Arriba : Javier González Fraga. Sus ideas llevarían a revaluar el peso, casualmente lo que necesita el FMI.
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GONZALEZ FRAGA Y EL DEBATE RADICAL SOBRE DOLAR Y SALARIOS
El acuerdo con el Peornismo Opositor y la incorporación de González Fraga a la fórmula con Alfonsín contradicen las formulaciones del equipo económico del candidato. Mientras JFG habla de apreciar el peso, bajar las retenciones y volver a endeudarse, Adrián Ramos señala al atraso cambiario. Es un nuevo rostro de la vieja pugna entre devaluacionistas y dolarizadores. La única coincidencia es el ajuste de los salarios, un clásico del radicalismo, desde Alfonsín I a De la Rúa.
Por Horacio Verbitsky, para “Página 12”.
Como en los meses finales de las presidencias de Carlos Menem y Fernando de la Rúa, la pugna por el tipo de cambio vuelve a instalarse en el centro de la escena política, aunque por ahora no haya tenido reflejo en la prensa. La novedad es que ese debate entre depreciar o apreciar la moneda en relación con el dólar no enfrenta a distintas opciones electorales sino que se ha instalado en el corazón del principal agrupamiento de la oposición, con la imaginable constelación de consecuencias opuestas que tiene cada alternativa. Mientras el candidato a la vicepresidencia Javier González Fraga se pronuncia por la flotación del tipo de cambio, el anunciado ministro de Economía del hipotético presidente Ricardo Alfonsín, Adrián Ramos, sostiene que el dólar se apreció 30 por ciento en los últimos dos años, lo cual es insostenible. Dicho en términos de comprensión obvia: mientras uno pone el guiño a la derecha, el otro gira a la izquierda (sin alusiones a la disposición de las bancas en la Asamblea Nacional francesa). Más temprano que tarde, Alfonsín deberá elegir.
Mostrar los dientes
El pensamiento de JGF es más o menos conocido. De Adrián Ramos sólo se sabe algo en el ambiente académico. Si se coloca su nombre en un buscador, se encuentra la biografía de un futbolista colombiano que hace goles en Alemania y sonríe con plenitud de dientes blancos en su rostro moreno. Recién en páginas posteriores aparece el joven economista que acaba de cumplir 42 años, es licenciado en Economía en la Universidad Nacional de Buenos Aires y tiene un masters de la London School de Economía y Cencias Políticas. Y lo que puede leerse allí habla menos de él que de la interventora del INDEC, Ana María Edwin. La información cuenta que en mayo de 2010, Edwin se reunió con el decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad de Buenos Aires y el grupo de Monitoreo y Evaluación del INDEC para transmitirles una opinión y una solicitud: no sería bueno que el documento crítico de las universidades públicas se difundiera en pleno proceso de canje del remanente de la deuda externa y antes de emitirlo deberían escuchar a la dirección técnica del organismo, para que explicara cómo se elaboran las estadísticas y respondiera todas las preguntas. Una vez que acordaron la visita de Norberto Itzcovich a la Facultad para ese fin, Edwin preguntó por qué había faltado al encuentro Adrián Ramos. Le contestaron que acababan de operarlo por un cáncer de pulmón. “El que las hace las paga”, comentó Edwin. Esto generó el enésimo escándalo en torno de la intervención del INDEC. Dos semanas después, cuando volvieron a reunirse, Itzcovich no apareció solo sino con Edwin. Parte de los veinte profesores de la Facultad que debían participar de la reunión lo consideraron una provocación y el encuentro fue cancelado. El Consejo Académico de Evaluación y Seguimiento está formado por las universidades nacionales de Buenos Aires, Mar del Plata, Rosario, Tres de Febrero y Tucumán, cada una de las cuales formó su propio equipo. El de la UBA se compuso con cuatro representantes de Económicas, dos de Sociales, dos de Exactas y uno de Derecho. Ramos era uno de los cuatro profesores que representaban a Económicas. El centro de estudiantes repudió a Edwin y se solidarizó con Ramos. Para terminar de descifrar el episodio: Ramos es un militante histórico del radicalismo, ya entonces muy próximo al precandidato presidencial Ricardo Alfonsín, y el centro de estudiantes estaba en manos de Franja Morada, el brazo universitario de la UCR.
