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domingo, 1 de diciembre de 2019

Hegemonía instantánea: la prensa en la crisis boliviana, por Fernando Molina (para "Cenital" del 29-11-19)


Los principales medios de comunicación, lejos de cumplir su función periodística, actúan como legitimadores del gobierno de Jeanine Áñez.

Fernando Molina
29 de noviembre de 2019 

La noticia de Página Siete, diario de La Paz, comenzaba así: "Para arrastrar a los vecinos de El Alto a sus movilizaciones, los militantes del MAS recurren a mentiras como que Evo Morales sufrió un golpe de Estado financiado por Estados Unidos". No se trataba de una nota editorial. Apareció en las páginas de información. Las acusaciones/noticias sobre las "mentiras" de Morales no se detuvieron aquí. Un siguiente titular fue: "Muertes, videos falsos y fraude: 12 mentiras de Evo desde el asilo".

Página Siete fue el principal diario opositor a Morales, bajo la consigna de "periodismo independiente". Hoy apoya al gobierno de Jeanine Áñez al punto de haber justificado sistemáticamente la represión que este ejecutó.

El 15 de noviembre, en Sacaba, una población cercana a Cochabamba, una columna de cocaleros que intentaba llegar a esta última ciudad fue detenida por fuerzas combinadas de la policía y el ejército. Murieron nueve campesinos y decenas fueron heridos. Ningún elemento uniformado murió o fue lastimado por disparos. Página Siete tituló: "Fuego cruzado entre cocaleros y FFAA deja al menos seis muertos". En la noticia se afirma, sin suministrar pruebas, que los manifestantes tenían "armas de fuego y otros objetos letales". Página Siete se sumó así a la línea oficialista que, desempolvando un viejo libreto, reduce los conflictos sociales a la acción de "grupos subversivos armados". Lógicamente, este diario, igual que la inmensa mayoría de grandes medios bolivianos, con la sola excepción de La Razón, no cubrió las declaraciones de los afectados por la represión en Sacaba a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. En cambio, lo mismo que sus colegas, dedicó titulares muy destacados a las críticas a esta Comisión por parte de miembros del oficialismo.

El 19 de noviembre, las fuerzas conjuntas rompieron temporalmente el bloqueo de la planta de acopio de gas y gasolina de Senkata, situada en El Alto, a fin de llevar camiones cisterna con gasolina a la ciudad colindante, La Paz. Luego de hacerlo, por alguna razón no determinada, se fueron sin dejar en la planta un destacamento de policías con gases lacrimógenos, sino sólo militares con rifles de balines y armas de fuego. Los alteños, frustrados por la salida del combustible, lanzaron piedras a la guarnición y luego se abalanzaron sobre el viejo muro exterior de la planta. Un video muestra el momento en que se desploma este muro, sobre el que se recuestan y hacen fuerza los manifestantes. He revisado muchas veces este video y en él no se ve ni se oye ninguna explosión. Sin embargo, los medios bolivianos afirmaron que fue volado con dinamita. Ninguno se preguntó por qué la supuesta explosión de dinamita no causó un hueco en la pared y, en cambio, esta se desplomó íntegramente, justo como si hubiera cedido al empuje de las personas que estaban junto a ella.

Se repitió así la versión del gobierno, no una investigación propia, ya que ningún periodista estaba en el lugar y en el momento de los hechos. Pese a ello, los medios aludieron constantemente al "atentado dinamitero" contra Senkata, lo que les permitió hablar de "terrorismo", por ejemplo en la crónica: "En 10 días hubo al menos ocho actos terroristas en Bolivia".

Los videos que los bolivianos hemos conocido, que fueron tomados por los propios manifestantes, muestran que los actos de Senkata -que en mi opinión fueron errados, como siempre es errado recurrir a la violencia- tuvieron un carácter espontáneo y desorganizado, lo que no calza con ningún "atentado". Una mujer que fue parte del grupo de manifestantes que actuó en Senkata me dijo: "nos quieren animalizar, dicen que queríamos volar la planta, como si no supiéramos que eso nos mataba a todos". Otra me aseguró que la gente del barrio "sabe cuidar su planta" y que derribaron el muro porque los militares arrastraron tres cadáveres al patio de la instalación. ¿Qué ocurrió realmente? No lo sabemos a ciencia cierta, pero no es un detalle menor que ningún medio boliviano entrevistara a los protagonistas, que, no por casualidad, eran indígenas sin agencia cultural ni económica.

Lo que está en juego no es menor: la narrativa oficialista sobre un "atentado" permite justificar la muerte por bala de nueve personas humildes y sin antecedentes policiales.

Las televisoras Unitel, Red Uno y Bolivisión cubrieron exhaustivamente las protestas contra "la dictadura" de Morales. Desde la renuncia de este, solo emitieron informes escuetos sobre las manifestaciones anti-Áñez y, en muchos casos, describieron a sus protagonistas como parte de "hordas" y "turbas", palabras de las que incluso el ministro de Defensa se disculpó por usar, pero que no cesaron de emplearse en los diarios y telediarios.

Simultáneamente, la cadena Telesur ya no puede verse en Bolivia: todas los servicios de cable la han retirado de sus parrillas.

Soy autor del libro "La relación entre Evo Morales y los medios de comunicación" (2015). Allí critiqué la hegemonía sobre la prensa lograda por el gobierno anterior con no muy limpias maniobras económicas y políticas. Áñez no ha necesitado de tanto esfuerzo. La afinidad clasista y étnica bastó para que el trabajo se hiciera en pocos días.

Fernando Molina es periodista y escritor boliviano. Además del referido en la nota, es autor, entre otros libros, de "El pensamiento boliviano sobre los recursos naturales" e "Historia contemporánea de Bolivia". Es colaborador de Nueva Sociedad y del diario español El País.

Publicado en:
https://www.cenital.com/2019/11/29/hegemonia-instantanea-la-prensa-en-la-crisis-boliviana/64501

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