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lunes, 31 de octubre de 2011

El sol de Cristina en el cielo cordobés, por Pedro Jorge Solans (para “Redacción Popular” ).

El significado del triunfo de Cristina en una provincia casi siempre adversa al kirchnerismo. El papel de la juventud y la memoria de la militancia. El escenario que viene: el enigma de Juez, la resistencia de la UCR en la Capital y el estrecho margen de un De la Sota que archivó el cordobesismo.


El arrasador triunfo del Frente para la Victoria en el país tuvo su correlato en la Córdoba reacia al kirchnerismo. Cristina ganó con el 38% en toda la provincia. Marcó la diferencia en las ciudades grandes y medianas. En la zona sojera, en la zona industrial y en la zona turística. Es decir, ningún sector le dio la espalda.

El domingo pasado, la "Cristina de los cordobeses" recogió más votos que en las elecciones primarias, donde la estructura del Partido Justicialista de Córdoba, fiel a su posición confrontativa con el proyecto kirchnerista, quiso medir fuerzas. Un renovado y electo gobernador, José Manuel de la Sota, aprovechó su envión electoral para empujar una lista de candidatos a diputados nacionales -made in casa- levantando el estandarte separatista del “cordobesismo”. De esa manera, el hoy gobernador electo sacudía el polvo del archivo a su eterna puja con los Kirchner, que viene de vieja data. Pero al obtener el pasado 14 de agosto un escaso 6% de los votos, obligó al PJ a agazaparse, desensillar y formalmente encolumnarse detrás de Cristina. Aunque otros candidatos peronistas lograron respetables caudales de votos en la provincia, como Eduardo Duhalde y Alberto Rodríguez Saa.

De todos modos, el triunfo de Cristina en Córdoba se construyó superando derrotas, traiciones, menosprecios e invisibilización. Después de aquel 25 de marzo del 2003, cuando un humilde e ignoto candidato presidencial, apodado Lupín, pisó Córdoba buscando que le crean, y pidiendo apoyo a sus compañeros, siguieron las derrotas del 2007 y del 2009. Siguieron las traiciones y los errores que siempre lo postergaron en la preferencia de los votos de la provincia mediterránea. Hasta que llegaron las primarias, y luego el domingo pasado. Claro, en todo este tiempo, corrió mucha agua bajo el puente. Por eso, en este festivo "post 23" es necesario acudir a la memoria, no al rencor.

Cuando las columnas de jóvenes de las diferentes agrupaciones como la Jauretche, la Kapiango, la Cámpora, la Bisagra, la Kolina, los descamisados, el Movimiento Evita, entre otras, marchaban por diferentes calles al ritmo del baile de Cristina para converger en la mítica esquina de las avenidas Colón y General Paz, la noche dominguera lucía los colores de la esperanza. Los cánticos de la liturgia de las tripas y el corazón traían los recuerdos de quienes pelearon para que tengamos el privilegio de ver, de ser testigos, de ser protagonistas de un tiempo donde la mística popular, las ideas, los sueños, la libertad, y todo lo nuestro, flameaban en esas banderas que portaba la mayoría de la juventud cordobesa. La alegría popular había desplazado a la "Córdoba de las campanas", a la "Córdoba de la criminal Revolución Libertadora", a la "Córdoba doctoral", a la "Córdoba de las familias sagradas", a la "Córdoba colonial y patricia". Y esa alegría, y ese entusiasmo popular visible y palpable, resucitaban a los compañeros de la fábrica IME, a los compañeros de la fábrica de Aviones, desde donde salían nuestros rastrojeros, nuestras motocicletas Puma, nuestros aviones Pulqui. Esa alegría y entusiasmo que promovieron Néstor y Cristina resucitaron a los compañeros del Cordobazo, del Viborazo, Atilio López, Agustín Tosco, Obregón Cano, y tantos y tantos. Y por qué no, a la Córdoba de la Reforma Universitaria, y a tantos que ya no entraban en las calles, esa noche de cánticos de tripas y corazón. Y entonces, los barrios empezaron a leudar otra masa para un pan que se cocina en un horno distinto.

Por toda esa historia, el triunfo de Cristina tiene en la provincia mediterránea más significados de los que pretenden imponer los medios de prensa hegemónicos que sólo hablan de coyunturas, especulaciones y cálculos. Que ganó porque los cordobeses votaron con el bolsillo, que ganó porque la oposición no se movió, qué ganó porque Luis Juez está deprimido, qué ganó porque José Manuel de la Sota claudicó ante la billetera kirchnerista. Y lo cierto es que no vieron cómo la juventud inundó la ciudad de alegría, de esperanza, de futuro.

El viejo militante de los 70, Pedro Gaetán, que alguna vez, dijo frente a los estrados judiciales cordobeses "la militancia se termina con la muerte", marchaba cantando el domingo portando una bandera de Evita, y en un momento, con lágrimas en los ojos, emocionado, reflexionó: "Lo que pasa es que nosotros en los 70, veníamos a las marchas con bronca, violentos, con mucho arrojo. Queríamos recuperar lo saqueado. Hoy los pibes, las mujeres, las familias vienen a cuidar el futuro”. De pronto, su hija de 19 años, lo encontró. Se saludaron. María Eva llevaba un trapo que decía: "En Córdoba no estoy indignada, estoy feliz."

Los pibes bailaron cuarteto hasta que salió el sol de Cristina en el cielo cordobés.
Otro escenario

Con Cristina como electora excluyente ya nada será igual en la política cordobesa. El radicalismo, que desde hace varios años viene en picada, logró dos bancas en el Congreso Nacional, que serán ocupadas por Mario Negri y Patricia de Ferrari. Pero, además, gobernará el municipio más grande de la provincia, y desde allí podrá remontar o, al menos, frenar la caída.

En tanto, el sector emergente de los últimos años, que lidera Luis Juez, tiene por delante el desafío de rearmarse para no desaparecer como fuerza política generadora de expectativas. El fantasma de lo que pasó con la Coalición Cívica ronda por la cabeza de Juez, pese a lograr bancas en Diputados donde irán dos hombres muy cercanos a él como son Eduardo Martínez y Valinotto. Pero el juecismo fue derrotado duramente en las elecciones provinciales pasadas y a nivel nacional también sintió el rigor de la derrota como integrante del Frente Amplio Progresista, al que aportó a Norma Morandini como vice de Hermes Binner.

En el PJ nadie duda que habrá un reacomodamiento. Ya lo adelantó José Manuel de la Sota, que visualiza que nada podrá hacer fuera del esquema kirchnerista, muy a pesar suyo. Él volvió al ruedo con un triunfo más amplio de lo esperado para la gobernación. Aquel 7 de agosto, no llamó a Córdoba “Corazón de mi país”, ni entregó el triunfo a su ambición. Durante la noche de ese domingo, había decretado “el cordobesismo”. Parecía que no quería volar tan rápido al puerto. Parece que quiere esperar. Hacer buena letra. Pretende que el puerto lo llame, no quiere llevar la “mediterraneidad” a golpear las puertas de los caciques bonaerenses. Y claro, aprendió, y después de las primarias, la escena lo sorprendió.

Aquella noche del 7 de agosto estuvo cauto. Nunca antes De la Sota había leído un discurso como el que leyó minutos después de que Luis Juez lo declarara legítimo ganador. Nada más alejado de las interpretaciones periodísticas. De la Sota dio un discurso consensuado con el único despacho con luz que había ese domingo de agosto en Balcarce 50. Agradeció las felicitaciones de Cristina Kirchner y dijo que puede “contar con Córdoba pero para unir…”. Un mensaje tan ambiguo como que el PJ de Córdoba decidió votar a Cristina, pero él votaría a quien ayude más a Córdoba ¿Quién puede ayudar más a Córdoba? Pero sumado a este entramado de mensajes y paramensajes, lo cierto fue que la campaña electoral de Unión por Córdoba, alianza que contiene al PJ de Córdoba, fue financiada con dinero del kirchnerismo. La caja estaba bajo la celosa custodia de Jorge “el zurdo” Montoya, un dirigente del riñón delasotista e interlocutor K. Por otro lado, De la Sota, que ve bajo el agua en política, sabe e intuye que su sueño de volver a ser presidenciable sólo puede tener algún viso de realidad si se suma al éxito del gobierno central. Es decir, juegan bien o no hay futuro para nadie, parece decir el oráculo justicialista nacional donde De la Sota pretende y quiere estar.

