martes, 11 de agosto de 2020
Voy a nombrarla, Alejandro Ippolito
Para espantar los miedos
y quebrar las distancias.
Voy a nombrarla
porque sé que a los que festejan
se les rompe la garganta
cuando escuchan su nombre
y su imagen se agiganta.
Tenemos que nombrarla
como un conjuro,
una sentencia, una proclama,
contra los malos vientos,
y los parásitos inmundos
que entre nosotros se arrastran.
Vamos a nombrarla
cada vez que nos impongan el silencio
o nos quieran ajustar sobre el rostro
alguna de sus máscaras.
Vamos a nombrarla,
cuando quieran tapar el llanto
con rotundas carcajadas,
cuando nos digan que no fue cierto,
que no la merecimos,
que se terminó la magia.
Vamos a nombrarla
para desterrar de los días
estas horas amargas
y regresar a las calles
los barrios y las plazas,
llevando su nombre
como se lleva una esperanza
caliente sobre el pecho
y a salvo de las balas.
Cada vez que los buitres
en nuestro suelo tan herido
se afilen las garras
y los mercaderes oscuros
cambien por monedas
el destino de la patria,
nosotros, despiertos y de pie,
una y mil veces
vamos a nombrarla,
hasta que se vuelva eterna
en las venas y en el alma
y regrese ese brillo
que se nos perdió en la mirada.
Que lo sepan los tibios
que pretenden enterrarla,
ya no hay silencio posible
desde ahora y para siempre
nosotros vamos a nombrarla.
// poema de Alejandro Ippolito
del libro Patria-Historia de un sueño pobre
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