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domingo, 19 de junio de 2011

ES ELLA, por Eduardo Anguita (para "Miradas al Sur" del 19-06-11)

El pulso de la semana: Es ella

Miradas al Sur. Año 4. Edición número 160. Domingo 19 de junio de 2011

Por Eduardo Anguita

eanguita@miradasalsur.com


Esta semana se oficializará. Cristina Fernández de Kirchner lanzará su candidatura. Y esto ya no es especulación, sino la mera lectura de la ley electoral, de la cual se deduce que el sábado 25 vence el plazo para la inscripción de las listas de precandidatos para las elecciones nacionales del 23 de octubre. Estos días serán de muchos cabildeos porque, además de saber quién acompañará a la Presidenta, el Frente para la Victoria (FpV) deberá inscribir los precandidatos a cubrir parte de los 130 asientos que se renovarán en la Cámara de Diputados en los 25 distritos del país, así como los 24 que deberán cubrirse en el Senado por la renovación de las bancas de Buenos Aires, Formosa, Jujuy, La Rioja, Misiones, San Juan, San Luis y Santa Cruz.
En julio de 2005, cuando oficializó su candidatura a senadora, Cristina lo hizo en el Teatro Argentino de La Plata, su ciudad natal. En julio de 2007, también en julio, se lanzó desde el Teatro Argentino. Las instalaciones de ese teatro ya fueron reservadas en previsión de que la Presidenta quiera repetir. En 2005 obtuvo casi el 50% de los votos. En 2007, el 45,29%. Los encuestadores y analistas de opinión pública afirman que si los comicios presidenciales fueran ahora ése sería el piso de los votos. A su vez, todos los sondeos confirman que ningún candidato a acompañarla en la fórmula le agrega votos. Sin embargo, no cabe duda de que el kirchnerismo buscará potenciar al máximo las adhesiones en los comicios para lograr mayoría en ambas cámaras, cosa no sencilla porque las bancas de diputados que se renuevan son las de 2007, donde el oficialismo obtuvo 78, lo cual le sumaba 13 a las que ya tenía y le permitía lograr la mayoría absoluta. Luego, con la magra elección de 2009, el FpV perdía una veintena de bancas en Diputados y también cuatro en el Senado. Esto es, en ningún escenario, ni el más optimista para el oficialismo, un nuevo mandato de Cristina Fernández de Kirchner será con mayoría simple en ambas cámaras. Es decir, la profundización del modelo, que requiere del tratamiento y votación de muchas leyes, descansará en contar con primeras minorías fuertes más la búsqueda de aliados.
En ese sentido, los sectores políticos opositores deberían sacar alguna conclusión de haber acompañado la estrategia de los dueños de La Nación y Clarín que intentaron hacerle creer a un sector de la población que existía “la oposición” que después tomó el inexplicable nombre de “Grupo A”. La realidad actual es que las otras siete fórmulas que quedaron inscriptas para las elecciones de octubre llegaron con gravísimas dificultades. Salvo el Partido Obrero (que vuelve a estar aliado a otros dos grupos de izquierda) y Elisa Carrió –que va sin ningún tipo de aliados– el resto de los candidatos lograron alianzas muy frágiles. En el caso de Ricardo Alfonsín, por la escasa afinidad ideológica entre los radicales y los seguidores de Francisco De Narváez. En el caso de los socialistas, porque el Frente Amplio Progresista adelgazó apenas 72 horas después de lanzarse ya que Proyecto Sur se inscribió en soledad, cuando Fernando Solanas sufrió un temblor en sus filas al resignar que Víctor De Genaro fuera el compañero de fórmula de Hermes Binner. Por último, la esperanza blanca del peronismo, de la que tanto hablaron La Nación y Clarín, quedó reducida a dos oscuras listas, la de Alberto Rodríguez Saá, que no tiene quién lo acompañe y la de Eduardo Duhalde, que por ahora lleva de compañero a Mario Das Neves, quien perdió hasta el apoyo de su delfín en Chubut, el gobernador electo Martín Buzzi.

