estaba en la cúspide.

Y, lo que era más importante, se estaba logrando lo que hoy es evidente –y su muerte sacó a la luz- : el regreso de la militancia, es decir, la aparición de un nuevo vínculo del ciudadano con su sistema político. Un ciudadano que deja de ser espectador de una “democracia mediática” y se transforma en protagonista, en un actor social que se compromete con su realidad y que se esfuerza por transformar sus sueños en un nuevo paradigma.

Poco antes de su desaparición, los pibes de la militancia lo habían transformado en el Nestornauta, en un “Superhéroe” de carne y hueso que estaba entre nosotros. Que, cual astro de Rock, se arrojaba desde un escenario sobre las multitudes.

Y un 27 de octubre nos dejó. Ese político tan particular, tan activo y desacartonado, ese político militante, se nos fue. El Nestornauta ya no camina entre nosotros. Se fue estando en la cima. Se fue cuando muchos lo veían como el futuro presidente de la Argentina …

Cuando una figura de esa talla desaparece en su mayor esplendor, su estela dura para siempre. Los años pasarán, sus defectos se irán desdibujando, y sus méritos crecerán a niveles épicos. Como Gardel, él cada día “cantará mejor”, porque se fue del mundo concreto de los mortales para instalarse en los reinos fabulosos del mito y la leyenda.

Los políticos son seres humanos y, como tales, en algún momento mueren … Las leyendas son indestructibles, y se transforman en banderas que acompañan a los pueblos durante generaciones.

El 27 de octubre de 2010 murió Néstor Kirchner. El Nestornauta ya no está entre nosotros.

Pero ese mismo 27 de octubre de 2010 nació una leyenda.

Ese día nació el Eternéstor, que nos acompañará para siempre …

Adrián Corbella, 20 de septiembre de 2011.

Adriancorbella.blogspot.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario