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martes, 23 de marzo de 2010

NUNCA MÁS. NINGÚN TIPO DE GOLPE, por Adrián Corbella (para "Mirando hacia adentro")


Arriba a la izquierda : José María Guido jura como "presidente" -bajo control militar- tras el golpe a Frondizi ; derecha : Pintada en favor del presidente Zelaya, depuesto por un golpe parlamentario en Honduras.
Abajo a la izquierda : Manifestante hondureña contraria al golpe parlamentario ; derecha : Portada de La Opinión en 1976.


En 1853 se promulgó nuestra actual Constitución Nacional, reformada parcialmente en diversas oportunidades. Fue un hecho más formal que real, porque la provincia de Buenos Aires no la aceptó, formó un Estado cuasi independiente, y Argentina enfrentó siete años más de luchas civiles.
Finalmente, el gobernador de Buenos Aires, Bartolomé Mitre, triunfó en la Batalla de Pavón , y se transformó en Presidente de todo el país, al menos en teoría, ya que la resistencia del Interior continuó durante veinte largos y sangrientos años, durante su gobierno y el de sus sucesores : Sarmiento y Avellaneda.
Por ese tiempo, nuestro sistema electoral dejaba mucho que desear : el voto era público (“Cantado” decían en la época) lo que dejaba al votante a merced del poderoso de turno, que podía presionarlo físicamente.
Los poderosos habían organizado un elaborado sistema de cooptación política que compraba voluntades erigiendo una clase dirigente monolítica, que aseguraba el mantenimiento del poder en forma totalmente independiente de la voluntad popular.
Recién con la Ley Sáenz Peña de 1912 comienza en nuestro país un sistema electoral más justo, ya que, si bien se negaba el sufragio a las mujeres, y la participación concreta de los sectores obreros fue más bien marginal, se garantizaba el voto secreto, y se le agregaba la obligatoriedad para evitar que los poderosos pudieran presionar a sus subordinados.
Esta nueva arquitectura electoral permitió las victorias radicales de Yrigoyen y Alvear, en 1916 , 1922 y 1928. Pero una participación popular creciente no era aceptable para la clase dominante tradicional, para esos estancieros riquísimos que habían dominado Argentina hasta ese entonces, y se produjo el golpe cívico-militar de 1930.
De 1930 a la fecha la historia argentina ha sido cualquier cosa menos aburrida, ya que enfrentamos un renacimiento del fraude electoral en los años ’30, intentos de instaurar regímenes corporativistas de raigambre fascista con Uriburu y Onganía, proscripciones electorales de los grandes partidos mayoritarios (radicales y peronistas) en los años ’30, ´50, ´60 y ´70, golpes militares contra civiles, golpes militares contra otros militares, golpes cívico-militares, un golpe cívico-militar con apoyo mediático que demolió a Illia, un colosal fraude programático en el ´89, golpes de mercado, puebladas, unos militares luchando contra otros en las calles, en 1963, como si fueran chicos jugando a ladrones y policías ; dictaduras genocidas como la de Videla, y la lista no se agota.
Hoy nos encontramos aquí para decir que nunca más queremos que se repita un 24 de marzo de 1976, que nunca más queremos que un grupo de argentinos decida echar por la fuerza a un gobierno elegido por la mayoría, que nunca más vamos a ponernos en manos de un grupo de aventureros más famosos por sus silencios que por sus ideas.
No debemos olvidar lo terrible que fue el Proceso de Reorganización Nacional, los desaparecidos aún buscados por sus familiares; las empresas fundidas en cuyo predio hoy se erige, con suerte, un Supermercado; los barrios antes industriales hoy llenos de galpones vacíos, transformados en depósitos; la fenomenal deuda externa – pasaron de 6 a 47 mil millones en menos de 7 años- que aún estamos pagando ; la desarticulación social que provocaron, y que hoy se traduce en muchos de los problemas de violencia o de apatía que enfrentamos en la calle o en el aula ; la desocupación que nos legaron, de la que nunca se logró salir del todo (en 1973 el índice de desocupación era del 2,5%, casi un error de la muestra).
Pero tampoco debemos olvidar que durante mucho tiempo nos acostumbraron a que los gobiernos, como los técnicos de los equipos de fútbol, tienen una duración impredecible, que pueden durar más o menos, según como les vaya, cómo se lleven con ciertos sectores de poder, o qué intereses poderosos afecten.
Jamás debemos permitir que intenten reinstalar esa idea.
La experiencia nos indica que los golpes siempre les sirvieron a otros, nunca a nosotros. Que siempre sirvieron a los poderosos, y muchas veces, a intereses externos inconfesables.
Los gobiernos son elegidos por cuatro años. Y deben gobernar cuatro años.
Ninguna otra alternativa es aceptable.

4 comentarios:

  1. Muy buen artículo, Adrián!
    Me sumo a tus palabras, los gobiernos son elegidos por 4 años y vamos a respetarlos, si no cumplen con nuestras expectativas será en las urnas donde se decida su no continuación pero nunca con un golpe, nunca apoyando a aquellos que ven dañados sus intereses mezquinos y a los que de detentar el poder no durarían una milésima de segundo antes de vender al pueblo, a la clase obrera, a las conquistas sociales y laborales, a los derechos y a la misma gente que los votó.
    No nos olvidamos, no perdonamos, no nos reconciliamos!

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  2. Y no olvidemos que los golpes "clásicos", con los muchachos vestidos de verde desfilando por las calles, son cosa del pasado.
    Hoy los golpistas visten traje y corbata...
    Pensemos en José María Guido...
    Pensemos en Zelaya...

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  3. Excelente como siempre, no hace falta agregar que es un perfecto resumen de la trágica historia de nuestra Argentina. Ahora, hoy, es el momento de consolidar esta democracia apostando al germen de este nuevo modelo y empujándolo hacia una consolidación nacional, popular y de inclusión

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  4. Yo sólo le pido a la gente que, si vota a un candidato, trate de averiguar QUÉ QUIERE HACER ese candidato si gana. Gente que "tiene un plan", pero lo mantiene en reserva, que "ve cosas" que no comenta, no me gusta.
    YO NO FIRMO CHEQUES EN BLANCO...

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