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martes, 3 de mayo de 2011

SÁBATO ENTRE UN PAÍS Y EL OTRO, por Adrián Corbella (para "Mirando hacia adentro" 03-05-11)

Arriba : Sarmiento, Perón, Lavalle, Videla, Dorrego, Yrigoyen y Sábato.


Se nos fue Ernesto Sábato. Un importante escritor e intelectual del siglo XX argentino. Polémico como tantos, como casi todos.
Algunos destacan sus calidades como literato, sus recordadas obras “Sobre Héroes y Tumbas” y “El Túnel”, su labor en la CONADEP.
Otros recuerdan con pesar sus declaraciones acerca de la Dictadura en aquella famosa reunión con Borges y Videla …
Sábato muestra contradicciones muy propias de nuestra sociedad. Y justamente esa reflexión lleva a pensar en otras divisiones, más actuales. Y más antiguas …
La Argentina de 2011 aparece cultural y mediáticamente dividida en dos realidades, bastante distintas.
Algunos argentinos se levantan a la mañana, ven un rato TN mientras se cambian y desayunan , luego escuchan Mitre, La Red o Radio 10 durante su trayecto al trabajo (en el auto o con auriculares en el bondi) , y a la noche, de vuelta en casa, ven el noticiero de Canal 13. Y el domingo, por supuesto, compran “Clarín”, “Perfil” o “La Nación”.
Otros argentinos hacen más o menos los mismos recorridos, pero la lista de medios varía : en lugar de TN es CN23 ; las radios pueden ser Nacional, La Radio de las Madres, Cooperativa o AM 750 ; en la tele ven la TV Pública. Y el domingo compran “Página 12”, “Tiempo Argentino” o “Miradas al Sur”.
La Argentina en la que viven los primeros es un país totalmente distinto a la Argentina en la que viven los segundos.
Esta división tiene hoy una claridad meridiana, y una gran profundidad, pero eso es posible porque dicha escisión se hunde hasta los cimientos de nuestra historia, porque reafirma y realza una realidad que viene de muy lejos.
Hernán Brienza cuenta en el Epílogo de su impresionante obra “El loco Dorrego” , porqué decidió escribir sobre este olvidado personaje.
Brienza recuerda en el libro que, cuando presentó su obra “Maldito tu eres”, un estudio sobre la represión de los setenta centrado en la figura del sacerdote Von Wehrnich, fue invitado a un programa de radio.
Allí comenzó un curioso debate con el periodista acerca de la obra. El periodista afirmaba que los crímenes de la Dictadura eran una respuesta a los de Montoneros y el ERP. Brienza argumentó que esos grupos armados habían surgido como respuesta a dictadores sanguinarios que bombardearon la Plaza de Mayo, fusilaron al General Valle y sus seguidores, y generaron la “Noche de los Bastones Largos” en las universidades. El periodista justificaba a los militares golpistas y represores a partir de ciertos aspectos autoritarios del primer peronismo. Y entonces Brienza … … … Para qué seguir. Retrocedieron hasta 1828, hasta el fusilamiento de Manuel Dorrego por parte del general Lavalle, el primer gran hecho de violencia argentino que no podía “justificarse” por una acción anterior.
Este debate motivó a Brienza a investigar a Dorrego. Y lo llevó a concluir que ese asesinato, el de Dorrego, fue el primer paso de la “guerra civil” que ha dividido desde entonces a los argentinos .
El siglo XIX argentino fue muy violento. Corrieron ríos de sangre. “No ahorre sangre de gaucho que es lo único que tienen de hombres”, diría Sarmiento. Y no fue sólo una frase.
El siglo XIX termina con el triunfo de una de las facciones. Y si bien en lo estrictamente político la Constitución Nacional de 1853 recoge aspectos de ambas orientaciones, en lo cultural la derrota de los federales fue absoluta. Los que ganaron escribieron la Historia, borrando o “demonizando” a los perdedores. E incluso, a algunos declarados “ganadores”, los “maquillaron” para tapar ciertos aspectos, porque sólo les servían parcialmente.
Así, por ejemplo, San Martín fue transmutado en un militar “apolítico”, ya que sus ideas no respondían del todo al modelo por ellos defendido. Belgrano fue sólo recordado como el creador de la bandera, y como un militar improvisado, valiente y algo chapucero, pero ocultando su profundo pensamiento económico.
