14 Mayo, 2011 , Iniciativa (http://espacioiniciativa.com.ar/)
Por Federico Montero (Politólogo - UBA), para "Iniciativa por un proyecto nacional, popular y latinoamericano. Espacio de debate político, social y cultural"
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1. El vibrante discurso de Cristina Fernández de Kirchner del pasado jueves 12 mayo irrumpe en el escenario político para confirmar la distancia sideral que la separa de los eventuales candidatos propios o de la oposición de cara a octubre, a la vez que mantiene abierta la resolución de su propia candidatura. A diferencia de lo que sucedía en 2008 o 2009, resulta difícil pensar desde donde y cómo podrían “parársele de manos” referentes políticos o representaciones corporativas. Además de un fuerte contenido emocional con notas que evocan a los momentos más intensos de los discursos de Eva Perón, la presidenta arrojó luz sobre la particular forma en que se entrelazan la política “grande” y la “chica” en la naturaleza del kirchnerismo, como explicara en forma brillante Edgardo Mocca en Página 12 hace unos días (“La política chica y la pregunta por la naturaleza del kirchnerismo”).
Es sabido que la recomposición del apoyo popular al gobierno encuentra sus raíces y razones en la vocación de Néstor y Cristina para revertir la derrota de la 125 y de las elecciones de 2009 a base de pura iniciativa política. Iniciativas que han partido del centro mismo del dispositivo político -como la AUH, recuperación de los fondos jubilatorios, Aerolíneas Argentinas y otras movidas legislativas-, pero que también han permitido la rearticulación de distintos espacios políticos que conviven en tensión dentro del oficialismo. Todo esto en una etapa de ascenso de movilización popular desde el acto del 11 de marzo de 2010 en Ferro, pasando por los festejos del bicentenario y por la respuesta popular ante la muerte de Néstor Kirchner a fin del año pasado, en la que la presidenta reconstruyó un vínculo directo con los vastos sectores que se movilizaron en esa oportunidad, fortaleciendo su liderazgo por encima de las estructuras que la sostienen y la acompañan.
Bajo el nuevo clivaje “la política contra las corporaciones”, fundada en el enfrentamiento con las patronales agropecuarias y el multimedios Clarín -un poco como Rafael Correa en Ecuador, y salvando por supuesto las distancias y la irreductibilidad de cada uno de los casos – Cristina decide avanzar en esta etapa final hacia las elecciones, inspirada quizás en la fórmula del primer kirchnerismo (2003-2006), en una apelación a la ciudadanía en su conjunto a través de un vínculo directo para reformatear los contornos, alineamientos y sentidos de su espacio y confrontar a sus enemigos.
2. “Una pelea sorpresiva, pero inevitable” titula Joaquín Morales Solá su análisis del discurso presidencial, interpretando el discurso de CFK como un reto al líder de la CGT. La realidad indica otra cosa: de la mano del crecimiento económico y la conflictividad laboral hija del avance del proceso político y la lucha por la redistribución de la riqueza, el gobierno ha dado muestras claras de su voluntad de restituir derechos a los trabajadores y a la vez construido una alianza estratégica con la conducción de la CGT. El gobierno apuesta a la capacidad política del sector de Moyano para conducir este ciclo de conflictividad ascendente en el mundo del trabajo y ha dado claros gestos en ese sentido. Como contrapartida, los sindicatos en general y la conducción de la CGT en particular han ganado poder político y, naturalmente, quieren hacerlo valer en las negociaciones hacia octubre. Tendrán que lidiar con el entramado oficialista arbitrado por Cristina, pero esto no afecta la definición estratégica: lo afirmó Cristina con la presencia de su mensaje del 29 de abril al acto de la CGT y lo repitió ayer: “Siempre me van a tener del lado de los trabajadores. Este no es un gobierno neutral” dijo CFK ayer.
Párrafo aparte merece la necesidad de transformación de las estructuras sindicales, materia pendiente aun, sobre la que hizo punta la CTA en los ’90 y que, tras la crisis por la elección de autoridades a fin de año pasado, parece retomar tras el acto del Luna Park. Sin embargo, está claro que esta es una tarea que deben desarrollar los propios trabajadores y no un columnista de La Nación ni un sociólogo, por más que se identifique con el campo popular. Las dos expresiones sindicales mayoritarias - CGT y CTA – son conducidas por grupos y estructuras forjadas al calor de la defensiva del campo de los trabajadores y el avance del capital bajo la hegemonía neoliberal. Las consecuencias sobre la condición de los trabajadores y sobre la subjetividad de sus dirigentes son un límite para el nuevo sindicalismo que debe nacer. Tarea estratégica que será saldada por la labor gremial desde una perspectiva no corporativa y con una visión de conjunto.
La unidad en la acción entre las dos centrales, esbozada por Yasky en un gran discurso en el Luna Park, pero también con el conjunto de los trabajadores aun desocupados o precarizados que se expresan en los movimientos sociales, es la clave para la estabilización y profundización de este proceso político, más allá de octubre. Lo saben los columnistas de La Nación y Clarín y por eso intentan denostar a la CGT y la CTA.
3. Fue un discurso para marcar la cancha: “A mí no me van a correr”, y de paso, para recentralizar la autoridad política en momentos de suma tensión por la definición de candidaturas en distritos clave – Ciudad de Buenos Aires, Santa Fé. Pero desde una perspectiva de mediano plazo, el discurso pone en acto la redefinición de la ecuación del poder entre estructuras y liderazgo, contradicción fundante del kirchnerismo.
En 2003-2006, la potencia de un liderazgo político basado en el apoyo de la opinión pública y la acción de gobierno, fueron las claves para construir una salida política a la crisis de representación e inauguraron un proceso de avance popular que se capitalizó institucionalmente de dos formas: en el control del aparato de estado (victoria en 2007 de CFK) y en el control del PJ por parte de Néstor Kirchner (en rigor, un subproducto de lo anterior, desplazando al duhaldismo y otros grupos).
El segundo ciclo, 2008-2009, se caracteriza por la inversión de la ecuación: el enfrentamiento con las patronales agropecuarias, los multimedios y el descontento de los sectores urbanos se traduce en una pérdida de legitimidad del liderazgo presidencial y de Néstor Kirchner. Las estructuras territoriales y sindicales – una vez más, CGT y CTA y movimientos sociales-, pero también el PJ, permiten sostener el proceso, sortear lo que García Linera llamó el “punto de bifurcación” para el proceso boliviano. La derrota en el Congreso en 2008 y en la provincia de Buenos Aires en 2009 se capitalizaron a través de una radicalización del discurso y la acción de gobierno que permitieron ampliar las bases de sustentación popular del gobierno y paulatinamente recomponer el liderazgo político.
El 11 de marzo de 2010, en la cancha de Ferro, un multitudinario acto sorprende a muchos y, junto a la emergencia de un sinúmero de grupos de “autoconvocados” y nuevas formas de presencia política, es un indicador de un nuevo ciclo político -al que sucederán las fiestas del bicentenario- en el que se recompone la autoridad presidencial y la de Néstor Kirchner. La manifestación popular de apoyo a Cristina tras la muerte del expresidente sintetiza en CFK la autoridad política de este tercer ciclo. El acto de Huracán fue la puesta en escena de esta nueva etapa. El discurso de ayer, también expresa esto.
por Federico Montero
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