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sábado, 12 de marzo de 2011

LAS LECCIONES DE LA HISTORIA, por Alberto Dearriba (para "Tiempo Argentino" del 12-03-11)

Arriba : Cuatro vicepresidentes de historias distintas : Juan Hortensio Quijano ; Isabel Martínez ; Carlos Álvarez ; Julio Cobos.


Clima preeleccionario

Publicado en TIEMPO ARGENTINO el 12 de Marzo de 2011
Por Alberto Dearriba

Periodista.




Como Cristina Fernández no quiere que se “hagan los rulos” con su candidatura, los kirchneristas comenzaron a rizar el rizo del vicepresidente.





Como Cristina Fernández no quiere que se “hagan los rulos” con su candidatura, los kirchneristas comenzaron a rizar el rizo del vicepresidente. Ella mandó a parar el candombe de la reelección dos veces en 72 horas. Al inaugurar anteayer instalaciones de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA apenas dijo “ya veremos”, y anoche en Huracán volvió a eludir un pronunciamiento frente a una multitud que le cantaba el “borombombón”.


Pero por más que mantenga el suspenso hasta el 24 de junio, cuando vencen los plazos de presentación de listas, la mayoría está convencida de que ella es la única que puede conducir al kirchnerismo a la victoria. Y hay pocos antecedentes del suicidio de una fuerza política.Con ese convencimiento, funcionarios y militantes oficialistas comenzaron a barajar nombres de candidatos a vicepresidente por el Frente para la Victoria.


Circulan apuestas variadas, en un tute cuyo final sólo conoce en realidad la propia presidenta. Algunos creen que ella no tiene necesidad de un acompañante que le cubra carencias y otros sostienen que, electoralmente, le conviene un moderado.


Por los corrillos pasan nombres de kirchneristas puros como Carlos Zanini, o gobernadores más simpáticos para el PJ como el entrerriano Sergio Uribarri y el chaqueño Coqui Capitanich. En este costado descartan al sanjuanino José Luis Gioja, que irá por su reelección. Hasta el publicista Braga Menéndez se atrevió a tirar dos nombres jóvenes de la Cámpora: Juan Cabandié y Andrés “Cuervo” Larroque, a los cuales les falta todavía una horneada.


Entre los candidatos de mayor fuste aparecen figuras plenamente identificadas con el modelo kirchnerista como el sólido Agustín Rossi, o el extrapartidario Martín Sabbatella, quién está más interesado en la provincia de Buenos Aires que en una vicepresidencia.


En suma, a diferencia de la segura candidatura de Cristina, con el vice, todo es azaroso.


Las especulaciones van del ejemplo integrador del radical correntino Hortensio Quijano, que secundó a Perón en 1946, hasta la traumática experiencia de Julio Cobos, pasando por la tragedia que protagonizó Isabel Martinez.


El ministro del Interior, Florencio Randazzo y el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, abonaron la posibilidad de que el vice sea un extrapartidario, pese al episodio Cobos. La deslealtad del mendocino redondeó la más severa derrota política de Cristina Fernández y la obligó a usar la calculadora cada vez que tuvo que enviar un proyecto al Senado.


Y el próximo Congreso puede tener también una aritmética inestable.


El hombre que llegó a su sitial prendido de una pollera, saltó a la celebridad por una traición y durante varios meses fue el opositor con mayor imagen positiva. Hoy pocos lo quieren como candidato a presidente y ningún postulante lo admitiría como compañero de fórmula, por lo cual no descarta su retorno a la ingeniería. Pero dejó un trauma que agitan quienes apuestan a un orgánico del PJ. Dicen que cada vez que Cobos cometía una sus deslealtades, la presidenta le recriminaba a Néstor Kirchner: “A este me lo pusiste vos.”