Magnetto, el gran elector. Debe reconocerse la habilidad del CEO de Clarín. Hasta el 26 de octubre de 2007 logró influir en el armado político de casi todas las fuerzas políticas. Hasta entonces, el monopolio alternaba noticias ciertas con otras destinadas a extorsionar al presidente Néstor Kirchner. El mismo domingo de las elecciones, con veda mediante, aquel 27 de octubre, Clarín titulaba: “Hay clima de segunda vuelta”. La realidad era que Cristina ganaba en primera vuelta por los dos motivos que nuestro sistema electoral hacía que no hubiera ballottage: por obtener más del 45% de los votos positivos y por tener más de 10 puntos de distancia de quien la secundó, que aquella vez fue Elisa Carrió con el 23%. El tercero en aquella oportunidad fue Roberto Lavagna, que obtuvo el 17% de los votos. Es decir, hasta el día de los comicios, el CEO de Clarín tenía una relación aceitada con el oficialismo y participaba de modo decisivo en las decisiones de Carrió y Lavagna. Conviene recordar que el principal nexo con Clarín era Alberto Fernández, entonces jefe de Gabinete. Desde ya, no fijaba la estrategia, ya que esta corría por cuenta de Néstor Kirchner, pero Fernández tenía una visión corporativa de la política que le permitía ser parte del equipo chico de Kirchner y, al mismo tiempo, ser el principal interlocutor de Clarín y Techint, entre otras grandes empresas acostumbradas a colocar ministros y secretarios de Estado. El caso de Fernández es interesante, no para demonizarlo, sino para observar cómo cambió la percepción de lo que es la política en la sociedad argentina y cómo algunos dirigentes perdieron el rumbo quizá sin advertir esos cambios y no sólo por afinidad ideológica con las corporaciones.
En efecto, la pregunta que cualquier observador debe hacerse es ¿por qué Cristina Fernández de Kirchner obtuvo el 45,2% de los votos con Clarín y La Nación –bastante– a favor y ahora ése es el piso de intención de voto para los próximos comicios con la mayoría de los grupos mediáticos ferozmente en contra? La primera lectura es que se cae la profecía autocumplida de que no podía competirse electoralmente sin el apoyo de los dueños de los medios. Pero eso, aunque parcialmente cierto, deja de lado el componente principal de esta etapa de la vida política argentina y latinoamericana que vive un cambio formidable. La identificación con las causas sociales y de derechos humanos, el crecimiento económico y los programas de inclusión social llevaron a que el protagonismo popular pasara de la simple adhesión a la incorporación creciente a partidos políticos, sindicatos y movimientos sociales.
En estos años, el kirchnerismo fue la única fuerza que apostó en esta dirección. Y no sólo al peronismo, sino a una cantidad significativa de aliados. Como ejemplo, esta semana, quienes se presentaron como voceros del llamado operativo clamor –la reelección de Cristina– fueron Jorge Sapag, del Movimiento Popular Neuquino, reelecto gobernador; Martín Sabbatella, de Nuevo Encuentro, quien limó asperezas con Daniel Scioli al decidir que no presentará candidatos propios a diputados nacionales, sino que irá con los del Frente para la Victoria en la provincia de Buenos Aires, el principal distrito electoral, y Eduardo Accastello, el radical intendente de Villa María. Pero más allá de ciertas figuras significativas, lo que cambió en el escenario político es que el kirchnerismo logró enamorar a la juventud, consolidar la identidad de los trabajadores y los sectores populares. Además, se da un fenómeno interesante: la fórmula Hermes Binner-Norma Morandini tiene un perfil nada anti-K. Por el contrario, el mismo Binner se ocupó de defender la política de Derechos Humanos del Gobierno y de tomar distancia de la miserable campaña contra las Madres de Plaza de Mayo orquestada por los grandes medios. Un dato no menor es que la primera nota de esa campaña, firmada por Luciana Geuna en Clarín, estaba ya en manos de los editores de Clarín desde un año atrás. Es decir, con la habilidad de saber castigar en el momento adecuado, el monopolio esperó para intentar asustar a una parte del electorado. Quizás haya logrado algún rédito confundiendo a alguna gente, pero debe analizarse en perspectiva. Hace unos meses, Magnetto invitaba a cenar a quienes creía principales referentes opositores. Barajaba distintas alternativas, con Mauricio Macri o sin él, con Eduardo Duhalde o sin él. En cuanto a La Nación –que cuenta con el respaldo de Techint– apostaba a una fórmula encabezada por el radical Ernesto Sanz. La realidad es que, de cara a octubre, la oposición no podrá aspirar siquiera a entrar en una segunda vuelta ni colocará en sus listas a los operadores de Magnetto.

Publicado en :

http://sur.elargentino.com/notas/el-pulso-de-la-semana-es-ella

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