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http://redaccionpopular.com./articulo/el-sol-de-cristina-en-el-cielo-cordobes

Néstor, el inversamente proporcional , por Víctor Ego Ducrot (para “Revista Veintitrés” del 28-10-11)

Víctor Ego Ducrot
Periodista, escritor y profesor universitario

La mejor manera de recordar a Néstor es acompañar a la compañera Presidenta en la refundación de la República, iniciada el 25 de mayo de 2003.

Aquella famosa frase con la que Néstor Kirchner preguntaba y se interrogaba acerca del estado nervioso de Clarín, se conformó en un antes y un después para la historia del periodismo y de la comunicación en nuestro país. Identificó con claridad de líder político que, en esta etapa del sistema global de dominación, el aparato mediático concentrado en pocas manos, no sólo cumple su rol de productor y distribuidor de sentido hegemónico, en orden al disciplinamiento colectivo, sino que, como en el caso de la Argentina posdictadura, pasó en forma paulatina a ejercer el verdadero comando del entramado político-partidario del modelo neoliberal.

Un tiempo antes, un académico salvadoreño había expuesto en la universidad que supo ser la del obispo Arnulfo Romero, que la prensa oligopolizada es algo así como el espíritu de una “perversa trinidad”, en la cual el rol del padre lo cumplen las grandes empresas monopólicas y el del hijo los políticos profesionales a su servicio.
Con aquella frase, el fundador de la actual instancia del movimiento nacional y popular que, con la conducción de la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, acaba de lograr un respaldo atronador en las urnas, con aquella frase Kirchner les daba una estocada “diabólicamente” democrática a los expropiadores de los bienes materiales y simbólicos de las grandes multitudes. No lo hizo en el plano académico –aunque nos ayudó a los intelectuales de la comunicación a profundizar nuestro trabajo–, sino que impactó en el corazón mismo de los acontecimientos mediáticos.
Néstor Kirchner fue el primer líder popular argentino que, después de Juan Domingo Perón, supo instalar en el terreno de la praxis política un principio teórico inexpugnable, que dice así: la capacidad de influencia y ordenamiento social de los medios de comunicación hegemónicos es inversamente proporcional al surgimiento de los actores sociales tangibles, capaces de organizar y movilizar a las mayorías en orden a sus intereses genuinos, en el plano de la acción política como construcción colectiva.
No fueron aquellos tiempos fáciles para el espacio que lideraban Kirchner y la Presidenta. Los oligopolios del signo, comandados por Héctor Magnetto, registraron que se enfrentaban a un dirigente popular de signo diferente, heredero de las grandes luchas trasformadoras del pasado inmediato, contra las que ellos mismos se encolumnaron, como cómplices necesarios de la máquina de matar de la dictadura. Se transformaron en portavoces de las patronales de los agronegocios para destituir al gobierno elegido por el pueblo; y a partir de ese entonces no cesaron en sus campañas desinformativas y manipuladoras, primero contra Néstor, después contra Cristina.
En plena ofensiva patricia contra la resolución 125, el Observatorio de Medios de Argentina, dependiente de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata, estudió las coberturas que venían desplegando las cadenas privadas de televisión y, entre otros tópicos, resaltó que el trabajo del canal de noticias TN –del grupo conducido por Magnetto– rozaba el delito de conspiración contra la Constitución nacional, al desconocer con toda claridad la investidura institucional del gobierno nacional y del Estado.
Pero, como señalé en un párrafo anterior, comprendió y puso en tensión política el reciente enunciado sobre el carácter inversamente proporcional que anida en la relación dialéctica existente entre sociedad, mayorías populares, y corporación mediática.
En esa misma línea actuó Cristina, y nunca sabremos, aunque ella dijo el domingo pasado tras su histórico triunfo electoral, que “el fundador de esta victoria fue él”, quién de los dos se emperró más en no dar ni un paso atrás, en emprender con la contraofensiva política que encontró en los recientes comicios el respaldo popular más amplio del que se tiene memoria, desde la recuperación definitiva de la vida democrática.
Fue entonces la Presidenta quien tradujo en políticas de Estado la lectura que seguramente venía haciendo junto a su compañero de toda la vida, acerca de lo que había que hacer para poner en orden aquella regla de lo inversamente proporcional. Convocó a un joven académico de la comunicación, el ahora flamante vicegobernador electo de la provincia de Buenos Aires, Gabriel Mariotto, para que se ponga al frente de la lucha y la gestión de una ley sobre frecuencias radioeléctricas que reemplace al oprobioso engendro creado por la dictadura.
Y ese proyecto se convirtió en la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual; y se acometió con la investigación de lo sucedido con Papel Prensa; y se crearon los dispositivos de distribución cultural que conocemos como “Fútbol para todos” y “Deporte para todos”; y se puso en marcha el programa de televisión pública digital terrestre; y se crearon la condiciones materiales para dotar de conectividad con la Red a millones de niños y niñas de la educación pública, por sólo citar los instrumentos democratizadores puestos en marcha en el terreno de la comunicación.
Ese es el escenario decididamente revolucionario vigente en nuestro país, seguido con atención por propios y ajenos.
Entre los propios se encuentran todos los actores democráticos de América latina y el mundo, que se dedican a estudiar el caso argentino para obtener enseñanzas trasladables a otros países, siendo que el nuestro y su política de comunicación es reconocido como el más avanzado e inclusivo: recordemos que no hay precedente alguno de la obligación autoimpuesta por ley para el Estado nacional de distribuir en forma igualitaria, por tercios, las frecuencias radioeléctricas entre empresas comerciales, medios públicos y organizaciones no gubernamentales o libres del pueblo; abriendo así un portentoso espacio institucional para la pluralidad de voces, contra el discurso único de los oligopolios.
Entre los ajenos, para no llamarlos enemigos, porque desde el momento mismo en que las políticas de Estado aquí comentadas se pusieron en ejecución, los medios concentrados no han ahorrado recurso económico, humano ni tecnológico alguno para hostigar al Gobierno y a las instituciones de la Constitución. Informes sucesivos del citado Observatorio de Medios y de la Red de Observatorios Universitarios de Medios (ROUM), integrada por las universidades nacional de La Plata, Cuyo, Córdoba, Salta y Lomas de Zamora, viene dando cuenta detallada de cómo actúan las corporaciones del signo, sin respetar la reglas básicas de la profesión, por cierto por ellas mismas cacareadas, ni los principios más elementales del Derecho a la Información, consagrado por el ordenamiento jurídico internacional (esos estudios pueden ser consultados en el sitio www.redobservatorios.org.ar).
No son pocos, entonces, lo motivos de agradecimiento que los profesionales, militantes y académicos de la comunicación y el periodismo tenemos para con Néstor Kirchner. Fue el líder popular que con más claridad interpretó, en clave de actualidad, las demandas democráticas de nuestro campo, interpelándolas en fina sintonía con las demandas de pluralismo e inclusión social de las grandes mayorías populares; aunque sea sólo por eso nuestra memoria colectiva debe guardar su nombre.
Pero como la memoria no es pasado sino presente activo en permanente transformación, la mejor sino única manera de cumplir con su objetivo es transformándose en esfuerzo decidido para que esas grandes mayorías que ratificaron a Cristina el domingo pasado –y de la cual muchos nos sentimos parte indisoluble–, gane cada día en esperanzas hechas realidad. La mejor manera entonces de recordar a Néstor, el inversamente proporcional, es acompañar a la compañera Presidenta en la refundación de la República, iniciada el 25 de mayo de 2003.

