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domingo, 25 de septiembre de 2011

EL DESAFÍO DE CONDUCIR SU FUERZA POLÍTICA , POR GERARDO CODINA (PARA “REDACCIÓN POPULAR”)



Por Gerardo Codina


Pocas veces en la historia los argentinos gozamos de tanta certidumbre respecto de nuestros destinos políticos inmediatos. A menos de un mes de las elecciones presidenciales del 23 de octubre, si algún debate permanece es cuántos votos reunirá la casi segura segunda fuerza, el Frente Amplio Progresista, del santafesino Hermes Binner. Todos anticipan sin embargo, que quedará bien lejos de la candidata oficialista a la reelección, Cristina Fernández de Kirchner, que superará su propia marca en las primarias abiertas.
Los otros candidatos más bien se desmoronan, vapuleados por sus propias torpezas y por la sucesión de éxitos oficiales. Padecen además las zancadillas de los que no quieren ser socios de derrotas seguras y las deserciones de los que se corren, para preservar sus espacios locales.
Así las cosas, a un mes de las elecciones el clima es postelectoral. Lejos del fragor de las campañas típicas, el mundo político se volvió introspectivo y reflexiona sobre el porvenir futuro. Una cosa es evidente. Cristina ha logrado colocarse en el centro del escenario y nada amenaza en lo inmediato esa situación. Esta estabilidad política atípica es expresión de un vigoroso proceso de recuperación económica, inaugurado en 2003, que sostiene una notable expansión del producto y del bienestar, como no se registra otra en la historia nacional, en llamativo contraste con los padecimientos actuales del Primer Mundo.
Nada es eterno, sin embargo. Es claro que a partir del 24 de octubre, comenzará la carrera por la sucesión de Cristina Fernández. ¿En qué medida podrá ella conservar ese gran poder el tiempo suficiente para ser un factor gravitante, sino decisivo, en la definición del siguiente período de gobierno nacional?
Claro que falta mucho para resolver el enigma. Pero no es menos cierto que está planteado. También importa develar qué fuerzas podrían alterar esta estabilidad extraordinaria y la centralidad de nuestra Presidenta en el actual cuadro de situación.
En el plano interno, una sola fuerza política aparece con plena vigencia nacional. El peronismo y sus aliados son el único dispositivo de poder político con capacidad para asumir democráticamente el gobierno a nivel nacional y en la abrumadora mayoría de las provincias e intendencias del país. Este peronismo, galvanizado por el liderazgo de Cristina y renovado doctrinariamente por la obra de su gobierno y el de Néstor Kirchner, se afirma en un intenso poder territorial y en la capacidad de construir vínculos políticos estables con los sectores sociales más asociados a su modelo de desarrollo con inclusión social; factores dinámicos del crecimiento sin parangón en más de un siglo de la economía nacional. Los trabajadores organizados y los pequeños y medianos empresarios, urbanos y agrarios, se perfilan con mayor claridad como los actores sociales del proceso de reconstrucción iniciado por el kirchnerismo.
Ningún otro espacio tiene esos atributos. Superada la elección de octubre, las demás fuerzas políticas deberán trabajar arduamente para procurar ser visualizadas por la sociedad como alternativas posibles en el orden nacional. El peronismo disidente, que fogoneó con entusiasmo la corporación mediática, sufrirá el impacto de una diáspora previsible, ordenada por el realismo político. El radicalismo deberá encontrar nuevos liderazgos mientras trata de detener su lento proceso de liquidación. El espacio referenciado en Binner, deberá alcanzar un implante nacional, cuya carencia actual lo arrincona como fuerza testimonial. Otro tanto le pasa al macrismo, confirmado en este turno como una fuerza de proyección local, cierto que en la capital nacional.
Así las cosas, pareciera que el oficialismo no tendría mayores dificultades que las que se auto inflija para solventar los próximos años y gestar una alternativa sucesoria en su propia cuna. Los coletazos de la crisis internacional que pudieran venir, aunque son improbables y estarán mediados por la región de la que somos parte, en principio reforzarán la autoridad presidencial. Nadie cambia de capitán en medio de una tormenta.
Pero no se trata sólo del peronismo. Está también la voluntad de perdurar del kirchnerismo, como expresión contemporánea de ese movimiento. Si hasta aquí la continuidad del proyecto político tuvo que ver con la alternancia de una pareja de destacados dirigentes unidos en la vida y en la arena política, la muerte de Néstor Kirchner cerró ese ciclo, que él imaginaba y postulaba.
Despojada en cuatro años del poder político del Estado, es difícil imaginar a Cristina retirada de las lides políticas. La lógica indica que renovar, reforzar y conducir su partido, como plataforma para sustentar un grado de presencia decisivo en la etapa siguiente a su sucesión, debiera ser su divisa. ¿Será ese su proyecto?


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