03-06-2010 / El filósofo, sociólogo y director del Centro de Estudios Internacionales del CEMA despotrica contra el neoliberalismo y cuenta por qué se sintió cómplice del vaciamiento.
Por Jonathan Rippel
Por Jonathan Rippel
Carlos Escudé, académico de larga y reconocida trayectoria, asesoró al ex canciller Guido Di Tella entre 1991 y 1992, o sea, en pleno menemismo. Pero la crisis del 2001-2002 lo impactó seriamente, al punto de decir que se sintió cómplice del vaciamiento del país. Despotrica contra el neoliberalismo y defiende, con algunos peros, al kirchnerismo. Explica a Buenos Aires Económico, además, el porqué de su conversión al judaísmo. –Usted se definió en una nota como un kirchnerista sin mayúsculas. ¿En qué coincide y en qué no con el Gobierno? –Este Gobierno se hizo cargo de los destinos del país después de la más grave crisis que sufrimos desde la década del ’30 y diría, en algún sentido, que es más grave que la del ’30 porque ésa fue una crisis gestada desde afuera del país mientras que la del 2001-2002 fue generada desde adentro del país por unas políticas económicas que vaciaron a la Argentina durante la década del ’90. En ese contexto, los gobiernos argentinos, a partir de la asunción de Néstor Kirchner en el 2003, se propusieron revertir, en la medida de lo posible, la concentración del ingreso que se había acentuado en la Argentina y que nos había hecho involucionar desde el Rodrigazo de 1975. Nací en un país que tenía un 10% de pobres y luego de las sucesivas políticas de concentración del ingreso que tuvieron lugar desde aquella primera gran megadevaluación en la época de Celestino Rodrigo, luego durante los procesos de estatización de deuda privada que tuvieron lugar durante la dictadura militar, y también bajo el gobierno democrático de Alfonsín, y pasando por los procesos de privatización altamente subsidiada de activos públicos que tuvo lugar en la década del ’90, dejando a ingentes masas de argentinos en la calle, para más tarde, ya con el gobierno de De la Rúa y el de Rodríguez Saá regresar a la política de estatización de deuda privada, se llegó al 50% de pobres. Y esto es lo que los gobiernos Kirchner se propusieron revertir. Claro, no es fácil hacerlo porque a lo largo de estas décadas ha habido un poder detrás del trono. –¿A quién se refiere con “poder detrás del trono”? –A ciertos grupos económicos que cuando un gobierno dejaba de competirles, se las ingeniaba para generar un golpe de Estado y que, desaparecido el mecanismo del golpe militar, acudieron a nuevos métodos para desestabilizar y conseguir la caída de un gobierno, como lo que le hicieron a Alfonsín, que él lo ha llamado siempre “un golpe de mercado” y, de hecho, lo fue. Es muy curioso porque durante la década del ’90 estuvo vigente un consenso muy denostado, que fue el famoso Consenso de Washington. Es paradójico porque el primer punto de ese consenso pedía déficit fiscal cero, y el gobierno neoliberal de Menem aplaudió ese acuerdo, expresó su decisión de seguir esas pautas, pero nunca consiguió déficit fiscal cero al punto de que durante ese período llegamos a tener catorce casi monedas provinciales. Kirchner, en cambio, logró un enorme superávit fiscal, y todos los grupos que habían querido déficit fiscal cero se opusieron en forma casi violenta a estas políticas. –¿Por qué? –Porque los gobiernos Kirchner consiguieron superávit fiscal mediante la aplicación de impuestos a la gente que gana mucho dinero, método que se utiliza en el Primer Mundo, en los países que funcionan bien. Los liberales, en contraste, pretendían que se llegara al déficit fiscal cero mediante un ajuste que terminara prácticamente con el gasto social en la Argentina, y ésta no es la forma seria de hacerlo, y no es la forma de hacerlo de la mayor parte de la historia contemporánea de Europa y los Estados Unidos, donde la presión fiscal ha sido tradicionalmente mucho más alta que en América latina en general y que en la Argentina, en particular. Claro, cuando en un país como en la Argentina se intenta llegar a los niveles de presión fiscal norteamericano-europeos, la gente –que forma parte de esta burguesía que ha constituido el poder detrás del trono– pone el grito en el cielo porque es muy gracioso: ellos dicen admirar a los Estados Unidos y a Europa Occidental, pero lo que menos quieren es que nuestros gobiernos tengan el comportamiento fiscal de los EE.UU. y Europa Occidental. Así que éstas son las cosas que yo veo bien del gobierno de Kirchner y éstas son las razones por las cuales tengo que ser solidario frente a los ataques injustos a los que están sometidos. Eso no quiere decir que no haya cuestiones que no me parezcan buenas. La manipulación de las estadísticas del INDEC ha sido muy destructiva, por más que sea con la finalidad patriótica de que los tenedores de bonos ganen menos dinero. Por supuesto, todo es perfectible. Pero por otra parte, lo mejor es enemigo de lo bueno y, esencialmente, éste es un gobierno que ha venido con las mejores intenciones y que se ha encontrado con la oposición más destructiva. –Usted hizo un cambio espiritual muy profundo y excepcional. Acaba de publicar el libro Por qué soy judío. ¿Cómo fue su paso de católico a agnóstico y luego a judío? –Bueno, con la gran crisis 2001-2002 tuve una gran crisis existencial personal porque sentía que, de alguna manera, uno había sido cómplice del vaciamiento del país. Entonces, ponerme a estudiar y plasmar el libro Festival de licuaciones fue mi primera conversión, una limpieza de alma, un poder decir “en esto me equivoqué”. Eso condujo a una serie de reflexiones de orden espiritual y existencial que me llevaron por la senda del cuestionamiento. Es decir, yo nací católico pero me convertí en un agnóstico dado que lo que sentía es que el catolicismo me exigía deshonestidad, porque yo no puedo creer en un dogma tan complejo como el que me impone el catolicismo, y me parece presuntuoso suponer que nosotros podemos conocer la morfología divina, la Santísima Trinidad, tres personas en una misma naturaleza. Es lo que yo llamo una teología maximalista que es presuntuosa, porque el hombre no tiene la capacidad mental de conocer a Dios; a lo sumo puede intuir su existencia. El judaísmo no me pide eso, salvo algunas de sus ramas. Entonces, el judaísmo es una cultura religiosa que es mucho más afín a mi estructura mental. Soy una persona que siempre se está cuestionando todo y, desde ese punto de vista, es un poco como si estuviera dentro del Talmud. Nací en la tradición judeocristiana y digo así porque la Biblia cristiana contiene a la totalidad de la judía. Miro el mundo que tenemos, leo las profecías de Isaías, que son parte de la Biblia cristiana, respecto de lo que va a significar la llegada del Mesías, y compruebo que es imposible que el Mesías haya pasado por nuestra tierra, porque las naciones se siguen haciendo las guerras entre sí. Entonces, llego a la conclusión de que el Mesías no vino. Ahora, si yo al cristianismo le resto la idea de que el Mesías pasó por esta tierra, me da como resultado “el judaísmo del primer siglo”. Es matemático, algebraico.
Publicado en :
http://www.elargentino.com/nota-93367-Los-Kirchner-se-propusieron-revertir-la-concentracion-del-ingreso.html
Publicado en :
http://www.elargentino.com/nota-93367-Los-Kirchner-se-propusieron-revertir-la-concentracion-del-ingreso.html
UN BOLUDO IMPORTANTE.
ResponderEliminar