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domingo, 9 de mayo de 2010

PERÓN, PINO, COOKE Y SABBATELLA, por Hernán BRIENZA (para Veintitrés)


06-05-2010 /

Hernán Brienza

- ¿Cómo identificamos al aliado y al enemigo? Usted definió al compañero y al traidor, ¿puede definir al aliado?–Bueno, un aliado es el que trabaja por la misma causa que trabajamos nosotros. También lo dice Mao: ‘Lo primero que el hombre ha de discernir cuando conduce es establecer, claramente, cuáles son sus amigos y cuáles sus enemigos’, y dedicarse después, esto ya no lo dice Mao, lo digo yo: al amigo, todo, al enemigo ni justicia. Porque en esto no se puede tener dualidades. Todo el que lucha por la misma causa que nosotros es un compañero de lucha, piense como piense. Y nosotros no tenemos que tener suspicacias, en ese sentido, porque ninguno de los grupos que se incorporan al peronismo, con buenas y otras veces con peligrosas intenciones, nos harán peligrar a nosotros. Porque todavía nadie ha conseguido teñir el océano con un frasco de tinta.”
Quienes realiza la pregunta la pregunta son los jovencísimos Octavio Getino y Fernando “Pino” Solanas y el que responde con su pintoresquismo habitual no es otro, claro, que Juan Domingo Perón, en esas charlas filmadas que mantuvieron en Puerta de Hierro, en el exilio madrileño del viejo General, entre julio y octubre de 1971. En ella, el líder del justicialismo vuelve a formular una de las principales máximas de su pensamiento político: la estrategia militar. Para Perón, la primera operación que debe hacer todo hombre político es la definición del enemigo para, luego, establecer tácticas y estrategias.
Esta semana, uno de los entrevistadores de ese Perón –Pino, claro– ha trepado a la tapa del diario Clarín gracias a su frase “La perla negra del día es para Sabbatella, el testimonio de la vergüenza” y al mismo tiempo ha recibido la calurosa bienvenida de Mariano Grondona quien le dijo con ternura de lavanderita “Sepa, Pino, que yo me siento cada vez menos alejado de usted”. Los síntomas pondrían en alerta a cualquier hombre del progresismo, de la centroizquierda, del campo nacional y popular o como se quiera llamar. El diario que representa al grupo mediático más concentrado y el intelectual orgánico de la “derecha” argentina han abierto las puertas y han dejado que se sacudiera los pies en el felpudo de su casa. Solanas es un hombre de destacada trayectoria política y cultural; a su arte comprometido –La hora de los hornos, El exilio de Gardel, Sur– se suma también su militancia en el Frente del Sur, en 1992, desde donde intentó enfrentarse a la por entonces locomotora menemista.
En los últimos meses se ha enfrentado con excesivo ahínco a las políticas del gobierno de Cristina Kirchner, al que caracterizó como “lo mismo que el de Carlos Menem” en una operación ideológica que consiste en diferenciarse homogeneizando lo desigual para obtener rédito político personal. De más está decir que menemismo y kirchnerismo no son lo mismo: la tracción que ejerce el actual gobierno se diría a contramano de la del de la década del noventa. Basta repasar las medidas de los últimos tres años y la elección de sus adversarios: el conflicto con los exportadores sojeros, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la Asignación Universal por Hijo, la jubilación para amas de casa para, por lo menos, atemperar las ganas de meter a todos los gatos en la misma bolsa.
Por su lado, Sabbatella, un hombre que viene de la izquierda tradicional no peronista, que conoce los sinsabores y la rutina de la gestión ejecutiva –uno podría decir que no sólo no entrevistó a Perón sino que, además, abrevó en otras literaturas– ha decidido realizar un análisis –esto dicho con humor– “peronista” de la situación. Y ha elegido como exegeta del peronismo –aun cuando no lo haya hecho efectivamente, claro– a uno de sus hombres más interesantes de ese movimiento: John William Cooke. El “Bebe” escribió en otros tiempos que “el peronismo no desaparecerá por sustitución sino mediante superación dialéctica, es decir, no negándolo, sino integrándolo en una síntesis”.
Desde la irrupción del yrigoyenismo en la historia argentina, la izquierda siempre ha tenido problemas para analizar y actuar frente a las experiencias de mayor o menor componente nacional y popular. El síndrome “Américo Ghioldi” o “Victorio Codovilla” consiste en enfrentarse, en nombre de un purismo ideológico cerrar filas con los sectores del conservadorismo político, económico y social, a experiencias relativamente progresistas. O en palabras del Perón del ’73: “La izquierda de la izquierda es funcional a la derecha”.La historia se repite alternativamente como tragedia y comedia sucesivamente. Aprender de los errores de construcción política es una obligación de los dirigentes políticos del campo “nacanpop” y exige, también, una responsabilidad en los resultados futuros. Por último, en esa misma entrevista que dio en Madrid, Perón –siempre afecto a los ejemplos– relató la siguiente anécdota: “Decía el mariscal de Sajonia que él tenía una mula que le había acompañado en más de diez campañas, pero decía también: ‘La pobre mula no sabe todavía nada de estrategia’”. Más allá de la humorada, sería saludable que la centroizquierda sea como los perros de pueblo: que les chumben a los gobiernos para marcarles el rumbo pero que nunca se les pongan delante para entorpecer el paso y dejar pasar a los fabricantes de tinta china.
por Hernán Brienza
El subrayado es nuestro [Mirando hacia adentro]

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