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jueves, 24 de marzo de 2011

RECORDAR PARA QUE SIGA SIENDO EL ÚLTIMO GOLPE CÍVICO-MILITAR, por Adrián Corbella (para "Mirando hacia adentro")


Los argentinos hemos tenido una agitada historia política casi desde la Revolución de Mayo. En 1813, con la ruptura entre Buenos Aires y Artigas, comenzaron las “Luchas Civiles”, enfrentamiento sangriento entre dos concepciones de país, que regaron el territorio de sangre y dolor. En 1880 se alcanzó una aparente estabilización política, la violencia desapareció de escena, pero esto se logró a través de un sistema fraudulento y corrupto que excluía al pueblo de la posibilidad de ejercer el gobierno.
Recién con la Ley Sáenz Peña de 1912 se intenta por primera vez organizar un sistema donde el pueblo tome las decisiones. Pero esta breve experiencia democrática fue truncada en 1930 por el primer golpe de estado “cívico-militar” que interrumpió el gobierno de Yrigoyen y dio paso al primer dictador militar del siglo XX , y , poco después, al comienzo de la Primera Década Infame, en la cual el fraude y la corrupción retomaron la escena.
Desde ese momento, durante más de 50 años la historia política argentina debió soportar la presencia reiterada de los golpes de estado.

Las Fuerzas Armadas se erigieron en “custodios de la democracia” ( de lo que ellos entendían por democracia). Cada vez que el gobierno elegido por el pueblo emprendía un camino que a ellos les parecía equivocado recurrían al golpe de Estado (contando generalmente con la colaboración de algunos sectores civiles).

Las fuerzas políticas más populares sufrieron incluso proscripciones : el radicalismo en los años ’30, y el peronismo en los años ’50 , ’60 y '70.
Mucha gente asimila el concepto de “gobiernos militares” con el concepto de “orden”, y ve en la reimplantación del servicio militar obligatorio el remedio universal, la panacea, que cura todos los males.

No hay nada más alejado de la realidad , y basta con dar tres ejemplos concretos, de 3 décadas distintas : en los años ’50 aviones de la Marina, con el supuesto objetivo de asesinar al entonces presidente, Juan Perón, bombardearon Plaza de Mayo provocando centenares de víctimas entre muertos y heridos, transformando al centro de la capital en un escenario dantesco propio de una guerra ; en la década del ’60 se llegó quizás al punto más absurdo de la situación cuando las Fuerzas Armadas , divididas en dos sectores con ideas y proyectos opuestos (“Azules” y “Colorados”) llegaron incluso a combatir entre ellas en las calles de Capital Federal y el Gran Buenos Aires, generando batallas como la que enfrentó al Regimiento 8 de Caballería de Magdalena con la base naval de Punta Indio, provocando destrucción de equipamiento y víctimas fatales ; en los ’70, grupos militares y paramilitares se atribuyeron el derecho de vida o muerte sobre el resto de la población, sin sentirse obligados a rendir cuentas ante nadie de lo sucedido. Y, además, Argentina se vio envuelta en una guerra –que además se perdió- por primera vez en 111 años.
Sin embargo, pese a esta historia tan turbulenta, el 24 de marzo de 1976 es una fecha que no podemos dejar pasar sin reflexionar sobre ella, ya que, en muchos aspectos, supera ampliamente a todos estos antecedentes que distan mucho de ser idílicos.
Los militares sacaron del poder a María Estela Martínez de Perón (pocos meses antes de las elecciones que hubieran permitido una salida más “elegante” y acorde a derecho de la Primera Mandataria) y dieron comienzo al autoproclamado “Proceso de Reorganización Nacional”. Y existe poca duda de que “reorganizaron” el país . En el aspecto económico-social, comenzó la caída de los salarios de los trabajadores, la destrucción de los sistemas de salud, educación y seguridad social y el desconocimiento de las leyes laborales, tendencias que se prolongaron durante décadas y que aún estamos luchando por revertir. Argentina debía el 24 de marzo de 1976 menos de 7 mil millones de dólares. La deuda se incrementó en siete años y medio a 47 mil millones de dólares, es decir, se multiplicó casi seis veces, aumentando a un promedio de 14 millones de dólares diarios. Para pagar estas deudas otros gobiernos neoliberales, en la década del ’90, malvendieron medio país a las empresas privatizadoras… La aplicación de políticas neoliberales dio comienzo a la salida de capitales y la destrucción sistemática de la industria nacional , permitiendo así el nacimiento oficial de un fenómeno que todavía nos acompaña y que hasta ese entonces era prácticamente desconocido : la desocupación y, con ella, la aparición masiva de sectores sociales que quedan al margen del sistema en forma permanente.
Pero, lamentablemente, esto no cierra el catálogo de “logros” de los hombres del “Proceso”. Con la excusa de perseguir a los grupos guerrilleros se reprimió sangrientamente a todos los sectores que eran o podían llegar a ser líderes sociales opositores a este proyecto : dirigentes políticos, líderes sindicales y estudiantiles, intelectuales y periodistas, y hasta a ciertos sectores de la Iglesia. La represión se realizaba en forma encubierta : la gente que hacía los procedimientos actuaba de noche, se cubrían la cara y no usaban uniforme. Entraban a las casas por la fuerza, torturaban a los detenidos en campos de concentración, y hacían desaparecer los cuerpos de los muertos (de allí el nombre de “desaparecidos” que se dio a estas personas asesinadas).
En 1983 se organizó la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (CONADEP) y a partir de sus informes se realizó un juicio a las Juntas Militares y se condenó a muchos responsables. Otros, siguen libres… Aunque cada vez son menos …
Los seres humanos nos equivocamos. Pero si somos personas inteligentes debemos aprender de nuestros errores. Ese es el sentido más profundo de la reflexión sobre el “pasado” a la que llamamos historia… Está bien que pensemos en el futuro… pero si no miramos hacia atrás, si no aprovechamos nuestras experiencias, el futuro termina siendo una simple reedición de ese pasado que no queremos mirar…
Jorge Rafael Videla, Emilio Eduardo Massera, Orlando Ramón Agosti, José Alfredo Martínez de Hoz, Leopoldo Fortunato Galtieri…
Voy a utilizar una frase que, aunque tenga más de veinte años, sigue siendo válida :

NUNCA MAS.

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