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Haití

Ay Haití
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 Por Santiago O’Donnell


Reapareció Baby Doc Duvalier con un mensaje para la llamada “comunidad internacional”, esa entelequia de organismos multilaterales, ONU, OEA, UE, Unasur, que han colonizado Haití, que ejercen el control militar, que albergan y financian el sistema judicial y que organizan y sancionan las elecciones de sus autoridades.
El mensaje sería: si no podés arreglar Haití, no podés arreglar nada. Si no podés arreglar un pequeño país a tiro de Miami, olvidate de Medio Oriente. Si salen a la calle para recibir a un ex dictador (foto) después de seis años de ocupación de la ONU, si muchos creen que estaban mejor con Baby Doc, entonces estamos en el horno.
Baby Doc, por si hace falta recordarlo, fue un cliché de dictador vitalicio sostenido por un temible aparato parapolicial, que gobernó Haití desde 1971 hasta que los norteamericanos lo echaron, en 1986. Su régimen era sanguinario y despótico, aunque algo menos que el de su padre y predecesor Papa Doc, y al menos tenía una esposa que se comparaba con Evita. La bella Michelle era tan conocida por sus joyas y sus vestidos como por su afán por construir hospitales.
Ahora reaparece Baby Doc en un país ocupado militarmente por la Unasur, bajo auspicio estadounidense, con mandato del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Difícil de entender, más difícil de explicar. Vamos despacito.
El país viene de sufrir un tremendo terremoto hace un año que dejó más de 300 mil muertos y 1,5 millón sin casa en un país de diez millones de habitantes. El presidente de Estados Unidos designó nada menos que a Bill Clinton y a Bush padre para que coordinen la ayuda internacional, pero es tal el desconcierto que los soldados asiáticos estacionados allí desataron una epidemia de cólera, gran parte de la ayuda prometida no llega y cientos de miles de haitianos siguen viviendo en carpas.
Bajo todos estos auspicios, al que hay que sumar el de la Unión Europea, la ex colonia francesa celebró elecciones en noviembre con su líder popular Jean-Bertrand Aristide exiliado a la fuerza sin ninguna acusación judicial en su contra y su partido Lavalas proscripto.
El resultado de la elección quedó en suspenso porque los observadores de la OEA concluyeron que los resultados habían sido fraguados para permitir el ingreso a la segunda vuelta del candidato oficialista Jude Célestine, en perjuicio del cantante Michel Joseph Matelli, más conocido como “Dulce Micky”. Ambos terminaron detrás de la ex primera dama Mirlande Manigat. Llama la atención el informe de los observadores de la OEA, que habla de una diferencia de tres mil votos, o sea 0,3 por ciento del padrón, cuando los observadores normalmente no tienen acceso al total de los votos, sino a muestras representativas. Esas muestras suelen tener un margen de error del dos por ciento, muy superior a los tres mil votos en disputa.
Es algo sospechoso, sobre todo cuando el candidato oficialista que los observadores recomiendan desplazar prometió durante la campaña que permitiría la vuelta de Aristide. Y el candidato que lo reemplaza, Dulce Micky, declaró que le gustaría tener a Baby Doc como asesor en su gobierno.
Aristide, dos veces presidente constitucional, vive en Sudáfrica desde el 2004, cuando militares estadounidenses lo sacaron del palacio de gobierno, lo hicieron cruzar el Atlántico y le quitaron el pasaporte. Ahí empezó la ocupación de la Unasur, porque Haití estaba inmerso en una guerra civil y Bush ya tenía las manos llenas y no quiso invadir. Entonces le pidió a Brasil y Argentina que se hicieran cargo y les consiguió el auspicio político y financiero de Naciones Unidas.
