“Proceda”, palabra que sonó como orden en el corazón de la militancia más joven, de los viejos luchadores, de quienes estuvimos acostumbrados a las plazas y la represión más que al oficialismo o la batalla cultural desde el la do de adentro del mostrador. También fue la orden atenta que obedeció el General Roberto Bendini, para que descolgase el cuadro del dictador Jorge Rafael Videla.
Eso fue Néstor Kirchner.
Un hombre que nos convenció en el transcurrir desalineado de su gobierno de que pensar un mundo mejor no solo era posible, sino que hacerlo había dejado de ser parte del legado épico de las historias de otros tiempos, en los que nos refugiábamos.
No solo en los fríos números; por lo cierto rescatables, pues permitieron uno de los únicos traspasos exitosos del bastón de mando -solo comparable a la continuidad del Perón del 40 al del 50- con el 52 por ciento de crecimiento del PBI, la reducción de 11 puntos en la tasa de desocupación, el incremento del 230 por ciento en las reservas del Banco Central y la caída de 33 puntos en los índices de pobreza; sino por sobretodo por la modificación paradigmática de la forma de entender, vivir y discutir la “política”, el paso del individuo frente a la sociedad al sujeto proyectado en su contexto.
Entró a la historia por la “puerta grande”, como advirtió a un filosofo y amigo de Carta Abierta (pues no solo puso de pie a un país en términos económicos o genero militancia entre los jóvenes, también logro adhesiones en el mundo de la “inteligentsia” Gramsciana y el mundo artístico), comprendiendo el real valor de la desintegración social que el “que se vayan todos” significaba, el tambalearse de la democracia, los fantasmas de la autocracia.
Sin Estado, sin gobierno, sin ver las posibilidades de soñar, de pensarnos como país, como patria fue el escenario en el que comenzó, con el apoyo de dos de cada diez argentinos, para construir en seis meses una base de cerca del setenta por ciento de imagen positiva. Doblando la apuesta, dignificando la justicia, con una Corte Suprema de Justicia modelo, abriendo las puertas de la memoria en un continente marcado por el olvido, el supo entrar al corazón de las madres y abuelas de todos, con memoria y justicia; con la verdad frente a un dolor que parecía eterno.
Con mas monedas que provincias consolidó la economía, con el principio de “vivir con lo nuestro”, que desarrollara el economista Aldo Ferrer. Actualizo el ejercicio de sustitución de importaciones, con la utilización de una tasa de cambio competitiva para el desarrollo industrial y las exportaciones, con un Estado presente y fuerte, regulador, no crédulo de las teorías de la “mano invisible” o el “derrame”, que solo fortalecieron a los menos e in visibilizaron a los invisibles, postergados de la historia. Incluso en ello fue revolucionario, pues recupero el lugar del “derrotado” económico y desde allí pensé la economía Argentina, recuperando soberanía económica, frente al FMI o el Banco Mundial y la encrucijada del default (hoy Cristina Fernández de Kirchner profundiza aun mas y hace lo suyo con el Club de Paris), con la fortaleza de la recuperación de reservas para enfrentar a los capitales usureros y la fuga de capitales.
El aumento de la demanda agregado, por el incremento del gasto publico, en un circulo virtuoso de utilización del estimulo de la obra publica o el subsidiar servicios y la generación de empleo, que permitió, junto con la modificación de la balanza comercial por el tipo de cambio y las tasas competitivas, que se recuperará el poder adquisitivo de los salarios, aniquilados por la mega devaluación del 2001-2002.
Un pueblo que se sentía derrotado, con millones de desempleados, hogares destrozados por la falta de trabajo, falta de fe individual y colectiva lo extrañaran.
Las banderas de su pensamiento, plasmado en gobierno, hoy su herencia; son soberanía económica, memoria con justicia y militancia.
Logro reparar a las victimas de las dos últimas –y más duras dictaduras que atravesó la Argentina: la del Terrorismo de Estado y el genocidio económico de los ´90.
“La sangre derramada no será negociada” recordó en una encrucijada de la historia, en la que la represión militar y la oficial se cruzaron en los finales de los gobiernos del radical Fernando de la Rúa y Eduardo Duhalde, por ello hizo cesar la violencia represiva, que minimizó a niveles únicos en la historia y mantuvo permitiendo un grado de movilización altísimo, que a menudo le jugó en contra.