Los caudillos federales fueron simplemente borrados de la faz de la Tierra, obviados, ignorados. O, en su defecto, demonizados, como en el caso de Rosas.
El gran problema de los vencedores fue que resulta mucho más fácil alterar la historia que la realidad social. Y esa realidad que había provocado el surgimiento de esos caudillos omitidos o demonizados, generó en el siglo XX la aparición de otras figuras, distintas pero igualmente polémicas, indigeribles para la cultura dominante, como Hipólito Yrigoyen, como Juan Perón, o como Eva Duarte, por citar sólo a algunos.
Y entonces la operación cultural de limpieza debió recomenzar, y se produjeron las proscripciones de partidos mayoritarios (les pasó tanto a radicales como a peronistas en distintas épocas), las persecuciones y los pogroms.
Pero para los vencedores el problema no van a ser solamente los nuevos líderes políticos, sino muchas de las viejas figuras enterradas en la historia que, desde la década del ’40, comienzan a ser revisadas, reinterpretadas, por un conjunto ideológicamente muy diverso de historiadores e intelectuales , que encuentran en ellos una luz que clarifica ciertos aspectos de su realidad, ciertos problemas de su presente.
Siempre tuvimos dos realidades culturales. Aún antes de que comenzase, como diría Brienza, la “guerra civil” que empieza con la muerte de Dorrego.
Por eso tantas de nuestras figuras políticas y de nuestros intelectuales son y han sido tan polémicos, han tenido tan extremos claroscuros. Por eso hemos discutido tanto acerca de figuras como Rosas, Sarmiento, Yrigoyen, Perón, Eva, Alfonsín o Kirchner, o sobre intelectuales como Borges o Sábato.
En este sentido, resulta perfectamente válido que analicemos a personajes como Sarmiento, Yrigoyen y Perón, con profundos claroscuros, y que para unos pesen más los claros, y que para otros sean decisivos los oscuros..
Pero hay otros casos que son inaceptables.
Ernesto Sábato, en su clásica novela “Sobre Héroes y Tumbas”, transforma a Juan Lavalle en un romántico héroe trágico.
Lavalle fue oficial del ejército de San Martin. Se destacó por su valor, aunque no por su perspicacia : sus amigos lo llamaban “La Espada sin Cabeza”. En 1828 protagoniza el primer golpe militar de la historia derrocando a Dorrego, y lo fusila sin siquiera intentar una parodia de Corte Marcial. Luego desata una feroz represión en la provincia de Buenos Aires. Muchos historiadores sostienen que en ese año hubo en la provincia más defunciones que nacimientos. Se habla de 2500 muertos, cifra enorme para la época, en una Argentina cuarenta veces menos poblada de lo que está ahora.
Luego llevó su odio al rosismo al punto de aliarse al poder imperial de Francia, que por entonces buscaba colonias en el tercer mundo…
El balance es fácil : Lavalle es un personaje deleznable y olvidable, que ni siquiera tiene el brillo intelectual o literario de un Sarmiento o de un Mitre (también grandes represores).
El hecho de que un intelectual como Ernesto Sábato, que brilló en la CONADEP, que escribió algunas joyas literarias, haya podido transformar a un personaje de la calaña de Lavalle en un héroe romántico, demuestra que las contradicciones y divisiones de la sociedad argentina son grandes y vienen de lejos.
Por todo lo antedicho, la actual dualidad mediática quizás termine siendo muy positiva. Por su crudeza, por su tosquedad, pone en primer plano esas contradicciones, antes ocultas por visiones más grises y aplomadas, y nos obliga a plantearnos de qué lado nos ponemos, con que sector nos sentimos identificados.
Y, al hacerlo, quizás logremos evaluar a unos con sus claroscuros, marcando sus virtudes y defectos, y dejar que otros, de oscuridad evidente, ocupen el ignoto lugar que les corresponde en nuestra historia y en nuestra realidad presente.

Adrián Corbella, 3 de mayo de 2011


Publicado con consentimiento del autor en :
http://www.redaccionpopular.com/articulo/sabato-entre-un-pais-y-el-otro


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