Pero la traición no puede opacar la vocación integradora. La cuestión es si la nominación debe priorizar la gobernabilidad o garantizar el triunfo electoral. El elegido no tiene porqué conllevar esa contradicción, ya que puede tener ambas cualidades, pero nadie junta todo.


Su nominación será una definición político-ideológica de considerable voltaje.


¿Será un ex militante frepasista del perfil de Juan Manuel Abal Medina o el de un ex menemista como Juan Manuel Urtubey?


A grandes rasgos, de un lado aparecen los endogámicos dirigentes del PJ que recelan de los transversales y del otro progresistas y kirchneristas puros que sospechan de dirigentes justicialistas más conservadores.


La nominación del vice implica una definición más importante que el opaco papel institucional que le asigna la Constitución al cargo. Chacho Alvarez se negaba a tocar sólo la campanita en el Senado y dinamitó la Alianza. Daniel Scioli fue reprendido severamente por Cristina y aguantó el chubasco con perfil bajo. Sólo la traición le permitió a Cobos salir de la intrascendencia política. Así y todo, el vicepresidente de la Nación preside el Senado y suplanta al jefe de Estado ante cualquier eventualidad. La definición conllevó históricamente un riesgo y una definición política.


Raúl Alfonsín se tragó el sapo conservador de Víctor Martínez para contener a la conservadora Línea Córdoba, pero después gobernó con los ojos en la nuca ante cada remezón militar.


Perón admitió que la vicepresidenta fuera su esposa, para no tener que laudar entre un hombre de la derecha o de la izquierda peronista, pero ello acarreó luego trágicas consecuencias institucionales.


Para enrularse con el vice, conviene recordar que la propia presidenta ha dicho más de una vez que “con el peronismo no alcanza”. Cristina compartía con Kirchner la visión de una fuerza de centroizquierda liderada por el peronismo, que enfrentara los intentos de reposición conservadora. Si se impone este criterio, el candidato a vice será un extrapartidario de perfil progresista. Pero las ideas suelen degradarse cuando se les pone un nombre y apellido. La propia Concertación Plural que entronizó a Cobos era “una buena idea”, pero la devaluó la deslealtad.


Por otra parte, la presión orgánica del PJ juega también su partido a favor de un postulante seguramente más conservador.


La fecha luminosa que se conmemoró anoche masiva y emocionadamente en Huracán, contiene una enseñanza de apertura plural que puede iluminar el presente. Aquel 11 de marzo, el peronismo debía vencer “la trampa del ballotaje” impuesto por los militares. Se exigía el 50% de los votos para evitar una entente gorila en una eventual segunda vuelta. Y ni siquiera entonces alcanzaba sólo con el peronismo. En términos exclusivamente electorales, Cámpora enfrentó una acechanza parecida a la que Cristina tendrá en octubre: evitar un ballotaje. Montado sobre la pluralidad del Frente Justicialista de Liberación (FREJULI) y con un vice extrapartidario, el Tío consiguió rozar el 50%.


Cristina tiene la ventaja de que el sistema electoral posee ahora menos exigencias, ya que el ganador puede consagrarse con el 45%, o con 40 puntos y diez de ventaja sobre el segundo. Las encuestas indican que este escenario es más factible que el primero.


Meses después del triunfo de Cámpora, Perón dio otra enseñanza plural al redondear el 62% de los votos con el Frejuli, tras permitir además una colectora del Frente de Izquierda Popular (FIP), que le aportó alrededor de diez puntos.


Es cierto que el justicialismo tiene como contrapartida antecedentes endogámicos. Carlos Menem gobernó con vicepresidentes estrictamente peronistas –Eduardo Duhalde y Carlos Ruckauf– y sólo abrió sus listas para incorporar candidatos de la derecha. Pero no es allí donde abreva ideológicamente el kircherismo, sino en las mejores tradiciones populares, por lo que nadie espera, obviamente, vices con semejante perfil.

Publicado en :
http://tiempo.elargentino.com/notas/las-lecciones-de-historia

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