Los treinta
Integrante del Equipo de Economía del Instituto Radical de Políticas Públicas, Ramos recibió el encargo de Alfonsín de coordinar sus equipos técnicos, integrados por treinta economistas. Comenzó a trabajar allí cuando el hijo del ex presidente se preparaba para competir en las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias con el vicepresidente Julio Cobos y el entonces presidente del partido, Ernesto Sanz. Para asumir esta responsabilidad al lado de Alfonsín, Ramos pidió licencia en la keynesiana Comisión Económica para América Latina y el Caribe de las Naciones Unidas (CEPAL), donde era director adjunto. Como no se la concedieron, debió renunciar. Quienes trabajaron allí con él durante más de diez años lo describen como un hombre amable y cálido, muy trabajador y buen compañero, lo cual explica la indignada reacción ante el exabrupto de Edwin. Coherente con el pensamiento cepalino, Ramos ha publicado diversas investigaciones sobre la industria. El acercamiento de Alfonsín al candidato a la gobernación bonaerense del Peornismo Opositor, Francisco De Narváez, no sólo cerró la posibilidad de un entendimiento con el líder socialista Hermes Binner, quien en vez de apoyarlo decidió competir con él en una alianza que completan las fuerzas que acompañan a Pino Solanas, Luis Juez, Víctor De Gennaro y Margarita Stolbizer. También conmocionó a las propias filas radicales, donde no todos habían imaginado que Alfonsín podría virar desde posiciones socialdemócratas hacia el liberalismo económico. Los mendocinos Cobos y Sanz representaban las opciones más conservadoras pero su desistimiento no fortaleció la posición adversa, sino todo lo contrario. La semana pasada un diplomático de paso por Buenos Aires preguntó con ingenuidad por qué para acercarse al Peornismo Opositor Alfonsín había preferido acordar con De Narváez y no con, por ejemplo, el ex gobernador Felipe Solá, que lo siguió en la lista triunfante en las legislativas de 2009. “Porque De Narváez pone quince millones de pesos”, fue la breve respuesta. Detrás suyo llegó González Fraga, con quien el empresario colombiano trabaja desde que decidió pasar de los negocios a la Fundación Unidos del Sur, paso inicial de su carrera política. Para Ramos y el bienintencionado progresismo radical fue un baldazo de agua en mitad de la noche. Durante sus primeros días como candidato, González Fraga trató de soslayar los temas de su especialidad y dijo que los grandes problemas argentinos no eran económicos sino institucionales. Si así fuera no se entendería por qué Alfonsín no prefirió un politólogo o un constitucionalista, mejor capacitados para el diseño institucional. Este sinsentido no podía prolongarse dado que su designación tuvo el objetivo principal de disipar o al menos atenuar los temores que suscita en el electorado cualquier candidato radical y muchos más si se llama Alfonsín. En este sentido el esquema es parecido al que los radicales siguieron en la anterior elección presidencial, cuando se encolumnaron detrás de Roberto Lavagna, el ministro de Economía durante el interinato presidencial del senador Eduardo Duhalde y durante los dos primeros años de gobierno de Néstor Kirchner.