Fuente: Revista Veintitres

28 de octubre de 2011

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http://corrientecnp.org.ar/web/?p=836

El pulso de la semana: El mundo que nos espera a los argentinos, por Eduardo Anguita (para “Miradas al Sur” del 30-10-11)

Fotos : ENRIQUE GARCÍA MEDINA y TELAM

Miradas al Sur.Año 4. Edición número 180. Domingo 30 de octubre de 2011

Por

Eduardo Anguita

eanguita@miradasalsur.com

Fue una de las semanas que quedarán para la historia. Desde el domingo a la tarde en que se iban conociendo los cómputos de las elecciones y se confirmaba no sólo el liderazgo de Cristina sino la correcta apreciación de cómo dialogar con sectores sociales más remisos a acompañar al kirchnerismo y lograr su voto. Porque, no sólo en los grandes distritos urbanos el Frente para la Victoria hizo una excelente elección sino también en distritos pequeños, rurales o de dependencia de la producción agropecuaria. Hablaron las urnas y confirmaron que la sociedad argentina aceptó las razones expuestas por el relato de la Presidenta y no el de los medios opositores. Las urnas mostraron algo de lo que poco se habla en la cultura política argentina: la ciudadanía acompañó un discurso emocional, vívido, que combina –tal como es la vida misma– dolores que brotan en el momento menos pensado y alegrías que surgen desde el fondo del alma.
Los dolores de esta semana tuvieron dos hitos muy marcados. Uno fue el momento, tremendo, de la lectura del fallo en la causa Esma en los tribunales de Comodoro Py. Con las condenas, severas, a 16 genocidas que fueron acompañadas por dos absoluciones que, vale la pena remarcar, no eximió de la prisión preventiva que pesa sobre esos represores por otras acusaciones en la megacausa Esma . Estas condenas, especialmente sobre Jorge Acosta y Alfredo Astiz, tuvieron para todo el país el mismo efecto que las condenas para los genocidas Luciano Menéndez en Córdoba o Antonio Bussi en Tucumán. Cada uno de estos juicios tiene un valor reparador sobre las víctimas y se convierte en un ejemplo del modelo institucional de país del cual es sujeto el pueblo argentino. Una sola mención más, sobre el inmenso Rodolfo Walsh, cuyo caso se ventiló en Comodoro Py. Walsh fue emboscado por la patota de la Esma el 25 de marzo de 1977, dejando ese documento póstumo llamado “Carta abierta a la Junta Militar”, en el que da cuenta detallada de los crímenes que se estaban cometiendo. Esa carta había sido tipeada de modo artesanal –por correo y con copias a carbónico hechas por el mismo Walsh y por su compañera Lilia Ferreyra– y enviada por correo a diplomáticos y periodistas de múltiples redacciones. Entre quienes hoy se llenan la boca hablando de Walsh hay muchos que recibieron esa carta y jamás dijeron una palabra sobre qué hicieron con ella. No es para aborrecerlos ni para pedirles que se arrepientan de no haber sido héroes. Simplemente es para que cuenten la verdad. Hace algunos años, el mundo literario y especialmente el pueblo alemán se conmocionaron ante la publicación de una autobiografía de Günter Grass en la que confesaba que su inclusión en las filas del ejército alemán fue voluntaria y no como auxiliar de artillería, tal como se conocía públicamente, sino en las temibles SS. La sociedad argentina necesita que los buenos ejemplos cundan. En la sentencia del miércoles se habló en los corrillos de la muerte del prefecto Héctor Febres, ocurrida el 9 de diciembre de 2007, la noche anterior a la toma de posesión de Cristina. Entonces se lo presentó como un suicidio. Luego cobró fuerza la versión del "mensaje". Y no faltaron "mensajes" estos años de parte de los genocidas o de quienes pretendieron meter miedo con que la Argentina, como dijo Eduardo Alberto Duhalde en febrero de 2010 cuando, impulsado por Héctor Magnetto, sentenció por Radio Mitre: "2011 tiene que parir un gobierno para los que quieren a Videla y los que no". Ahí quedó sepultada la ambición de Duhalde, que batió el récord de reducción de adhesiones, de algo más del 12% el 14 de agosto a algo menos del 6% el 23 de octubre. Con el fracaso de Duhalde se certificó el fin de cualquier intento de extorsión a los juicios a los genocidas.
Volviendo a Walsh, es imprescindible recuperar todos los aportes de ese gran escritor-periodista-militante. El primer aporte al periodismo de Walsh fue Operación Masacre, la mejor obra de investigación de hechos reales relatados en clave de ficción. En el epílogo, Walsh cuenta la suerte que corrió la denuncia presentada por él mismo acompañando al sobreviviente Carlos Livraga (“el fusilado que habla”) y que llegó a la Corte Suprema de Justicia de la Nación previo dictamen del procurador Sebastián Soler. Los cinco ministros del alto tribunal y el procurador se apresuraron en hacer desaparecer el crimen de Estado con el pueril argumento de que la Policía Bonaerense estaba subordinada a las Fuerzas Armadas. Walsh señaló aquella impunidad y 20 años después los genocidas le aplicaban la misma medicina. Estos juicios por los crímenes cometidos en la última dictadura tienen fallos ejemplares emanados de un Poder Judicial independiente en términos de la Constitución y comprometidos en que nunca más haya impunidad en la Argentina.

El futuro.

Las primeras medidas que tomó la Presidenta después del 23 de octubre tienen un valor concreto, pero también indicativo de su propia voluntad. El decreto 1722, que impone a las empresas petroleras y a las mineras liquidar en la Argentina el 100% de los dólares provenientes de sus exportaciones no sólo modifica la normativa anterior (que permitía a las petroleras dejar fuera del país el 70% de las divisas y a las mineras el 100%) sino que resulta una muestra más en la línea de acotar las ventajas obtenidas por corporaciones y sectores económicos en otros tiempos de la Argentina. El diputado Miguel Bonasso, que acaba de publicar un libro –El mal– sobre el tema de la minería abierta salió de inmediato a decir que durante ocho años las mineras gozaron de estas ventajas. Es tan cierto como que no vivimos un proceso repentino que se base en medidas de gobierno ausentes de consenso. Esta semana, el latiguillo preferido de La Nación y Clarín fue que hay fuga de divisas y que el Banco Central pierde reservas. Primero que es, al menos, una exageración completa. Pero vivimos un mundo de unas turbulencias financieras impresionantes y la Argentina, pese a haber crecido de modo impresionante en ocho años, también es cierto que, entre las 500 empresas más grandes, creció la extranjerización y que, más allá de las chicanas de los medios opositores, es preocupante que esas empresas aumenten la remisión de ganancias en cambio de reinvertir en el país.
Algunos se olvidan del país en el que viven. Recién en los últimos meses comenzó un diálogo respetuoso por parte de las dirigencias empresariales, tanto industriales como agropecuarias, hacia el gobierno. Recién en estos días los directivos del grupo de Paolo Rocca, el Grupo Techint, comenzaron a mostrar una actitud lógica hacia los directores públicos por las acciones de la Anses en empresas de Techint. Pero, por ejemplo, todavía la presidenta del Banco Central, Mercedes Marcó del Pont, no tuvo los votos para confirmarla al frente de la entidad. Eso porque desde la rebelión de Martín Redrado la oposición se había descubierto, de la noche a la mañana, redradista. Ahora, pese a tanto cartel y tanta nota de medios del corazón, el ex Chicago boy se quedó fuera del juego y no llegará al Congreso.
La Argentina no es un país fácil. Fue destruido, literalmente, en sus perfiles industriales y financieros de cara a un proyecto nacional. La recuperación de aquel país se está haciendo como un proceso colectivo, racional y emocional. Con aportes de la dirigencia, con el liderazgo de Cristina pero, necesariamente, con un diálogo con una sociedad que todavía descree de la política, sobre todo de lo público. Si, además, se piensa en los sectores que manejan poder económico, el escenario es más delicado. En estos temas se avanza de a poco, pero se avanza. Caso inversiones: en 2010, la tasa de inversión fue del 22,6% del PBI y la proyección para este año es del 23%. Respecto de países industriales no es mucho, para la Argentina es récord. En 2003, la tasa de inversión fue apenas del orden del 14,6%.
Como vivimos en un mundo en crisis severa, el trato a los capitales externos no es algo sencillo. Basta ver los bancos españoles que registran pérdidas en su país (que tiene una desocupación mayor del 20% y está en recesión) y ganancias en sus filiales en Latinoamérica. En la lógica empresaria, sus accionistas y directivos quieren llevarse las ganancias a España. En la lógica de la política pública, están sobre el horizonte cercano la posibilidad del debate legislativo de la reforma de la Carta Orgánica del Banco Central y de la Ley de Entidades Financieras. Pero no todo se hace por decreto: un informe de la Cepal indica que, respecto del primer semestre del año pasado, las inversiones externas directas crecieron un 54%. Es indicativo de cómo muchas empresas de los países llamados centrales buscan nuevos destinos de modo acelerado. Los casos testigos son China e India, que cuentan con la presencia cada vez mayor de empresas europeas y norteamericanas. Y cada cual con distintas normativas. China es muy exigente con el capital externo. Otro de los casos destacados es Brasil, por eso el informe de Cepal aclara que ese 54% está repartido de modo muy diverso: mientras Brasil registró un crecimiento del 157%, la Argentina no tuvo grandes modificaciones. Como todo dato, tomado de forma aislada no sirve de nada. Lo que debe tenerse presente es que el camino de Argentina no requiere en este momento de la atracción particular de inversiones externas. Las escalas de la economía y las ventajas comparativas requieren más de la movilización de recursos hacia la industria y, sobre todo, hacia los sectores con perfil tecnológico.
Por último, jueves y viernes próximo, con la presencia de Cristina en la Cumbre del G-20 y con la reunión que sostendrá con Barack Obama, queda claro que la Argentina y su gobierno están en el mundo y de modo protagónico. Eso sí, lo que no está claro es en qué mundo y en qué dirección va el mundo.

