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jueves, 18 de agosto de 2011

Cristina conjugó el liderazgo racional con el emocional, por Ignacio Ramírez (para "Tiempo Argentino" del 18-08-11)





Publicado en TIEMPO ARGENTINO el 18 de Agosto de 2011
Por Ignacio Ramírez


Sociólogo y analista de opinión pública de Ibarómetro.



Todos atrás del mismo interrogante: ¿por qué ganó Cristina? Desde la perspectiva de estudios de opinión pública, la pregunta nos remite a las causas del comportamiento electoral, clásico enigma de las ciencias sociales.


La reflexión sobre las causas del voto suele preguntarse si las decisiones electorales se toman en función de intereses económicos o más bien a partir de adhesiones ideológicas.


Otro de los ejes de análisis cuestiona la importancia de las identidades políticas: ¿Siguen importando o en realidad el voto surge de identificaciones personales con líderes? Sigamos con la anatomía del voto: ¿Se trata de una decisión libre, autónoma o más bien de una decisión inducida, manipulada por agentes exteriores como los medios, los líderes de opinión, amigos, los padres o los jefes?


Sin pretender responder todas las preguntas cabe señalar que cada elección electoral, cada voto, es el resultado de un proceso en el que intervienen el conocimiento y también el desconocimiento, los sentimientos, las convicciones, los prejuicios, el razonamiento, el cálculo, la memoria y el olvido. Un verdadero laberinto decisorio en el que no resulta sencillo reconstruir el camino que conduce a la salida.


Los resultados de un trabajo que realizamos en Ibarómetro –una encuesta nacional de 1000 casos realizada una semana antes de las elecciones primarias– aportan al menos una brújula para orientarnos en este laberinto.


Consultados acerca de la causa principal por la cual tenían pensado votar por Cristina Fernández de Kirchner, sus votantes se repartieron entre las siguientes cuatro respuestas.


En primer lugar, los datos sabotean cualquier intento de explicación unidimensional que deduzca el voto a Cristina desde una única causa. Los hallazgos son incompatibles con los habituales titulares periodísticos del tipo “el voto cuota”, “el voto duelo”; aquellos títulos que conceptualizan la causa que predomina en una victoria electoral. En la intención de voto de la presidenta confluyen grupos de votantes motivados por causas diversas. De cualquier forma, pueden reconocerse distintos grados de impacto.




En primer lugar, está el voto económico, de composición más compleja de lo que habitualmente se cree. Este componente pone en juego una adhesión conceptual a la idea de un Estado que interviene activamente sobre la economía. Y tiene también un ingrediente emocional, especialmente entre los jóvenes, ya que debajo de la percepción de una economía en crecimiento germina la esperanza de un futuro mejor. En síntesis, no se trata sólo de “la visera más sensible”.




En segundo lugar, el liderazgo de Cristina Fernández de Kirchner, apoyado sobre una virtuosa combinación de aspectos racionales –ligados a lo que se percibe como su jerarquía intelectual– y aspectos simbólicos y sentimentales, concernientes a dos valores que tiñen su figura: el coraje y la fuerza.




El tercer lugar surge la adhesión ideológica, que entraña un encolumnamiento de formato militante. Este segmento tiene una importancia cualitativa superior a su peso cuantitativo, ya que contribuye a que el kirchnerismo adopte contornos definidos, una identidad; rasgo que el propio el editorialista del diario La Nación, Carlos Pagni, ha definido como uno de los principales activos del kirchnerismo.




En último lugar aparece el voto negativo, al que se llega con resignación y por descarte.




Una de las primeras conclusiones que pueden pasarse en limpio del análisis presentado radica en la naturaleza esencialmente positiva del voto por Cristina Fernández de Kirchner. Será por eso tal vez que la frase “el menos malo” se ha escuchado muy poco durante esta campaña.







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