La disolución de la Corte Suprema menemista por una ejemplar e independiente, la derogación de las leyes del olvido y la impunidad, bajar el cuadro de Videla, hacer de la ESMA un espacio de memoria viva junto a las organización sociales, en la relación más estrecha que alguna vez tubo un gobierno con los organismos de derechos humanos son parte del mismo fuego, aquel fuego que será difícil de apagar. Conquistas culturales del pueblo que lo lloró y despidió, de las madres, abuelas, hijos y nietos recuperados en identidad.
La recuperación de la caja mas importante de la seguridad social, que se encontraba en manos de la Patria Financiera, le permitió, entre otras cosas ampliar la masa de jubilados, que al día de la fecha han visto aumentarse en más de dos millones, con un aumento de la media del 238 por ciento, con dos aumentos por años garantizados por ley y un plus para las fiestas, para una navidad para todos.
Salió de la política de la negociación de las almas, pues entendió que para redistribuir había que tocar intereses, recibiendo criticas y pronósticos apocalípticos, con la corporación mediática y otros grupos concentrados de la economía, desde la Ley de Enfiteusis de Rivadavia hasta la fecha, en contra.
Una gran dirigente de las comunidades de los pueblos originarios del norte supo resumir el sentimiento de los sin voz del cuarto de siglo que le precedió, al decir: “¿por que la primavera para los pobres dura tan poco?”, por que el “pingüino” (como al mismo le gustaba que lo llamasen), los puso en el centro de la escena al replantear las políticas públicas, en aras de la satisfacción de las necesidades primarias, la posibilidad de acceder a bienes necesarios o algo suntuarios y al trabajo.
Así, marcó su camino hacia la popularidad, con grandeza y humildad, con amor y justicia social y, por sobre todo, con lealtad, no dejando en la puerta de la Casa Rosada ni uno solo de sus ideales, de sus convicciones, ni de su sentir peronista.
El histórico, durante mucho tiempo negado, Consejo del Salario, las convenciones colectivas anuales -siempre en alza- las reformas laborales progresivas, la consolidación del sistema jubilatorio forman un haz de aportes innegables.
El sueño de la Patria Grande, la realidad del UNASUR, el no al ALCA y la consigna “América Latina, ahora o nunca”, son otro innegable legado y un vacío difícil de llenar. Solo él, gran estadista, supo traccionar a los países Latinoamericanos en la génesis de una herramienta política que permitió destrabar conflictos, definir a la región por la democracia y la paz y negociar de igual a igual con las potencias del Norte. Como secretario general del bloque –UNASUR- intervino en emergencias naturales, intentos de golpes de Estado y disputas entre países, tal fue su presencia, que sus pares lo eligieron por una unanimidad en el cargo político más alto de la estructura y lo recordaron como “un líder clave en la construcción de una región sin exclusiones”. Vale poner de manifiesto que en la IV Reunión Cumbre Ordinaria de UNASUR, que se iba a realizar con su conducción, el 26 de noviembre, estaba previsto que se firmará, por su impulso, la denominada “Cláusula Democrática”, instrumento por el que se busca evitar cualquier golpe de Estado.
El inventario se hace interminable
Las victorias de su gobierno, o las de su amada Compañera y actual Presidenta Cristina Fernández de Kirchner, no son patrimonio eterno del pueblo argentino, como no lo fue la Constitución del ´49 o la nacionalización de la banca, en lo que a términos económicos refiere; pero el hondo calar de esa modificación de paradigma, de lo que culturalmente significaron gestos como “proceda”, serán muy difícil de borrar en la memoria del pueblo.
Durante la dictadura de Ongania, primero, hasta las formas del neoliberalismo o neocapitalismo, que en la Argentina tomaron la silueta de diez años de menemato, pasando por la mas horrorosa de las dictaduras que en esta parte del continente se recuerde (la de aquel personaje del cuadro) dejaron una marca significativa en el país y las formas de pensarse como pueblo: una profunda desintegración social, un “sálvese quien pueda”, pensar que los individuos atomizados podrían modificar “en soledad” su destino.
Los caminos de la justicia social, del compromiso, del amor al otro, de sabernos parte de un mundo mejor posible, son las puertas que él nos abrió.
El luchó, y seguirá luchando en su legado, nos hizo luchar al devolvernos la esperanza, la conciencia de futuro; él, el otro de la historia, el negado, recuperó la voz y hoy lucha; pero mientras esto pasa…ellos temen.
Juan Manuel Frangoulis – Presidente “Fundación Derecho a mis Derechos”
Publicado en :
http://www.eldiario24.com/nota.php?id=211364
repito y reitero repito y reitero
ResponderEliminaren lo que debemos trabajar es en el cambio de pensamiento... es difícil pero se puede
sí se puede
sí se puede!
jejejeje
abrazos