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http://sur.elargentino.com/notas/el-pulso-de-la-semana-el-mundo-que-nos-espera-los-argentinos

El mandato de no ceder, por Eduardo Aliverti (para “Marca de Radio” y “Página 12” del 29 y 31 de octubre de 2011)




En verdad, no se siente que haya demasiado para agregar. Haber acertado a vivir en el país real, descartando el mediático que hacía dudar a muchos, no confiere el derecho de caer en obviedades. Uno también dudó. Confesemos que, si se retrocede hasta 2008/2009, no había seguridades respecto del salto hacia delante. Casi que lo contrario, inclusive.

Para cumplir con lo que no por obvio deja de ser concluyente, Cristina aplastó al resto aunque, según las conclusiones de ciertos colegas, parece que no es dato central. Binner redondeó una elección muy buena, si se lo toma desde la condición de casi ignoto con que arrancó hace unos meses y aunque sea apresurado darle el papel de líder opositor natural que se le otorga junto a Macri. Como lo dijimos en la nota de este diario el lunes que pasó, el santafesino es hacedor de una gestión con buena fama y usufructuario del gorilaje de clase media que no encontró mejor refugio. Y al intendente porteño le queda por demostrar que, así le ponga todo el cuerpo a construir la alternativa explícita de la derecha, sabrá encarnar la opción ofreciendo algo mejor que lo que el kirchnerismo expresa por izquierda en los marcos del sistema. Adiós al hijo de Alfonsín, y adelante radicales con esas internas perpetuas que clonan a la inutilidad en forma igualmente imperecedera. Chau para el ex sheriff de Lomas de Zamora, junto con su esposa. El Alberto queda como dato folklórico. Interesante ratificación en cifras de la izquierda radicalizada, aunque no le haya alcanzado para meter representación parlamentaria (apunte de Ezequiel Adamovsky, historiador e investigador del Conicet, en Página/12 del último viernes: “A pesar de las protestas de la izquierda trotskista, la reforma política ‘proscriptiva’ parece haberla beneficiado porque la forzó a dejar de lado rencillas internas que (...) parecían insalvables. (Claro que) Sus mejores logros no estuvieron (...) en los distritos de mayor pobreza o presencia trabajadora”). Y Carrió, suponemos, está guardada en un rancho-spa para preparar la resistencia al régimen. Perdió “la corpo” mediática, además o antes que todos ellos. Ya se dijo, ya se sabía. Ya está, por más ganas de seguir regodeándose en que, alguna vez, el tiro salió para el lado de la justicia. Joaquín Morales Solá, en La Nación del 29 de junio de 2009 y entre múltiples otros, decía: “El kirchnerismo ha concluido anoche como ciclo político. El tiempo que le resta es el de un paisaje resbaladizo (...) El peronismo tiene desde ayer el candidato que buscaba para relevar el liderazgo de Kirchner: es Carlos Reutemann”. De pronósticos como ésos hay decenas, y es muy divertido memorarlos en las piezas audiovisuales y archivos gráficos que circulan a troche y moche por los programas y redes oficialistas. Ya está. Ya perdieron. Ya son un ridículo. Ya no significan más que la escritura de la impotencia.

Es mejor correr a la derecha por derecha, pero para delante. Divertirse un ratito con armas igual de sencillas que las ejercidas por ellos ayer y hoy, pero prospectivas. Con munición tan elemental como la empleada por los liberales para haber avisado, hace dos años, que el ciclo de los K estaba fenecido. Porque, de tan patéticos que fueron y son sus argumentos, merecen verse reflejados en la moneda propia. Por ejemplo, cuando el conflicto con los campestres era que la patria sublevada, desde la propiedad de la tierra, había ganado en las calles y las rutas su derecho a rebelarse, a exigir el fin de la yegua, a promover el Cobos inmediato. ¿Mentira, entonces, que el pueblo no delibera ni gobierna a través de sus representantes? Si tenían que pudrir todo a través del piqueterismo garca, estaba bien. Como estuvo bien que, a minutos de muerto Kirchner, editorialistas y operadores se dieran el lujo de reproducirle a la yegua el pliego de condiciones que La Nación le elevó al Presidente recién asumido. Romper con Cuba, reconciliarse con los organismos financieros internacionales, archivar los juicios al genocidio. Periodismo independiente. Y no pierden el tiempo. La Presidenta debe optar entre “el consenso o la lucha”, es uno de los reforzados caballitos de batalla con que machacan desde el domingo los medios de la derecha. Increíble, o insólita pero lógicamente pertinaz. Un gobierno que termina de ser refrendado con números inéditos, después de ocho años, y se permiten señalarle el rumbo con sentido contrario al implementado. ¿El “consenso” qué sería? ¿Defecarse en que el 54 por ciento de los votos respaldó una gestión capaz de haberles marcado la cancha a los gerentes económicos del Poder? ¿Sería sentarse a negociar para que no sigan fugando dólares? ¿Sería devaluar para “tranquilizar a los mercados”? ¿Sería prestarles oreja a los gurúes del establishment que pronosticaron un tipo de cambio 10 a 1, cuando la Argentina incendiada tras su inestimable colaboración con la apología de los ’90? ¿Sería arrodillarse en el altar de Melconian, de Broda, de De Pablo, de FIEL? ¿Sería que el pueblo equivocado se vaya a la huerta de Carrió, munido de inciensos, para encabezar la resistencia? ¿Sería ignorar la voluntad popular, entonces? ¿Violar el mandato de las urnas? ¿“La gente” vota una cosa pero debe hacerse otra? ¿El respeto a las instituciones es ante todo el interés de las corporaciones? ¿Esa es la concepción democrática de los “republicanos” que andan por las sesudas columnas políticas de la prensa libre?