Ahora vuelve Baby Doc. No vuelve por casualidad. Se sabe que no le gusta viajar. Vivió en el palacio de gobierno desde los cinco años hasta que lo echaron, a la edad de 35. A diferencia de la gran mayoría de la elite de su país, que se educó y vive gran parte del año en Estados Unidos o Europa, Baby Doc nunca abandonó su celda dorada hasta que los yanquis lo echaron. No viajaba al exterior por miedo a que lo derrocaran y algo de razón tenía: durante su mandato sufrió dos intentos de golpe militar. Para los haitianos era una presencia fantasmal. Sólo salía del palacio para viajar a su casa en la playa o a su casa en la montaña, las dos a menos de media hora de viaje desde el palacio. Siempre iba rodeado por un ejército de guardaespaldas de anteojos negros armados hasta los dientes.
Heredó de su padre Papa Doc la presidencia vitalicia a los diecinueve años y ya por entonces los parapoliciales Tonton Macoutes se habían convertido en una fuerza con autonomía propia, como cuenta Graham Greene en su novela Los comediantes. Entonces Baby Doc armó sus propios escuadrones de la muerte, llamados los leopardos. Después de la partida de Baby Doc los leopardos y los Tonton Macoutes se unieron en el movimiento paramilitar Fraph, liderado por el informante de la CIA Toto Constant, para socavar al gobierno de Aristide. Las milicias populares surgieron como respuesta a la Fraph.
Entre la partida de Baby Doc y la primera presidencia de Aristide se sucedieron una serie de narcomilitares y títeres civiles en la presidencia haitiana, entre ellos el oligarca Leslie Manigat, esposo de Mirlande, la candidata que entró primera en las elecciones del 28 de noviembre.
Aristide es un cura salesiano tercermundista, fundador del movimiento Lavalas, que arrasó en la urnas en las elecciones de 1991. Fue derrocado siete meses después por militares y restituido tres años más tarde por el gobierno de Bill Clinton. Terminó su mandato y esperó un turno como marca la Constitución, volvió a presentarse y volvió a ganar. Se arrimó a Chávez y a Fidel Castro y eso a George Bush hijo no le gustó nada. Estados Unidos le cortó la ayuda bilateral, le vetó créditos en el BID y en un país que no produce prácticamente nada, a los pocos meses la escasez derivó en revuelta. Entonces los norteamericanos se llevaron a Aristide a Sudáfrica.
Según todas las encuestas, aun en el exilio, Aristide sigue siendo de lejos el político más popular de su país, y desde hace años pide a gritos volver.
Pero no lo dejan. Su gobierno estuvo plagado de corrupción, tanto como los anteriores y algunos de los que lo sucedieron. Con eso la “comunidad internacional” avaló y justificó su derrocamiento y exilio forzado. Pero su pecado principal fue no haber atendido bien a los virreyes estadounidenses y franceses mientras fue presidente.
Los matones de Baby Doc mataron a miles de personas, pero Baby Doc ni siquiera tiene orden de captura. La Justicia en Haití está financiada por agencias de ayuda internacional y organizaciones no gubernamentales de Estados Unidos. El juzgado de Puerto Príncipe donde esta semana fue interrogado Baby Doc por malversación de fondos funciona en el edificio de Usaid, una agencia del Departamento de Estado estadounidense.
Esa Justicia armada y financiada por agencias y fundaciones extranjeras, que avaló elecciones proscriptivas, tampoco estaba preparada para la llegada de Baby Doc. No hablemos de Comisión de la Verdad, no había tan solo una denuncia por violaciones a los derechos humanos en contra del dictador. Apenas alcanzaron a retenerlo en el país con una vieja acusación por corrupción, pero cualquier abogado sabe que esos crímenes prescriben, no así los de lesa humanidad. Al día siguiente de su llegada a Haití se presentaron cuatro denuncias por muertes y torturas, casi de apuro.
La “comunidad internacional” no puede darse el lujo de no juzgar a uno de los genocidas más notorios del último siglo y es probable que Baby Doc termine en alguna cárcel. El presidente René Préval ha dado muestras de voluntad política para llevarlo a juicio. Ha solicitado el asesoramiento del argentino Rodolfo Mattarollo, un experto en el tema de renombre mundial y actual embajador de la Unasur en Haití.
