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miércoles, 30 de marzo de 2011

EL INTRINCADO CAMINO HACIA OCTUBRE, por Alejandro Horowitz (para "Tiempo Argentino" del 28-03-11)


Elecciones 2011

Publicado en TIEMPO ARGENTINO el 28 de Marzo de 2011 Por Alejandro Horowicz

Periodista, escritor y docente universitario.


Tan seguro estaba Das Neves de sus posibilidades que empapeló el país con su rostro, sin que nadie preguntara de dónde salieron los dinerillos para una campaña que Eduardo Duhalde todavía no equilibró, al menos presupuestariamente.


Yse largó la carrera electoral de 2011, y no sucedió nada de lo que la prensa comercial había augurado, analizado, establecido como “fehacientes tendencias del voto”.

Dos oficialismos provinciales se las están viendo negras. Lo que no es precisamente un buen comienzo.

En Catamarca, tras 20 años de imperturbable gobierno, el frente panradical fue barrido sin atenuantes, en medio de la feroz interna de la UCR.

En cambio, en Chubut la peripecia electoral merece una lectura más fina. Mario Das Neves no sólo esperaba ganar las elecciones provinciales –delfín mediante–, se proponía además mostrar, a lo Martín Sabbatella, que su modelo de conducción política producía contagio, y que podía transformarse en nacional. El “Modelo Chubut” le debía servir, entonces, de carta de presentación para la disputa interna del Peronismo Federal. Era la estrategia para su candidatura presidencial, el camino de la victoria.

Tan seguro estaba de sus posibilidades que empapeló el país con su rostro, sin que nadie preguntara de dónde salieron los dinerillos para una campaña que Eduardo Duhalde todavía no equilibró, al menos presupuestariamente. Con todos estos antecedentes, Das Neves, en la madrugada del domingo 20 de marzo, se proclamó ganador; exhausto, con los ojos rojos, y no por efecto de los flashes de los fotógrafos, junto a Francisco de Narváez, Felipe Solá y el sheriff Castrilli haciendo todos un papel que resultó bastante diferente a la “noche inolvidable” que habían anticipado.

El subsecretario de Información Pública de Chubut, Rubén Fernández, puso las cosas en otro terreno, en su lugar; se vio obligado a reconocer diferencias para uno u otro partido, y no exactamente una victoria electoral, y terminó admitiendo: “Debemos desestimar la palabra ‘fraude’ porque en cada elección hay un margen de error.”

La taba se había dado vuelta. Si bien el intento de fraude no está probado, al menos todavía, el recuento de votos muestra una paridad llamativa que puede arrojar un vencedor imprevisto.

Con un añadido, el “error” que transformó una urna con 88 votos a favor del oficialismo en 888 votos, construyó la victoria pírrica de Das Neves, y por cierto lo obligó a bajarse de su candidatura a precandidato presidencial del Peronismo Federal, un verdadero bochorno.

Si se quiere, la situación del todavía gobernador de Chubut sintetiza la del Peronismo Federal todo, con pequeños matices: todavía no se bajaron del intento de articular un espacio, pero nadie sabe como harán para seguir en campaña. No sólo Felipe Solá rechaza la precompulsa interna –lo que deja en pie a Duhalde y a Alberto Rodríguez Saá– sino que Mauricio Macri –con sus dudas hamletianas– corre el riesgo de romper lo que tan trabajosamente construyó.

Y nadie ve a los federales sin una alianza con Macri, o el macrismo, y viceversa. Avancemos con cautela. Es cierto que el comportamiento político de Horacio Rodríguez Larreta pasa por la obediencia, una suerte de muleto de Mauricio a perpetuidad. Vale decir, si Macri terminara resignando su candidatura presidencial, Larreta se avendría a ser vicejefe de gobierno sin mayores cuestionamientos. No es tan simple lo que la tropa de tan obediente señor piensa, y es muy probable que no le cause demasiada gracia ese cambio de estatus.

En cambio, la situación de Gabriela Michetti es muy diferente. En primer lugar, sabe, intuye, que no será la ungida por Mauricio, sea o no sea candidato presidencial. Y en segundo término, posee lo que en política se llama una bala de plata. Está en condiciones de impedir la victoria del macrismo, con el simple expediente de pegar el portazo.

¿Dividirá la tropa, no lo hará? Nadie lo sabe a ciencia cierta. Como el electorado PRO no se caracteriza por una comprensión política muy afinada, y su enganche con Gabriela es sobre todo “de piel”, si el debate no excede las candidaturas, muy probablemente la acompañará en una proporción nada despreciable. Pero de suceder esa división –muy parecida a la que protagonizaran Daniel Filmus y Jorge Telerman, en las elecciones pasadas por decisión K– la suerte estaría echada. Lo entiende Gabriela y también Mauricio, por eso ambos se cuidan de pisar esa áspera raya. Esa razón puede torcerle el brazo a Macri para conservar, impulsar su candidatura presidencial y darle con todo para adelante.

Esos argumentos y otros de idéntico sabor le arrimó el colombiano De Narváez en su ultimátum político. El colorado necesita un candidato presidencial que mida, y sabe que ni Duhalde ni Rodríguez Saá sirven para tal fin. De modo que la situación de Macri empuja hacia adelante, o peor aun hacia el estallido, pues para conservarlo todo, al menos nominalmente, debería apoyar a Michetti. En ese punto Mauricio retoma su sistema de dudas hamletianas, con algo de razón, piensa: “Soy candidato presidencial y logro llegar al ballottage, si gano, todo bien, pero si pierdo y Gabriela gana, ¿quién será el próximo referente de la oposición K en las elecciones 2015?”

Y es esa la duda que le carcome las entrañas. No es para menos, ningún dirigente que no tenga el soporte de un territorio bajo sus pies sobrevivió tras disputar elecciones presidenciales sin ganarlas.

Repasemos.

En las elecciones del 2003, Carlos Saúl Menem gana la primera vuelta, y decide no presentarse a la segunda porque entendía que su victoria resultaba matemáticamente imposible. Es cierto que el riojano conserva una senaduría residual, pero nadie cree que sigue jugando en las grandes ligas. Eso sí, evitó ir preso, lo que no es poco.

En las elecciones de 2007, la crisis del radicalismo era de tal rango que no poseía ningún candidato presidencial que moviera el amperímetro. Por eso acudió al trámite –único en su historia política– de optar por un extrapartidario. Roberto Lavagna –funcionario del gobierno de Raúl Alfonsín, ministro de Economía de Duhalde y Néstor Kirchner– encabezó la fórmula. Cristina Fernández lo barrió electoralmente y Lavagna nunca más fue candidato a nada.

Elisa Carrió es la única que salió derrotada siempre, y todavía sobrevive, pero nadie ignora a qué precio.

Por último, conviene no olvidar que las cuestiones jurídicas que afectan a Macri no son ni pocas ni sencillas. Es cierto que los tiempos de la justicia no son los de la política, pero a nadie se le escapa que, si deja de ser jefe de gobierno y no conserva fueros, se transforma en un blanco apetecible.

Por eso Mauricio no deja de deshojar la margarita, porque su deseo voraz lo empuja hacia el cargo supremo, mientras el sentido común le hace saber que su hora –en caso de existir– todavía no ha llegado.


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