El discurso de Cristina el domingo a la noche, tomando como único lo que dijo en el salón del hotel y en la Plaza, y haciendo abstracción de lo que se piense sobre su franqueza, tuvo una enorme generosidad. Paró agresiones, convocó a ser humildes en la victoria, llamó a que la convenzan de errores que está dispuesta a corregir o a superaciones que tiene ganas de asimilar (pero que alguna vez en la vida, por favor, le señalen políticas de Estado serias, tiradas desde la buena leche). Dejemos de lado el tramo de la alocución presidencial destinado a la tropa entusiasta: vamos por construir organización y poder en los frentes sociales, en las agrupaciones juveniles, en el entramado del abajo. Apartémoslo no porque carezca de significación. Al revés. Tal vez estemos frente a (el intento de) una etapa refundacional del kirchnerismo, destinada a convertirlo en algo estructuralmente más fuerte que el liderazgo personalista de un esquema favorecedor de las grandes mayorías. Solamente se trata de señalar que Cristina abrió la mano, concilió desde su avalancha de sufragios, se puso mucho más como jefa de Estado que en candidata reelecta por goleada. Y le respondieron con que se vienen la presidencia imperial, el poder omnímodo, La Cámpora, el avasallamiento del Congreso. Le dijeron que lo que debe hacer con el 54 por ciento de los votos es rifarlos. Nobleza obliga, los cruzados de esa perorata son colegas de los medios opositores. En líneas generales, con excepción manifiesta de la comandante Lilita, los dirigentes derrotados se llamaron a mezcla de felicitaciones y silencio. Los otros no esperaron ni un segundo. Siguen avanzando, ahora con el clima de la fuga de capitales, porque resultó que las imbecilidades de argüir ataques al periodismo y arrestos autoritarios caen en saco roto. Al margen de deficiencias técnicas y discursivas que el Gobierno debería asumir, en orden a que la inflación es la que es y el dólar continúa como el valor de confianza supremo, lo más importante pasa por cómo atacan en política.

Todo esto se produce justo al año de la muerte de un tipo que se merece una seguridad colectiva absoluta, aun para quienes persistan en odiarlo: decía en privado lo mismo que hacía en público. Un político sin doble discurso. Será por eso que el pueblo lo quiere tanto. Y que la derecha no sabe muy bien cómo seguir, salvo para joder la restitución de confianza popular, frente a un mito reciente que convoca multitudes hacia izquierda.

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http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-180158-2011-10-31.html

domingo, 30 de octubre de 2011

EL GOBIERNO DE EE.UU. JUNTA DATA DE LAS REDES SOCIALES Y LA ALMACENA EN UNA BASE DE DATOS, por J. Patrice McSherry (para “Página 12” del 30-10-11)

Nuevos medios para vigilar a América latina

El nuevo proyecto de supercomputadoras está a cargo de un organismo poco conocido, Intelligence Advanced Research Projects Activity (Iarpa), que funciona bajo la orientación del director de Inteligencia Nacional de los EE.UU.

Por J. Patrice McSherry

Directora del Programa de Estudios sobre América latina y el Caribe en Long Island University, Brooklyn. Autora de Los Estados Depredadores: Operación Cóndor y la Guerra Encubierta en América Latina.


El gobierno de los Estados Unidos, con el apoyo técnico de algunas universidades estadounidenses, quiere utilizar información “pública” que los usuarios colocan en Facebook, Twitter, páginas de web, webcams, blogs y otros medios sociales para acumular una enorme base de datos con el propósito de predecir tanto las crisis políticas, es decir, revoluciones, inestabilidad o estallidos sociales, como crisis económicas. Al igual que el Proyecto Camelot de los años ’60, este proyecto de vigilancia y espionaje estará dirigido a América latina.

El nuevo proyecto está a cargo de un organismo poco conocido, Intelligence Advanced Research Projects Activity (Iarpa), que funciona bajo la orientación del director de Inteligencia Nacional de los EE.UU. El proyecto copiará, automáticamente, por medio de supercomputadoras, datos de 21 países de América latina, por un período de tres años que comenzaría en 2012. Hay un proyecto similar para Afganistán, patrocinado por Darpa (la organización “hermana” militar, del Pentágono) para identificar redes sociales de potenciales terroristas en este país.

En 1964, la Oficina de Investigación y Desarrollo del ejército de los Estados Unidos patrocinó el Proyecto Camelot, que fue un esfuerzo de recopilación de información en el contexto de la estrategia de contrainsurgencia. Camelot fue concebido, originalmente, para tener una vasta cobertura, abarcando países en todo el mundo en desarrollo. Sin embargo, el proyecto se implementó solamente en Chile y no por mucho tiempo.

Los objetivos declarados del proyecto eran “diseñar procedimientos para evaluar la potencialidad de que se desarrollara una guerra interna al interior de las sociedades nacionales” e “identificar... aquellas acciones que un gobierno pudiese de- sarrollar para mitigar las condiciones favorables a ella”. Bajo el camuflaje brindado por un proyecto universitario de ciencias del comportamiento, que se ubicaba en la Oficina de Investigación de Operaciones Especiales de la American University (financiada por el ejército), Camelot era un proyecto encubierto de inteligencia. Un general del ejército estadounidense afirmó que dicho proyecto “nos ayudaría a predecir la utilización potencial del ejército estadounidense en cualquier número de casos en donde la situación pudiese desbordarse”.

En Chile, Camelot fue presentado como una encuesta académica, escondiéndose su relación con el Pentágono. Los investigadores encuestaron a chilenos de todos los sectores de la sociedad para establecer sus creencias políticas, su compromiso con la democracia y otra información personal y política. Según una chilena que fue entrevistada, cada persona fue luego puesta en categorías de conformidad con el nivel de peligro o de “potencial subversivo”. Cuando esta persona trataba posteriormente de obtener una visa de los Estados Unidos, las autoridades estadounidenses tenían un archivo completo sobre ella, con toda la información supuestamente confidencial que ella había colocado en el formulario.

Las bases de datos de Camelot también fueron utilizadas para la guerra psicológica. Sirvieron para influir en las actitudes políticas y, de esa manera, para manipular ciertas elecciones clave. La CIA digitalizó los datos recopilados por Camelot y los analizó y utilizó para producir atemorizantes anuncios anticomunistas durante la campaña eleccionaria de 1964 de Eduardo Frei, candidato demócrata cristiano, contra el izquierdista Salvador Allende. Por ejemplo, se les dijo a las mujeres que, de ser electo Allende, sus hijos serían enviados a Cuba y sus esposos a campos de concentración. La naturaleza contrainsurgente del Proyecto Camelot fue descubierta por el gobierno chileno y fue clausurado en 1965, luego de audiencias tanto en el Congreso de Chile como en el de los Estados Unidos.

No es la primera vez que en época reciente el gobierno de los EE.UU. ha acumulado grandes cantidades de datos en proyectos de data mining (extracción masiva de datos). Durante la administración de George Bush, la National Security Agency empezó la extracción de datos de millones de ciudadanos de los Estados Unidos –de llamadas telefónicas, correos electrónicos, fax y otras fuentes– en un programa secreto sin autorización judicial, supuestamente para descubrir y vigilar a potenciales integrantes de redes terroristas. Dicha administración también trató de implementar otro enorme proyecto, que se llamó Total Information Awareness, para acumular una base de datos para buscar patrones de conducta o tendencias en los correos, llamadas telefónicas, transacciones financieras, información de visas, etcétera, supuestamente para identificar enemigos. Este programa fue rechazado por el Congreso después de que se produjera una reacción muy negativa del público.

Este tipo de proyecto tiene implicancias sumamente preocupantes para los ciudadanos, tanto de América latina como de los Estados Unidos y cualquier otro país. Es el punto de partida para una vigilancia masiva a toda la población, a través de su vida personal y social, violando su libertad personal y sus derechos. La idea de que organizaciones de inteligencia y militares estén vigilando y realizando seguimientos de los ciudadanos –todos bajo sospecha– para predecir actos de violencia en el futuro es autoritario y orwelliano, y evoca la doctrina de seguridad nacional. El aparato de seguridad nacional estadounidense parece estarse extendiendo y ampliándose fuera de control, con proyectos cada vez más intrusivos y antidemocráticos. Ahora que los ciudadanos en muchos países están cada vez más indignados con los respectivos sistemas y recurren a actos de protesta para plantear cambios económicos, sociales y políticos, se hace necesario conocer y desafiar a este tipo de proyectos.

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Forjando la patria grande, por Alfredo Grieco y Bavio (para “Revista Veintitrés” del 27-10-11)

Enlace. Kirchner fue un actor fundamental para la liberación de los rehenes a manos de las FARC.