Préval es un personaje bastante particular. Una especie de Scioli por la permanencia y la flexibilidad ideológica, pero sin la misma lealtad. Miembro de la elite, educado en Bélgica e Italia, exiliado en Nueva York durante el régimen de Papa Doc, volvió con Baby Doc y se sumó a los Comités de Resistencia a la dictadura. Después presidió una organización de derechos humanos en su país y más tarde se unió a Lavalas. Fue primer ministro durante el primer gobierno de Aristide. En 1996 Préval llegó a la presidencia como candidato de Lavalas con Aristide en el exilio. Sacó el 88 por ciento de los votos. Acorde con los tiempos y las exigencias del FMI, emprendió una ola privatista, se acercó a Estados Unidos y Francia y rompió con el cura tercermundista. Volvió a presentarse en el 2006, esta vez con partido propio. Ganó con el 51 por ciento de los votos. Su segunda presidencia no dejó mucho y cuando llegaron las elecciones del año pasado ni siquiera pudo imponer a su candidato con la promesa de un pronto retorno para el cura del pueblo. Ahora maneja otra vez un discurso progre, se arrima a la Unasur, se declara admirador de Lula y los Kirchner. Pero, al parecer, los haitianos mucho no le creen.
Tanto esfuerzo por evitar el retorno de Aristide y de repente vuelve Baby Doc. No se entiende bien por qué volvió, más allá de que se le terminó la guita. Se sabe que hace unos años lo demandó la compañía de electricidad francesa por una deuda de diez mil euros y que en los ’90 le congelaron sus cuentas suizas por las denuncias de enriquecimiento ilícito que le hicieron en su país. Tras años de pavonearse con la bella Michelle por la Costa Azul, el dinero se acabó y Michelle lo dejó. Hasta la semana pasada Baby Doc vivía modestamente con su nueva esposa Veronique en los Alpes franceses, donde se lo ha visto manejando un vehículo utilitario. Seguro que en Haití podría hacer algunos negocios. No lleva una semana ahí y Dulce Micky ya le ofreció ser asesor presidencial en su futuro gobierno.
Las fuentes consultadas en Washington y París piden discreción, dicen que hay mucha bronca. Coinciden en que Duvalier recibió un guiño y las miradas apuntan hacia el Palacio Elíseo. Baby Doc llegó a Haití desde Martinica. Es muy difícil que un tipo como él, que no viaja casi nunca, se ande paseando por las Antillas Francesas sin que los espías franceses lo sepan. Es probable que al gobierno francés no le guste cómo Estados Unidos está manejando las cosas en Haití. O, al revés, puede ser una jugada estadounidense en contra de Préval. El presidente haitiano declaró esta semana que va a ignorar el consejo de la OEA y va a hacer la segunda vuelta el 31 de marzo con su pollo Célestine y sin Dulce Micky. El portavoz del Departamento de Estado Phillip Crawley dice que el regreso de Baby Doc es “inconveniente”, como queriendo desligarse del tema. En cambio el gobierno francés dice que Duvalier es un hombre libre y puede hacer lo que quiera. Distintas maneras para referirse a un mismo criminal que se la pasó practicando terrorismo de Estado hasta que los estadounidenses y los franceses se cansaron de aguantarlo.
Ahora vuelve y, por lo que se lee, son muchos los haitianos que lo reciben entusiasmados. En la ONU y la OEA y la UE y la Unasur dicen que no entienden lo que está pasando. Esta bien, hubo un terremoto, una epidemia de cólera. Hay orden en la calle y ya no gobiernan los narcogenerales. Pero pasó un cuarto de siglo desde la partida de Baby Doc. Entraron millones de dólares, se hicieron muchos discursos, se armaron varias elecciones. El resultado está a la vista.
Mientras una ocupación extranjera macartea al líder de masas, Haití sigue siendo el país más pobre de Occidente. Si eso es lo que puede esperarse de la ayuda internacional, mejor decir no gracias y arreglarse con lo que hay.


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