Ofrenda al mercado
El último presidente radical que concluyó el mandato para el que lo eligieron fue Marcelo Alvear, quien asumió hace 89 años. Los tres siguientes (Hipólito Yrigoyen, Arturo Frondizi y Arturo Illia) fueron derrocados por golpes militares y los dos últimos (Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa) renunciaron en medio de violentas conmociones sociales y default de la deuda soberana ambos, con hiperinflación en un caso y depresión en el otro. Dados estos antecedentes, que los rivales ni siquiera necesitan recordar durante la campaña, la inclusión de González Fraga en la fórmula es una ofrenda a los mercados. JGF es un especialista en finanzas y economía agropecuaria, teórica y práctica, y sus propuestas son bien conocidas: independencia del Banco Central, flotación del tipo de cambio y reducción de las retenciones a la exportación de soja e hidrocarburos, que no deberían pasar del 10 por ciento. Estas son expresiones pudorosas para que las comprendan los entendidos y no se alarmen los legos. Significan permitir que el valor del peso lo fijen la oferta y la demanda, sin intervención de la autoridad monetaria, lo cual con el diluvio de dólares que ingresan en estos tiempos de grandes cosechas con precios de los commodities en alza y sin siquiera la moderación que implican las retenciones provocaría una fuerte apreciación del peso. Ése es el camino que ha elegido Brasil durante la presidencia de Lula Da Silva, cuyas consecuencias están ensombreciendo los primeros meses del gobierno de Dilma Rousseff. Su gobierno aumentó cuatro veces en lo que va del año la tasa de referencia con el propósito de contener la inflación (mucho más baja allí que en la Argentina) pero esto incrementa el ingreso de capitales golondrina que buscan una ganancia segura en dólares, lo cual al mismo tiempo desacelera el crecimiento, aprecia el real e incrementa la deuda pública, lo cual a su vez presiona por nuevas elevaciones de la tasa de interés y desequilibra la balanza comercial. Lo mismo ocurre en Chile y Colombia, que con tanta frecuencia son ofrecidos como modelo. El actual gobierno argentino está resistiendo lo mejor que puede esa tendencia mundial que, combinada con el acelerado taxímetro de los precios al consumidor y sin espacio político para elevar las retenciones, genera una presión importadora que se contiene en forma transitoria con frenos para arancelarios y a más largo plazo mediante negociaciones con los principales socios comerciales y con las empresas para compensar esa tendencia. Ambas herramientas se complementan: Comercio Interior puede arrojar ceniza volcánica en la ruta de ingreso de ciertos productos mientras Industria negocia para que en vez de importarse se produzcan en el país, como es el caso de los smartphones de Research in Motion, los apetecidos Blackberry.
Un austero frío
Esta semana, durante su visita a la Bolsa de Comercio de Buenos Aires, de la que González Fraga fue vicepresidente antes de ser designado al frente del Banco Central, Alfonsín expuso el control de la inflación como su prioridad económica. Dentro de un planteo muy general dijo que se proponía bajarla en forma gradual, con austeridad pero sin enfriar la economía, sin que nadie le señalara la contradicción. En un involuntario tributo a la política oficial el candidato de la UCR dijo que el gobierno pagaba el alto gasto público con las retenciones. (La inversión estatal es uno de los motores más poderosos del sostenido crecimiento macroeconómico de los últimos años. Sin las retenciones ese motor se detendría). Adrián Ramos lo complementó: la apreciación del peso en 30 por ciento en dos años “es insostenible”. No habló en forma explícita de devaluación, sino de instrumentos fiscales, monetarios y salariales, que no impliquen ajuste. En un reportaje concedido hace tres meses a este diario, Ramos también suscitó la cuestión. “La inflación está en 25 por ciento por lo menos. Eso se asocia con otro tema. La tasa de devaluación esperada para el año es del 5 por ciento. Es decir que se producirá una apreciación del peso del 20 por ciento, que es el nivel que también se registró en 2010. Eso se soporta en el corto plazo, pero a mediano plazo es insostenible”. Ante una pregunta de David Cufré se negó a estimar el nivel adecuado de la cotización del dólar. Dijo que era difícil saber cuál es el tipo de cambio de equilibrio pero que “la utilización del ancla cambiaria para la política antiinflacionaria es inconsistente en el mediano plazo”. Pero a diferencia de González Fraga opinó que no deberían modificarse las retenciones a los hidrocarburos y a la soja, punto en el que Alfonsín ya lo desmintió, laudando a favor de su compañero de fórmula. En varios reportajes concedidos en estos días en los que le preguntaron por esta columna del domingo pasado, González Fraga admitió que su propuesta consistía en reemplazar las retenciones por un nuevo endeudamiento estatal, pero aclaró que “es una propuesta mía, no es del partido radical. A mí no me han convocado a ser ministro de Economía, y éste no es el tema central de mi actividad en la campaña”. Si esto fuera así habría que prepararse para escuchar las explicaciones de este apreciado especialista en valores y finanzas sobre los juicios por crímenes de lesa humanidad, la conformación del Consejo de la Magistratura, la libertad de expresión y el funcionamiento del Congreso. Mientras este prodigio no suceda, el precario punto de acuerdo entre el economista que aspira a la vicepresidencia y el que conduce los cuadros técnicos alfonsinianos es el combate contra el salario, es decir un clásico del radicalismo postdictatorial en el gobierno.
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