La influencia de Kirchner en las relaciones exteriores

Lo tildaron de “montonero” y lo desconocieron por su origen, alejado de estructuras partidarias. Sin embargo, bajo su gestión, el Cono Sur vivió una década más pacífica que las anteriores.


A los líderes democráticamente elegidos en la última década por la izquierda y centroizquierda latinoamericana los unió el rasgo de que ninguno fuera un político profesional surgido en los carriles meritocráticos normales de una estructura partidaria. Evo Morales era un líder étnico-sindical cocalero; José “Pepe” Mujica era un guerrillero tupamaro; Rafael Correa era algo así como un economista académico católico de ONG; Hugo Chávez era un militar golpista o insurrecto; Luiz Inácio “Lula” da Silva era un dirigente metalúrgico, y fue sucedido por su favorita (ex jefa de gabinete, pero también ex guerrillera), Dilma Rousseff. La oposición que en la Argentina vociferó y prefirió el poco sutil mote de “montonero” para designar al matrimonio de Néstor Kirchner y Cristina Fernández, no hizo más que admitir el mismo origen singular, fuera de los cursos de honores más habituales en el peronismo, para el ex presidente argentino y para su sucesora.

A los presidentes latinoamericanos de derecha los aúna el ser muy malos oradores. Sebastián Piñera tiene problemas manifiestos con el lenguaje articulado y busca disimularlos con ropa deportiva, saltos y gestos enfáticos, con discursos donde abusa del diccionario de sinónimos banales. Menos consciente de sus limitaciones parece Juan Manuel Santos –delfín uribista–, un oligarca cuya familia fue dueña de grandes medios en su país.

Si al hablar en público ellos recuerdan a parlamentarios torpes antes que a titulares del Ejecutivo, el ex presidente colombiano Álvaro Uribe gustaba de argucias forenses de fiscal de Actor’s Studio, de insinuaciones sibilinas y amenazas apenas veladas, que a mediados de 2010 tuvieron como efecto una veloz movilización de tropas venezolanas a la frontera con Colombia, después de que Uribe las acusara de connivencia con la guerrilla marxista de las FARC, Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia. Al primer mandato de Santos le cayó encima, entonces, el regalo de la discordia de una guerra en ciernes.


Poco prometía una diplomacia bilateral que pondría cara a cara a dos presidentes igualmente enérgicos, el de Colombia y el de la República Bolivariana de Venezuela: duelo del balbuceante y del gárrulo, del cojo y del loco. De la oratoria de Hugo Chávez Frías puede decirse que su mal es la extensión: si en otros aspectos puede parecer menos justificado, en el orden de los discursos, la existencia de un eje La Habana-Caracas no deja lugar a dudas.


Una vez más, una institución continental a la que medios y políticos habían augurado, tanto por sí misma como por sus funcionarios –en especial a partir de la candidatura de Néstor Kirchner para presidirla, que culminó con su triunfo en mayo de 2010–, una vida que sería corta o inútil, pudo hacer lo que no se esperaba de ella, y aún más.


La Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), que había probado su eficacia al evitar un conflicto fatal entre el oriente y el occidente de Bolivia, logró sellar un entendimiento entre Colombia y Venezuela. En su vida breve, Unasur puede ilusionarse por un progreso más rápido y con mejor orden que el Mercosur.


La alianza de los presidentes del siglo XXI ha podido más, y hecho más, hasta ahora, de lo que pudieron los intereses de los mandatarios neoliberales de la década de 1990. Desde Carlos Saúl Menem hasta Luis Alberto Lacalle, desde Itamar Franco hasta el Juan Carlos Wasmosy, todos los Padres Fundadores del Mercosur parecían más interesados por crear un área de libre comercio que compitiera, pero en el fondo emulara, al ALCA, al Área de Libre Comercio para las Américas, una de las bestias negras de la era Kirchner.


A pesar de los exabruptos tardíos, y de los arrepentimientos todavía más tardíos, del ex presidente uruguayo Tabaré Vázquez, sobre la posibilidad de un conflicto con la Argentina por la pastera Botnia instalada en Fray Bentos, durante la década que pasó el Cono Sur vivió relaciones internacionales más pacíficas que en la anterior.

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CRISTINAZO, por Adrián Murano (para “Revista Veintitrés” del 27-10-11)


Cristina Fernández obtuvo la reelección con un resultado arrasador. Economía, revalorización de la política y profundización del modelo: las claves de los comicios y lo que viene.


Fue con baile. En sentido metafórico y literal. En el argot futbolero se denomina “baile” cuando un equipo supera ampliamente a otro. Eso fue, exactamente, lo que hizo la presidenta Cristina Fernández: ganó las elecciones por el 53,6 por ciento de los votos, le sacó casi 37 puntos al segundo, obtuvo casi diez puntos más que la suma de todos sus rivales. CFK fue reelecta batiendo récords. Goleando y gustando.

Al baile electoral que la Presidenta le propinó a la oposición le siguió el baile literal durante los festejos. Cómo no ocurría desde hacía un año, la Presidenta liberó su cuerpo arrullada por la multitud que ocupó espontáneamente la histórica Plaza de Mayo para celebrar junto a ella. Toda una postal de los tiempos que corren: en ese mismo lugar, dónde hace diez años los argentinos marchaban su bronca y recibían balas –y hace un año, otra multitud lloraba la muerte de su líder–, la democracia se vistió de fiesta. Y la muchedumbre danzó. Como hacen los pueblos desde tiempos inmemoriales para expresar las alegrías colectivas. Porque eso fue, al fin y al cabo, lo que ocurrió el domingo: se celebró el triunfo de la política como construcción colectiva.


Existen múltiples factores que permiten explicar, con frialdad analítica, por qué la Presidenta obtuvo una contundente muestra de respaldo popular. Para los que consideran que las sociedades son apenas un conjunto de consumidores egoístas y pragmáticos, a la cabeza de esas razones está la vigorosa marcha de la economía. Es un hecho –sería una grosera ingenuidad negarlo– que el órgano más sensible de los ciudadanos occidentales suele ser el bolsillo. Depreciados los dogmas ideológicos y espirituales, abunda la feligresía del consumo. Y para ser consumidor, hay que tener plata en el bolsillo.


En la Argentina, el consumo es una de los pilares sobre los cuales se asienta la eficaz estrategia económica implementada por el gobierno de CFK. Fue, si se quiere, una necesidad que se volvió virtud. La Presidenta ahora reelecta asumió su primer mandato en 2007, en la antesala de una crisis financiera global que obligó a reforzar el mercado interno como un modo de sostener los superávits fiscal y comercial, motores de la recuperación económica en los albores de la era K. Pero los estímulos al consumo no sólo permitieron que la macroeconomía se mantenga a flote en medio del temporal, sino que aceleraron, además, la movilidad social ascendente por tres vías: la creación de empleo, la recuperación del poder adquisitivo del salario y la incorporación al mercado de casi 4 millones de consumidores a través de la instauración de la Asignación Universal por Hijo, una medida de alto impacto social cuyos efectos benéficos serán aún más visibles en el futuro que en el presente.


El acceso al consumo como igualador social. En otros tiempos, la sola formulación hubiese detonado como una herejía en el pensamiento blindado de la izquierda local. Pero los tiempos, es evidente, no son los mismos. Y ese es quizás uno de los mayores aportes del kirchnerismo a la cultura política local: se puede ser flexible en los métodos, pero nunca en los objetivos.


En el caso de los K, el objetivo que guía sus acciones es igualar oportunidades en un país cruzado por las desigualdades. Para lograrlo, Cristina perpetuará la alianza policlasista que hasta aquí le permitió afrontar dificultades y asentar aciertos. Trabajadores organizados, empresarios, organizaciones sociales, un partido con vocación de gestión –el PJ– y nuevas generaciones de dirigentes seguirán integrando el dispositivo de un gobierno reformista que, por romper con la inercia histórica de la Argentina, adquirió rasgos revolucionarios. Al frente de ese proceso, la Presidenta deberá afrontar ahora la etapa más delicada de su proyecto: convertir las transformaciones de estos ocho años en políticas de Estado. Aunque el contexto internacional otra vez se presenta desfavorable, el contundente aval de las urnas le permitirá avanzar por ese camino con menos espinas internas que las que tuvo hasta aquí.


Eso es, precisamente, lo que no comprende la troupe de medios, periodistas, analistas y opositores que se empeñan en adjudicarle a Cristina un apetito voraz por el poder. O con “voluntad hegemónica”. Su marido ya lo había advertido con todas las letras cuando puso un pie en la Casa Rosada: “No vine hasta acá para dejar mis convicciones en la puerta”. Acostumbrado a líderes políticos maleables –cuando no pusilánimes–, el establishment creyó que aquellas eran palabras de ocasión. Que, más temprano que tarde, domarían a ese matrimonio sureño y usarían el gobierno como gestor de sus intereses. Cuando verificaron que la advertencia K se materializaba, se dedicaron entonces a machacar sobre las formas como un modo de invisibilizar el fin, que en el caso de los Kirchner es transformar el país de las injusticias en una patria para todos.


Resulta obvio que, para obtener semejante objetivo, es indispensable demoler algunos privilegios, conjurar inmunidades y derrumbar prejuicios. Tareas que, como en cualquier obra en construcción, provocan ruidos molestos. ¿O acaso es posible reducir a escombros lo viejo y edificar lo nuevo sin subir los decibeles? El silencio sólo habita en los cementerios.


La inevitable confrontación con el statu quo no implica, sin embargo, la intención de expulsar a unos para ubicar a otros. En la noche de la victoria, la propia Presidenta reelecta llamó a evitar “enfrentamientos innecesarios” y redoblar esfuerzos para que reine “la concordia entre los argentinos”. En las horas siguientes, los habituales profetas del caos pusieron en duda esas intenciones. “Cristina llegó al punto máximo. Ahora debe mover las piezas. Y en el armado del nuevo gobierno podrá verse si finalmente va por el diálogo o elige la confrontación”, escribió, por caso, el Editor General Adjunto de Clarín, Ricardo Roa. En su intento poco sutil de influir en la conformación del Gabinete, el editor dejó en claro que el factor de poder que representa sigue sumido en la misma confusión que lo arrastra a la decadencia: Clarín, como otros habitués del poder, concibe el diálogo como un acuerdo de cúpulas, como un ejercicio sectario. Todavía no acepta que, con los K, se sentaron a la mesa millares de actores históricamente relegados al papel de espectadores.


Esa multitudinaria irrupción de los nadies será, para Cristina, un blindaje y un corset a la vez: la Presidenta sabe que esa multitud que el domingo bailó y se emocionó con ella abrazará sus causas, entenderá sus métodos, se irritará ante las traiciones y gozará cada triunfo. Pero también será implacable custodio de aquel legado que expresó su marido: lo único imperdonable es olvidar las convicciones.

La noche de la victoria

Por F.M.

Apenas 15 minutos antes de las 20, el aire se había vuelto espeso en el subsuelo dos del Hotel Intercontinental: militantes, funcionarios, legisladores y periodistas habían desbordado el ambiente y sus respectivos salones. Nadie se quería perder el discurso de la presidenta electa.


Cristina Fernández arribó al hotel pasadas las 20 y se alojó en el piso 19 junto a su familia. Un piso más abajo estaban los ministros. Menos afortunados fueron los restantes invitados que debieron conformarse con un salón vip en el subsuelo donde estaba la prensa. Allí se pudo ver a Estela de Carlotto, Hebe de Bonafini y Alejandro Dolina, entre otros.


A las 21.30 llegó el momento más esperado: la Presidenta salió a escena y el subsuelo dos vibró a más no poder. A su lado, un escalón más abajo, estaba Amado Boudou, el vicepresidente electo. Apenas fue nombrado por Cristina, los militantes entonaron: “Y ya lo ve, es para Cobos que lo mira por TV”. Cristina emitió un discurso emotivo, en el que recordó a Néstor Kirchner y llamó a la unidad nacional. Y hasta retó a los militantes que chiflaron cuando le agradeció a Mauricio Macri su llamado: “No sean pequeñitos -les dijo-. En la victoria hay que ser más grande aún”. Para el cierre invitó a subir a sus hijos y a su nuera.

Minutos antes había anunciado sus próximos pasos: “Quiero ir a la plaza a saludar”. Allí, una multitud se iba agolpando para vivar el triunfo. Los militantes que se encontraban en el hotel festejaron la decisión tanto como la victoria, mientras cientos de papelitos volaban por el aire que quedaba del subsuelo, anunciando junto con “Dar es dar”, de Fito Páez, que el acto había concluido.


Las cuatro cuadras que separan el hotel de la Plaza de Mayo se convirtieron en un desfile carnavalesco: columnas militantes, banderas y hasta un colectivo de La Cámpora con una orquesta le pusieron color a la noche histórica.


Frente a una Casa Rosada iluminada, jóvenes de todas las edades y muchas familias escucharon el segundo discurso de la Presidenta. Tras la ovación sonó, cual metáfora, “Avanti morocha”, de Los Caballeros de la Quema. Con la música de fondo, la multitud se fue desconcentrando en forma escalonada. Mientas unos bajaban hacia la avenida Alem y otros surcaban las diagonales, los restantes se quedaban en la plaza festejando, captando en sus retinas un momento imborrable para sus vidas. Ni los bocinazos de la victoria, que se escuchaban media hora más tarde por el Bajo, lograron despabilarlos. Estaban en su noche soñada.

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Opiniones

Otra sensibilidad

Por José Natanson, politólogo, director de Le Monde Diplomatique

Se abre una etapa nueva. Hubo un primer kirchnerismo, desde el 2003 hasta la noche de la 125, que fue el de la reconstrucción de la autoridad presidencial, de la organización económica, de la creación de un orden nuevo en el peronismo. Hubo un segundo, con la derrota de la 125 y las legislativas del 2009 y que terminó el domingo. Fue un kirchnerismo de minoría intensa que se expandió con medidas como la AUH. Ahora comienza una tercera etapa, la oportunidad de generar políticas públicas con una sofisticación en su implementación. El llamado a la unidad nacional me pareció muy bueno. Cristina está demostrando tener una sensibilidad política diferente a la de Néstor.

Nunca menos

Por Carlos Girotti, sociólogo

El 23 de octubre ocurrió un voto masivo, incontrastable, una puesta en escena de la subjetividad popular. Todos los logros de los gobiernos de Néstor y Cristina posibilitaron recuperar la confianza en la política como instrumento de cambio, lo que puso de manifiesto una nueva subjetividad. Ahora intervendrán sujetos conscientes: la mayoría del pueblo sabe que tiene un piso, lo que se denomina Nunca menos. Esta concepción lleva a los nuevos actores políticos y sociales a profundizar el cambio y resignificar el sentido de la democracia. Ya no se puede pensar el panorama político de la Argentina sin contabilizar esta nueva subjetividad que se venía gestando desde el Bicentenario, las exequias de Kirchner y las primarias.

Profundizar el modelo

Por Ernesto Laclau, filósofo

Vivimos en un país distinto. Si esta vez no es posible llevar a cabo una pluralidad de proyectos de transformación, será falta nuestra. El Congreso va a acompañar al Gobierno y una serie de medidas progresivas van a poder implementarse porque existe una voluntad política de distintos sectores para llevar adelante los cambios. Pienso en la ley de tierras, en la necesidad de profundizar la institucionalización del Estado y su papel regulatorio, en las demandas culturales que deben extenderse, en la democratización plena del sistema de medios. En este nuevo período también deberá existir un proceso de ruptura mayor con el poder corporativo. Es hora de profundizar el modelo.

El motor industrial

Por Mario Rapoport, economista

Tenemos un contexto mundial que hay que tener en cuenta. Se trata de un contexto de crisis y recesión que no nos va a afectar tanto porque nuestro comercio no está dirigido a los países más ricos sino a los emergentes, que son los que seguirán creciendo. Desde el punto de vista interno, los indicadores son positivos. Nuestro crecimiento este año fue fuerte y así continuará, en la medida en que continúen las políticas macroeconómicas fuertes, que apuntan al proceso de industrialización como motor de este proceso. Aún faltan reformas importantes como la ley de inversiones financieras y el tema tributario. Va a ser un período en alguna medida tormentoso pero soy optmista.

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El hombre del cambio, por Luz Laici (para “Revista Veintitrés” del 27-10-11)


Néstor Kirchner, a un año de su muerte

Asumió la presidencia el 25 de mayo de 2003 y transformó la Argentina. Los éxitos de su gobierno y su rol durante el de CFK. Radiografía de un político que hizo historia.

"Todos los días, un poquito.” La máxima se repite en la boca de unos cuantos relatores de la época –que es esta época–, que tuvieron oportunidad de trabajar junto a él. Los del primer día y los que se sumaron con el paso del tiempo. No hay diferenciación entre unos y otros al momento de recordarla; todos se sirven de ella para graficar un estilo de trabajo, compromiso y persistencia que podían conocer pero pusieron en práctica por él, con él. Porque así, dicen, era Néstor.

El desembarco provino de Santa Cruz, seguramente mucho antes de lo que uno imagina que fue el desembarco. El mandato de las urnas, en una Argentina desconfiada de la utilidad de la política, había puesto a ese personaje desaliñado estéticamente en el segundo lugar de competencia que terminó definiéndose sin ballottage. Afuera Menem, adentro Kirchner. La resolución de la elección no aplacó el desconcierto ante el futuro, un sentimiento compartido que no requería de mayores explicaciones. Un desconcierto que también se mantuvo ante ese personaje que era posible caricaturizar de pingüino. Y que pocos conocían, pero fueron a saludar ese 25 de mayo de 2003, con ese alguito que quedaba de esperanza en la política, cuando el Congreso abrió sus puertas para el traspaso de mando presidencial.


Fue un día que no sería uno más.

"Por mandato popular, por comprensión histórica y por decisión política –dijo aquel presidente–, esta es la oportunidad de la transformación, del cambio cultural y moral que demanda la hora. Cambio es el nombre del futuro.”

Y el futuro fue el ahora. Y el ahora, la posibilidad de recuperar la política como herramienta de modificación de una realidad que había sido esquiva a los intereses de la mayoría.


La enumeración enfría el homenaje, pero inevitablemente grafica.


Kirchner cambió la Corte Suprema de Justicia de la Nación. De una adicta al menemismo, pasó a una que jerarquizó la institución que imparte justicia en la Argentina. Y fue por más: por primera vez en la historia, designó a mujeres en el máximo tribunal, como la doctora Elena Highton de Nolasco y la doctora Carmen Argibay.


Cambió el orden de importancia en términos de derechos. Un ejemplo: le ordenó al jefe del Ejército, Roberto Bendini, descolgar los cuadros de Jorge Rafael Videla y Roberto Bignone del Colegio Militar. Los pañuelos de Madres y Abuelas tenían que estar en alto. “Por convicción”, explicaron –y explican– algunos. “Por conveniencia”, lapidaron –y lapidan– otros. Las razones podrían alimentar eternos debates. Los hechos, en cambio, registraron –y registran– un orden de importancia que hasta entonces no había sido establecido con tanta claridad (salvo algunas excepciones, como sucedió durante el juicio a las juntas) desde el Estado argentino: que abajo se ubicaran los genocidas, quienes podían ser juzgados y condenados por su accionar durante la última dictadura, y arriba, las luchadoras pacíficas, incansables, implacables de la memoria, la verdad, la justicia.


Cambió la forma de relacionarse con las corporaciones, visibilizando la defensa de sus intereses privados, muchas veces contrarios al bienestar del pueblo, que había recuperado el acceso al trabajo, la educación, la dignidad. Un ayuda memoria sobre un acto en El Calafate, el 12 noviembre de 2004. Por entonces, ya había expresado:

“De los únicos que me siento empleado es de los argentinos, no de distintos grupos políticos o grupos sectoriales, y si me quieren agraviar o descalificar por eso, que lo hagan. La realidad les va a ir mostrando que van a tener que desarrollar capacidad de autocrítica porque acá nos hemos hecho y nos hacemos permanentemente la autocrítica todos los argentinos. Es hora de que algunos sectores que informan al pueblo argentino empiecen a hacerse la autocrítica en serio porque ellos también tienen que cambiar para ayudar a que la Argentina cambie, porque la responsabilidad de la caída de los argentinos fue de todos, algunos tuvieron más responsabilidad y otros menos (…) Es hora de que algunos integrantes del periodismo argentino empiecen a trabajar con la fuente calificada, porque el país requiere seriedad de los gobiernos pero también de los que informan.”

Otra frase para el recuerdo podría ser la que le dedicó al FMI, el 18 de abril de 2005, durante una visita oficial a Alemania:

“Hay vida después del Fondo Monetario Internacional –dijo el entonces presidente– y es una buena vida”.


La suya se fue un 27 de octubre de 2010. Se la había dedicado a la política, como intendente, gobernador, presidente, legislador, secretario general de la Unasur. “Es lindo soñar e imaginar un país mejor. Les dejo mi corazón de pingüino, un agradecimiento profundo. Lo que ustedes me acompañaron cuando me tocó ser presidente lo tengo grabado en mis retinas. Jugando, acompañando, dando batallas dificilísimas”, dijo en diciembre de 2009, ante un estadio colmado de jóvenes.

“Gracias Kirchner”, le escribió el pueblo como despedida.

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CRISTINA Y NÉSTOR, por Jorge Cicuttin (para “Revista Veintitrés” del 26-10-11)

Cómo narrar este pedazo de historia argentina que va de la asunción de un presidente con apenas el 22 por ciento de los votos –algo más de cuatro millones–, a la reelección de este domingo con el registro histórico del 54 por ciento –más de once millones– y una diferencia récord con sus seguidores.

Quizás a partir de ese flaco y alto de mocasines que llegó a la Casa Rosada desde una despoblada provincia patagónica para cambiar la historia. Para producir, corajeando, un viraje político que le permitió dejar la presidencia con el 70 por ciento de imagen positiva.

“Él es el gran fundador de la victoria”, dijo una emocionada Cristina Fernández de Kirchner, después de arrasar en las urnas.

Por los caprichos del almanaque, apenas cuatro días separan la contundente victoria de Cristina del primer aniversario de la muerte de Néstor Kirchner. Felicidad, emoción, dolor, recuerdo, todo se une en estos días. Y es lo que pretendemos mostrar en esta edición histórica de Veintitrés.

Una revista en homenaje a Kirchner.

Y también una revista que busca contar cómo una Presidenta retomó fuerzas después del boicot campero destituyente de 2008 y la caída electoral de 2009, y a través de un liderazgo fuerte, con una gestión excepcional y con medidas audaces e innovadoras, logró una victoria arrolladora, que atravesó todas las clases sociales.

Por supuesto que este 54 por ciento no se explica ni por el “viento de cola” ni por el llamado “efecto duelo”, tal como lo pretendió explicar una oposición tan furiosa como desorientada.

Ese sector de la oposición política y mediática que se quedó con la foto ajada de Mariano Grondona y Hugo Biolcati festejando una supuesta llegada al poder de Cleto Cobos.

Esos que no entendieron los masivos festejos del Bicentenario, sino que los vieron sólo como un problema a raíz de los cortes de calles.

Tampoco entendieron las manifestaciones de dolor popular ante la muerte de Néstor Kirchner. Y en este punto, el ejemplo más brutal es el de Lilita Carrió, quien públicamente dijo haber visto en el velatorio del ex presidente una puesta en escena de Fuerza Bruta.

Y así terminó. Este domingo la separaron más de once millones de votos de Cristina Fernández. Lilita quedó última y anticipando una suerte de resistencia desde la clandestinidad política.

Los invito a leer una edición histórica.

Habla del Cristinazo.

Habla de lo que nos dejó Néstor Kirchner.

Habla de esta Argentina y de la que viene.

De todos nosotros.

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